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Que le devuelvan la película a Francisco “Kako” Sarli

Hay lustrabotas que superan a google. Hacia fines del 2011 le pregunté a un veterano lustrabotas mendocino por el Kako Sarli. Me respondió sin alzar la mirada de su faena: Y… por ahí anda…” Demasiados puntos suspensivos.

26/02/2022 21:51
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Por Rodolfo Braceli, Especial para Jornada. Desde Buenos Aires

Al rato, cuando ya le estaba encontrando brillo al segundo zapato, agregó: “Anda o no anda por ahí, yo qué sé. Meses hace que no lo veo al Kako. Las últimas veces pasaba sin mirarme, ya ni me contestaba el saludo; estaba tan flaco el pobre que para tener algo de cintura metía su pullover y su campera adentro de los pantalones”.

   Tres años antes yo me había encontrado con el Kako Sarli en esa misma esquina, la de la avenida San Martín y Catamarca. Ya estaba muy delgado, pero con algo de ánimo y aliento todavía como para compartirme qué había sido de su vida durante esos treinta, casi cuarenta años en los que no nos veíamos. Me contó que había seguido ganándose la vida filmando cortos publicitarios, pero que perdió su agencia y su casa y todos sus bienes cuando filmó su primer largo metraje, película que desapareció en los años desaparecedores de la dictadura de 1976.

    Nos volvimos a ver en un café al otro día. ¿Qué vas tomar, Kako? No, nada, nada. De todas maneras yo pedí dos cafés con leche y medialunas y le dije: “No pensarás dejarme desayunar solo.” Aquí empezó a sacar de un sobre grande una punta de recortes de los diarios Los Andes y Uno. Allí se informaba y comentaba sobre la realización de aquella película escrita, guionada, filmada, dirigida y totalmente hecha con técnicos y con actores de la provincia. Los recortes decían que Viña en celo estaba basada en una novela de Rosa Antonietti de Filippini, antes premiada en la bienal provincial. Un loco maravilloso, el poeta y cineasta Néstor Walbino Vega había hecho la adaptación para el cine. La dirección corrió por cuenta de él, Francisco Kako Sarli. Entre los actores estaban Orlando Gioia, Juan Palacios, Beatriz Latino, Ibis Lucetti de Cépparo, Gastón Herrera, Juan Rossi, Walter Beltrán, Suárez Arfén, Ernesto Cipriani, Juanita Abdo, Silvia Bancalari, América Marzola, José Parlantti, Benito Talfiti, A. Gigena, A. López Ricci. La música, de Guillermo Murúa; los peinados, de Etelvina Gómez; la secretaría de producción de Aniceta Any Godoy; el maquillaje de Benito Talfitti y Humberto Bravata, el sonido, naturalmente, del pionero Zanessi.

    Hace varios renglones que sumo apellidos. ¿Para qué tantos? Para aproximarnos, para rozar al menos la vivencia, el pulso de lo que fue aquel emprendimiento que llevó en su rodaje casi un año y medio. Se contaba la historia de un puñado de inmigrantes, y de sus hijos, que a la distancia recuerdan su juventud durante la aventura de la viña.

   Sigamos con la historia de Viña en celo. Luego de filmar más de cinco horas que con el proceso de montaje debían reducirse a unos 110 minutos, Kako Sarli, ya sin fondos, viajó con la película a Venezuela para conseguir allí otros productores y completar enseguida la edición y sonorización. Estaba Sarli en esa búsqueda cuando una urgencia familiar lo hizo regresar a Mendoza. La película quedó en manos de un amigo que la traería meses después. A esta altura, en este mapa patrio se había perpetrado el golpe militar (y cívico y empresarial y mediático y clerical y…) de marzo de 1976. El caso es que el amigo de Kako Sarli tiempo después llegó a Ezeiza y al pasar por la aduana debió mostrar los dos rollos de 360 metros. Lo interrogaron:

–¿Qué trae en esas latas?

–Rollos de una película.

–Una película…

–Sí, un largometraje. Lo filmamos íntegramente en Mendoza.

–Y este… Viña en celo ¿es el título?

–Sí, así se llama: Viña en celo.

–Entonces deberá dejar la película en la Aduana.

–Dejarla… ¿cuánto tiempo?

–El tiempo que necesitemos para averiguar si es subversiva o es pornográfica.

    Y la película fue “demorada”.

Y pasó un mes y un año y diez y veinte y veinticinco y veintiocho y veintinueve y más de treinta años pasaron... Y la película nunca más apareció. Nunca más. A la película le estaba pasando lo mismo a miles de seres humanos.

    A la vista está: Kako Sarli y los autores del libro cometieron el espantoso error de usar la palabra “celo” para el título. Si en vez de celo hubieran usado la palabra “pródiga” o “encantada” tal vez hubiera sido recuperada. Pero en la distraída patria idolatrada de 1976 esa palabra, celo, encarnaba una aguda posibilidad de pornografía. Y la película fue desaparecida por las dudas, y para siempre. Mientras tanto, los argentinos sucedíamos en el limbo de este infierno, y presumíamos de derechos y humanos. Ni los animales ni las personas se permitían estar en celo. Caramba. Por entonces para tener hijos se le mandaba una carta a la cigüeña.

    A lo largo de su vida Kako Sarli filmó decenas de cortos publicitarios; en el país y en el exterior fue premiado por varios documentales. Después de esa película secuestrada y desaparecida, se quedó sin posesiones, con las manos vacías, por decirlo así, en la calle.

    A su película, a su gran sueño, así es: le pasó como a miles de seres humanos a los que primero les violaron la vida y después le violaron la muerte: desaparecidos, muertitos sin sepultura a los que se sumaron decenas, cientos de criaturas secuestradas de identidad, arrancadas de cuajo desde la placenta.

    Pasados las décadas, a los lejos uno se pregunta: ¿Cómo haría el Kako Sarli para ponerse cada mañana los zapatos, para alzar y sacar a la vereda su cuerpo? Y la pregunta se prolonga: ¿De dónde sacaría fuerzas para caminar, para seguir respirando un día más?

   Aquel Kako Sarli andaba por nuestras veredas sumido en una desolación más vacía que la tristeza. Y sabido es que a la desolación siempre le quedan demasiado grandes los pantalones.

    Los pantalones, al Kako Sarli ya no le hicieron falta a partir del martes 12 de junio del año 2012 después de Cristo. Ya no está. No queda ni la brisa de su insoportable desolación.

    Posdata. De todas maneras uno piensa, uno siente, que esa película desaparecida en algún sitio de esta patria debe de estar. Y como diría el Silvio del unicornio azul: Si alguien sabe de ella / le rogamos información.

* zbraceli@gmail.com   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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