La angustia de Ada Morales, a 35 años de la muerte de María Soledad
Una charla íntima desde su casa de Catamarca, tras un nuevo aniversario del homicidio de la joven a manos de "los hijos del poder" de la provincia. "Esperaba que alguno de sus asesinos me hubiera golpeado la puerta para aunque más no sea decirme: ‘Ada, disculpe, no sabíamos lo que hacíamos'", cuenta la mujer de 76 años
"A mi hijita la mataron dos veces, física y moralmente. No les importó nada lo que le hicieron padecer. Después de muerta la desfiguraron, la tiraron a un basural, le arrancaron todo su pelito, le hicieron infinidad de cosas terribles más y la abandonaron cubierta por piedras, ramas, tierra. Juro que pienso y me retuerzo de dolor", recordó con angustia de madre Ada Rizzardo, la mamá de María Soledad Morales a 35 años del despiadado crimen de su hija en manos de asesinos, "Hijos del Poder", como los calificaron y señalaron en Catamarca. En la charla que nos brindó en el programa El Extremo en Radio Voces, la emisora del Círculo de Periodistas de San Martín, aparecieron todo tipo de sensaciones durante su relato: horror, ensañamiento, brutalidad, violencia, sadismo... Toda la perversidad y crueldad que un grupo de delincuentes decidió ejecutar sin piedad contra la joven hasta dejarla sin vida.
María Soledad cursaba el quinto año y como toda adolescente, el viernes 7 de setiembre fue a bailar al boliche Le Feu Rouge en el marco de una celebración que se hacía para juntar dinero para que cada alumno pudiera costearse el ansiado viaje de fin de egresados a Villa Carlos Paz. Cuando se retiró ya entrada la madrugada, y después de despedirse de una pareja de amigos, según pudo reconstruirse y consta en el expediente judicial, subió al Fiat 147 que pertenecía a Ruth Salazar, mujer de Luis Tula. Él pasó a buscarla con el auto porque habían quedado en encontrarse.
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Ella estaba enamorada de "El flaco" Tula, once años mayor. Él la invitó a continuar la noche en la disco Clivus. Allí ingresó con María Soledad y le fue presentando uno a uno a hijos de poderosos de la provincia entre los que se hallaba Guillermo Luque, primogénito del por entonces poderoso diputado nacional Ángel Luque. Ya de madrugada, de ese lugar salió acompañada por todo ese grupo rumbo al motel Los Álamos, a un kilómetro y medio del centro de la ciudad donde la sometieron. La hallaron asesinada dos días después en un sitio conocido como Parque Daza, en la ruta 38, ubicado a unos siete kilómetros de allí. Fue encontrada a las 9:30 de la mañana por un par de operarios de Vialidad Nacional. Su autopsia determinó que había sufrido un paro cardíaco por consumo de cocaína que le obligaron a ingerir sus homicidas.
El cuerpo de María Soledad Morales fue hallado en las afueras de la ciudad de Catamarca.
A partir de allí, autoridades provinciales y policiales pusieron en marcha una especie de operativo con la intención de encubrir el crimen y que la verdad nunca saliera a la luz. Hasta el gobernador de entonces, Ramón Saadi, conocido como "Ramoncito", hijo del histórico caudillo peronista Vicente Leonidas, se presentó en la casa ante la madre y se comprometió a ir hasta las últimas consecuencias, promesa que jamás cumplió. Otro que teorizó con especulaciones irreales fue el propio jefe de policía de la provincia, Miguel Ángel Ferreyra, que se atrevió a hablar de una secta diabólica respecto a los posibles autores, lo que luego se tomó por parte de la justicia como una presunta maniobra para desviar de entrada la investigación. No fue todo, los agentes que él comandaba le recomendaban a la mamá que sería mejor para hallar a los asesinos que no hablara. Porque si lo hacía, podrían aparecer detalles del comportamiento de la joven. Entonces hicieron correr la versión de que llevaba una doble vida con la intención de ensuciar el buen nombre de la adolescente.
Todo eso y mucho más rememoró Ada Morales, hoy con 76 años, durante la entrevista a pura emoción desde su casa de Catamarca: "La verdad es que todos los días de mi vida pienso en mi hijita, pero estos de septiembre son más dolorosos todavía. Recuerdo cuando salió de mi casa, el 10 cuando se la encontró muerta, el 12 que era el cumpleaños de ella, iba a cumplir 18. Todo eso quedó trunco porque manos asesinas que no tuvieron piedad contra su cuerpo, contra su persona, la maltrataron y la mataron sin remordimientos. Y después continuó la difamación, la calumnia, la injuria que levantaron hacia ella para justificar lo injustificable, lo que hicieron con ella".
-Ocurrió lo que sucede siempre Ada, los femicidas repiten ese proceder, incluso la policía en casos así pone el foco en la víctima, en su moral, no en el o los victimarios, los asesinos, aportó a manera de reflexión Iris Gallardo, productora del programa. Y Ada no se calló nada.
-Tenés razón, es verdad, eso pasa siempre, pero con mi hija fue terrible. Yo me enteré después de varios años que ellos habían hecho correr la calumnia para justificar lo que habían hecho, pero no pensaron nunca que un pueblo valiente los iba a poner en evidencia. Las propias compañeras de Sole, la directora del Colegio del Carmen y San José, hermana Marta Pelloni y el pueblo de Catamarca fueron claves en el reclamo de justicia en las tantas multitudinarias y conmovedoras Marchas del Silencio que se realizaron. No tuvieron miedo pese a que padecieron presiones de todo tipo para que hablaran mal de Sole, para justificar, ¿no? Me dolió y me duele aún porque era una chica ejemplar. No tuvo inasistencias desde primero hasta quinto año. Amaba su colegio y su uniforme. Pero les salió mal, pensaron que difamándola de tal manera todo el pueblo de Catamarca iba a justificar lo que hicieron y se equivocaron.
María Soledad junto a dos de sus compañeras de colegio.
-Le gustaba mucho escribir, ¿verdad Ada?
-Le encantaba, sí, también guardaba algunos poemas, poesías de otros autores, pero le gustaba escribir los suyos. Tenía muchas ilusiones. Era pura chispa, graciosa, siempre con una sonrisa. Tengo todo guardado, sus boletines de calificaciones, sus registros de asistencia, los poemas, las canciones que le gustaban, su uniforme, su ropa, todas las cositas de ella, los aritos, las pulseras. Eso para mí es como un cofre, un tesoro. Lo mejor que hay en ese cofre es el recuerdo lo de mi hija.
-Usted siempre recuerda la contención que le brindaba su esposo, el papá de María Soledad, Elías Morales...
-Él sufrió en silencio. Tuvo que ir a la morgue a reconocerla y eso le quitó años de vida. Cuando me vio estaba pálido, con los labios blancos. Me abrazó y me dijo, "Es ella, es ella". Era muy callado, ya a lo último me decía que no hiciera notas, sufría demasiado. Creo que por eso no resistió y se marchó, se fue, se fue para estar al lado de su hija...
-¿Por qué cree que el recuerdo de María Soledad sigue tan vivo?
-Es verdad, hasta traspasó las fronteras de mi provincia y se mantiene pese al paso de los años. Recibí cartas de Estados Unidos, de Francia, de España, de Brasil, solidarizándose con lo que nos había pasado. Pero la verdad es que sumé más dolor porque pensé que lo de Sole no se iba a repetir, pero siguen asesinando a chicas, a jovencitas, violándolas, asesinándolas. Siempre me pregunto qué tuvo mi hija para movilizar tanto, cielo y tierra, porque gracias a Dios fue así. Y sigue ocurriendo porque hace pocos días para rendirle homenaje en el 35 aniversario de su muerte había muchísimas personas en el Monolito, que siempre nos han acompañado, muchos mayores que están aún con el paso de los años, otros ya partieron. De mi hija nadie se olvida, siento que ella está presente en todos los hogares. Una mamá que vino de otra provincia una vez me dijo: "Mirá Ada que María Soledad ya no es tan solo tuya, ya es de todos nosotros, de todos los argentinos y siempre está en cada rinconcito de cada casa". Y es cierto, representa a miles de víctimas de violencia que no tuvieron voz ni justicia. Miren lo que pasó con Cecilia (Strzyzowski) que desapareció en el Chaco, y tantas chicas más como Ángeles (Rawson), Candela (Rodríguez), homicidios muy tremendos, ¿no? Nosotros tuvimos que esperar 8 años, 83 marchas de silencio para conseguir un poquito de justicia, porque tan solo condenaron a dos (N de la R: Guillermo Luque y Luis Tula), cuando sabemos que ahí donde la violaron y la asesinaron había muchos más. Fue terrible el tema del encubrimiento policial y nadie pagó por eso. El jefe de policía Miguel Ángel Ferreyra dio la orden de lavar el cuerpo para borrar rastros. Y los jueces que se hicieron señas entre ellos y se tuvo que postergar el juicio, una vergüenza. Gracias a Dios estaba el fiscal Gustavo Taranto que fue un ejemplo como defendió a mi hija.
-¿Por qué usted no pudo despedirla, Ada?
-Nunca me voy a olvidar de eso. Quería que le pusieran el uniforme del colegio que tanto amaba. Yo también estudié en ese colegio, soy maestra, pero cuando nació mi cuarta hija ya no ejercí. Y para mí era un honor que ella fuera allí y que tuviera ese uniforme. Pero no la pudieron vestir por el estado en que estaba. Entonces la envolvieron con mortaja, un manto blanco. Elías, el padre, sí la pudo ver, pero a mí la policía no me lo permitió. Como madre tenía derecho de verla a mi hija, haya estado como haya estado. Un agente se interpuso y prácticamente me ordenó que me quedara en mi casa. Recuerdo que entonces le dije: "Pero soy la madre, la llevé nueve meses en el vientre, yo la parí. ¿Por qué no me dejan verla a mi hija?". Nadie me respondió, me evitaban para que el tiempo pasara y no pudiera reencontrarme con ella. ¿Saben? El papá nunca pudo superar el dolor porque él la había llevado hasta el boliche para que disfrutara de la fiesta junto a sus compañeras. Y después verla como la vio para él fue insuperable. Siempre que yo le preguntaba cómo estaba cuando fue a reconocerla, él se iba para que yo no sufriera y me decía: "Ay, mirá, tengo que ir a hacer esto. Ya vuelvo, ya vuelvo". Escapaba, nunca me quería contar, lo que debe haber sufrido, pobrecito Elías.
Los padres de María Soledad Morales y las madres del dolor, participan de un acto en su honor.
-¿Los condenados alguna vez se atrevieron a mirarla a la cara durante el juicio?
-Yo no guardo odios ni rencores, ni deseo el mal a nadie, pero esperaba que en estos treinta y cinco años alguno de sus asesinos me hubiera golpeado la puerta para aunque más no sea decirme: "Ada, disculpe, no sabíamos lo que hacíamos". No que me pida perdón, porque a Dios hay que pedirle perdón. Pero como madre sigo necesitando eso, aunque fuera mentira. Pero sucedió lo contrario, siguieron con la descalificación, hasta sus familias nos cuestionaron como padres.
-¿Nunca se encontró en Catamarca con Guillermo Luque o Luis Tula?
-Solo una vez, hace varios años atrás, cuando Tula tenía la libertad condicional y salía a trabajar. Eran las 17:30, casi 18 horas, yo estaba con una prima mía. Recuerdo que ella dio un grito: "¡El Tula!" Yo lo vi también, quedé paralizada. Paralizada. No podía hablar, no podía decir nada. Ese día le pedí a Dios que nunca más me tenga que encontrar con ninguno de los asesinos o de los encubridores del crimen porque fue algo terrible. Lo mismo les pasa a mis hijas mujeres. Ellas si por ahí lo ven les agarra de inmediato una crisis de llanto, un ataque de pánico. Yo les sugiero que nunca le digan nada, pero que no agachen la cabeza, que la mantengan erguida porque ellas no han hecho ningún daño. Quisiera que alguno de los que la mataron se acerque al cementerio a pedirle perdón a mi hija por todo el daño que le hicieron.
-Ada, ¿sigue tan fuerte su vínculo con la hermana Marta Pelloni?
-Sí, sí sí. Me llamó como siempre el 8 de setiembre por el aniversario de la muerte de Sole desde Santos Lugares donde ella está. Allí siempre la recuerdan con una misa, y todos los domingos rezan por ella. Yo también la llamo y la recuerdo, fue inolvidable lo que luchó para que hubiera justicia. El valor, el coraje que tuvo para enfrentarse a todo. Porque ella sí que las pasó todas, la amenazaron de muerte, la hacían seguir, le intervinieron el teléfono. Y después la trasladaron. Pensaron que trasladándola las marchas de silencio ya no iban a seguir más. Y se equivocaron porque se multiplicaron por todo el país.
-Un muy buen mensaje para futuras generaciones para continuar la lucha contra los femicidas, Ada.
-Eso le quiero decir a los jóvenes si leen esta nota, que tomen el ejemplo de las compañeras de mi hija, que con 17 años apenas no tuvieron miedo pese a que el jefe de policía no quería que salieran a la calle a reclamar. "Igual vamos a salir no nos van a callar", repetían las chicas. Y el clima que se vivía era peligroso, no resultaba fácil. "Hermana, nosotras vamos a la calle", le decían a Pelloni. Ella les respondió: "Bueno, pero en silencio". Así nacieron las marchas con ese nombre. Tomen como ejemplo a estas chicas. El silencio pudo mucho más que la violencia.
-¿Usted cómo pudo seguir adelante?
-Como pude, con el dolor a flor de piel. Mi familia nunca recibió ayuda psicológica. Quedamos muy mal. Necesitábamos contención. Cada vez que hablamos del tema con sus compañeritas que hoy son mujeres de 52 o 53 años lloran, me abrazan, ellas también sienten el dolor a flor de piel. Me dicen que soy su madre del corazón y yo lo siento así, como que son mis hijas queridas. Mi amada Sole hubiera cumplido 53 el 12 de setiembre.
-¿Qué huella le gustaría dejar a través de su lucha por justicia?
-Que no haya ninguna otra María Soledad en ninguna parte del mundo, especialmente en Catamarca y en mi país. Basta ya de crímenes por Dios, basta. Les cuento algo, el día del aniversario del crimen me levanté temprano porque mi nieta espera el colectivo que pasa a las 6:25 más o menos. Y bueno, salí hacia el frente de mi casa, yo estoy sobre la ruta. Y recordé esa misma mañana con un amanecer clarito cuando esperaba que Sole regresara después del festejo que hicieron para recaudar fondos para el viaje de egresados. Pero no ocurrió. A esa altura mi hija ya estaba muerta.
Nota: INFOBAE