A veces la Libertad retrocede
Ante el tan reiterado uso de la palabra libertad, creo oportuno recordar algunas consideraciones que a veces caen en el olvido.
El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana. No se debe restringir el significado de la libertad, considerándola desde una perspectiva puramente individualista y reduciéndola a un ejercicio arbitrario e incontrolado de la propia autonomía personal: lejos de perfeccionarse en una total autarquía del yo y en la ausencia de relaciones, la libertad existe verdaderamente solo cuando los lazos recíprocos, regulados por la verdad y la justicia, unen a las personas. La comprensión de la libertad se vuelve profunda y amplia cuando ésta es tutelada, también a nivel social, en la totalidad de sus dimensiones. (Cfr. CDSI, 199)
Es decir que lo que a veces se llama libertad no siempre concuerda con esta concepción, sino que, incluso, va en contra de ella. Como todo valor y como toda realidad humana, la libertad no está aislada; es un valor a cuidar y cultivar sin que por ello se vaya en contra o se descuide a otros valores como la justicia, la paz, la verdad y la caridad. No es justo que el ejercicio de la libertad de unos vaya en contra de aquellas condiciones básicas que, de no darse, atentan contra la dignidad humana. No se condice con la verdad una concepción meramente individualista porque niega de plano los efectos sociales de un ejercicio irrestricto de la libertad. Estos avasallamientos no contribuyen a la paz social, a la buena convivencia, a la armonía necesaria. Y no me refiero a la caridad como la dádiva, generosa o no, para ayudar a quienes lo necesitan, sino a aquello que nos lleva a relacionarnos con los demás con lazos fraternos.
Tal vez ocurra que el concepto de sociedad esté muy diluido, muy desfigurado en medio de una exacerbada concepción del yo. Pero, nos guste o no, la sociedad existe y en ella existimos nosotros. Por eso es que las libertades individuales no pueden pasar por encima de las necesarias garantías sociales
Reitero lo que escribí hace un tiempo y que no ha perdido vigencia: "Reconocer la función subsidiaria del Estado, no perder de vista el bien común y promover la solidaridad y la fraternidad como modo de vida en la sociedad, no significa negar la libertad individual, la iniciativa económica ni el esfuerzo personal, sino, en todo caso, reconocer que la dignidad de la persona humana, de todas las personas, no puede quedar supeditada a la mano invisible del mercado, una mano invisible porque no se la ve, pero que muchas veces también es no vidente porque no ve."
Y es que si retroceden los otros valores, entonces también retrocede la libertad.