"En casos de bullying, la escuela no tiene que estar tan atenta a los protocolos sino a la prevención"
El especialista en bullying, Alejandro Castro Santander, explicó en Radio Jornada el fallo de la Justicia que obligó a la DGE a pagarle a una alumna que sufrió acoso escolar
Un reciente fallo judicial ordenó a la DGE indemnizar a una familia cuya hija fue víctima de bullying durante el quinto grado en una escuela de Mendoza. La Justicia consideró que la institución educativa no tomó las medidas necesarias para prevenir ni frenar las agresiones que la alumna sufrió, lo que derivó en secuelas psicológicas graves. El caso visibiliza una problemática que persiste en las aulas argentinas y que muchas veces se minimiza o se intenta resolver sin la debida intervención.
Sobre esta situación dialogó con "Matinal" en Radio Jornada 91.9 el psicopedagogo e investigador Alejandro Castro Santander, referente en temas de convivencia escolar y violencia. A partir del fallo, el especialista reflexionó sobre el abordaje del bullying en el sistema educativo y en la justicia, y advirtió sobre la urgencia de pasar de la reacción a la prevención sostenida.
"En casos de bullying, la escuela no debe estar tan atenta a seguir protocolos, sino a actuar a través de la prevención", aseveró.
El bullying escolar deja secuelas profundas en la autoestima de niños y niñas
Un problema estructural que llega tarde a las escuelas
Para Castro Santander, si bien el fenómeno del bullying comenzó a estudiarse hace más de 50 años, en América Latina -y particularmente en Argentina- su incorporación al ámbito educativo ha sido tardía y fragmentaria. "En nuestro país se empieza a tratar el tema de forma más firme recién después del caso de Carmen de Patagones, en 2004, y aún hoy cuesta mucho intervenir de manera efectiva", señaló.
El especialista advirtió que muchas veces las escuelas no cuentan con formación suficiente para abordar estas situaciones y que, cuando las respuestas institucionales son ineficaces o inexistentes, las familias recurren a la Justicia. "Los sistemas educativos son reacios a que se judicialicen estos casos, pero cuando no hay acción real, no queda otra salida", explicó.
La violencia escolar como reflejo de un entorno violento
Lejos de circunscribir el bullying a la escuela, Castro Santander lo ubicó en un contexto más amplio: "Los chicos aprenden en distintos niveles -la familia, el barrio, los medios- y lamentablemente, en Latinoamérica, que sigue siendo la región más violenta del mundo, esos aprendizajes muchas veces van en esa dirección".
Según el especialista, la violencia no aparece de un día para otro, sino que es un proceso que empieza con conflictos y escaladas de poder. "El bullying implica abuso, sumisión. Es asimétrico. Por eso no es lo mismo que un conflicto entre pares. Y muchas veces se lo trata como si lo fuera", sostuvo.
Prevención, testigos activos y diálogo familiar
Castro Santander insistió en que la clave para frenar el acoso escolar es la prevención sistemática. "Así como hacemos simulacros por sismos, deberíamos tener prácticas regulares de convivencia en todas las escuelas. No basta con reaccionar después de que el daño está hecho", subrayó.
Destacó además el rol de los testigos: "En vez de ser espectadores pasivos, hay que prepararlos para intervenir con empatía y responsabilidad". También advirtió que la familia cumple un papel central: "Es clave estar atentos a cambios de conducta y generar un hábito de diálogo, porque muchos chicos no hablan por miedo o porque no confían en los adultos. En nuestras investigaciones vemos que casi el 40% de las víctimas no dice nada".
Las secuelas del bullying y el otro lado del agresor
En cuanto a las consecuencias, el especialista no dudó: "Las secuelas pueden ser gravísimas. Hay casos de internaciones en salud mental. A veces, los chicos no vuelven a ser los mismos. Una madre dijo una vez: ‘Traje un hijo feliz y me lo llevo roto'. Eso lo resume todo".
También reflexionó sobre el rol de quien ejerce el bullying: "No es un perverso. En general, es un chico que aprendió que ejercer poder funciona. Pero también puede cambiar. Si no se lo acompaña, ese patrón se puede repetir en su vida adulta e incluso derivar en conductas delictivas".