Entrevista en Radio Jornada

Eduardo Rodríguez, heredero del oficio de lustrador de zapatos, una actividad en extinción

Desde niño aprendió de su padre y tíos en la peatonal de Mendoza. Hoy sigue lustrando zapatos en la ciudad

Redacción

En Mendoza, todavía es posible encontrarse con personas que mantienen vivos oficios que parecen quedar atrás. Eduardo Rodríguez es una de ellas: lustrador de zapatos desde niño, heredero de una familia que hizo de este oficio su forma de vida, sigue trabajando con dedicación en la esquina de Pedro Molina y Mitre.

En una entrevista con "Matinal" en Radio Jornada 91.9, Eduardo compartió detalles de su historia, la técnica de su trabajo y cómo, a pesar de los cambios en la ciudad y la moda, mantiene vivo el legado familiar que aprendió de su padre y sus tíos.

El legado de la familia Rodríguez

Eduardo Rodríguez pertenece a una familia que, durante décadas, se hizo conocida en la peatonal mendocina por su oficio de lustradores de zapatos. Su padre, Luis Rodríguez, y sus tíos comenzaron en los años 80, atendiendo a clientes que iban desde oficinistas hasta bancarios y funcionarios. En ese tiempo, las filas para lustrarse eran comunes; los clientes valoraban la técnica, la atención y el cuidado que los Rodríguez ponían en cada par de zapatos.

Hoy, Eduardo continúa esa tradición. Con más de 20 años de experiencia, mantiene un puesto fijo en la esquina de Pedro Molina y Mitre, donde atiende principalmente a abogados, arquitectos y vecinos del barrio. Aunque la demanda ya no es la de antes, él sigue trabajando con el mismo esmero y dedicación que caracterizó a su familia.

Un oficio que resiste al tiempo

Antes, los lustradores eran parte de la rutina urbana. Hoy, la moda cambió y los zapatos fueron reemplazados por zapatillas, haciendo que este oficio casi desaparezca. "Antes se hacían colas para lustrarse; hoy son tres o cuatro lustradas en la mañana", cuenta Eduardo.

A pesar de la baja en la cantidad de clientes, él sigue firme. Cada lustrada cuesta 4 mil pesos y, en un buen día, puede realizar entre tres y veinte, dependiendo de la jornada. Incluso complementa su trabajo con la venta de cordones y plantillas, pequeñas estrategias que permiten mantener el oficio como principal fuente de ingresos.

Un oficio artesanal que tiene sus secretos

Más allá de ser un trabajo de subsistencia, el lustrado es un arte. Eduardo habla con precisión sobre capas de pomada, anilinas, cepillos de pelo de chancho y líquidos especiales para distintos tipos de calzado. Cada zapato que sale de sus manos refleja paciencia, técnica y dedicación.

"No cualquiera sabe hacer esto", asegura. Cada detalle, desde la aplicación de la cera hasta el tiempo que deja reposar el cuero, marca la diferencia. Lo que para muchos es solo brillo en un zapato, para Eduardo y su familia es tradición y cuidado artesanal.


De Bolivia a Mendoza: una historia de vida

Eduardo nació en Bolivia y desde muy pequeño aprendió la importancia del trabajo. A los cinco años, en una situación difícil con su familia, fue llevado a trabajar en un café donde le enseñaron los primeros pasos del lustrado. Desde entonces, ese oficio lo acompañó toda la vida.

Hoy, más de dos décadas después, mantiene vivo el legado de su familia en Mendoza, recordando a su padre, a sus tíos y a los antiguos lustradores de la peatonal. En cada lustrada, no solo entrega un zapato limpio, sino también un pedazo de historia urbana, tradición familiar y oficio artesanal que resiste al paso del tiempo.

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