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VAR en el fútbol: Quién controla a los que controlan

12/07/2020 22:08

Si hay algo que no cambió en el regreso del fútbol tras la pandemia, aunque en la Argentina todavía no haya ocurrido, es que la tecnología sigue siendo utilizada, y de manera cada vez más burda, para favorecer a los equipos poderosos, ahora sin la presencia de un público “amenazante” que pudiera ejercer presiones en las decisiones arbitrales

Por Sergio Levinsky, desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Sorprende que con estadios vacíos –porque sólo aparecen llenos a partir de programas virtuales que hacen creer a los seguidores que el producto final puede ser maquillado hasta ese punto-, y con la imagen como aliada desde la TV o internet, los fallos sean, en la liga que sea, tan burdos a favor de los que más tienen, y que sea a la vista de todos y con distintas cámaras que pueden ofrecer ángulos diferentes en los que aparece nítidamente reflejada la injusticia.

Cuando comenzó el debate sobre si el fútbol debe aceptar la tecnología, fuimos de los que estuvimos siempre del lado de la ciencia. Repetimos hasta el cansancio, y hasta lo hemos escrito en estas mismas páginas, que si el básquetbol, el tenis, el atletismo, el rugby, se han tenido que adaptar a los cambios tecnológicos, el fútbol parecía muy atrasado, atado a viejos preceptos, y jugado completamente a mantener la polémica tras los partidos como leit motiv para mantener intactas las pasiones.

Así es que han ocurrido injusticias de toda clase, con goles que no se cobraron, penales que se otorgaron a quienes no lo merecían, fueras de juego que no fueron o los que sí fueron pero no se llegaron a ver. Así se llegó a definir una final en un Mundial (Inglaterra 1966) o incluso, se convalidaron goles que no debieron ser (como el de Diego Maradona a Inglaterra con “la mano de Dios” en México 1986).

Sin embargo, aunque se aplaudió la llegada del VAR, ahora hay que preguntarse algo fundamental: ¿quién controla a los que controlan? Antes de los partidos, nos suelen mostrar una cabina en la que se ubican los llamados “AVAR” (asistentes del VAR), que son los que indican  al juez de los partidos si hay jugadas para revisar.

Y aquí comienzan las interpretaciones del juego que dan lugar a infinitas dudas. La primera es qué clase de formación y conocimientos tienen los que ayudan al árbitro, porque reiteradas veces, observamos cómo es claro que el fallo es evidentemente erróneo, todas las cámaras desde todos los ángulos lo certifican, y sin embargo, se convalida la injusticia.

Cabe recordar un aspecto muy importante en este punto. Este periodista estuvo presente, junto al colega Roberto Suárez, ex director de este medio, cuando se llevó a cabo durante el Mundial 2018, en Moscú, la conferencia de prensa de Pierluigi Collina y Massimo Busacca, a cargo del Comité Arbitral de la FIFA, quienes dijeron taxativamente que se recomienda a los árbitros a ir ellos mismos a observar las imágenes de las jugadas en duda “por una cuestión psicológica de ser quienes manejan los partidos y no sus colaboradores”, pero pocos son los que cumplen y al final, terminan cobrando lo que se les indica por el auricular.

Durante este fin de semana hemos observado algunos penales aberrantes: uno cobrado en la Serie A italiana, en el que la pelota pega en el brazo del defensor, que los tiene contra su cuerpo y que a todas luces quiere retirarlo pero físicamente le es imposible, y acaso la única manera de conseguirlo sería cortándoselo. Pero no hubo nada que hacer. Penal.

Otro tiro desde los doce pasos, pero en la Premier League, llegó a partir de una mano de un jugador que se encontraba con sus dos pies fuera del área, a más de medio metro afuera, pero que luego el VAR demostró que la proyección en línea punteada de su codo demostraba que éste se encontraba dentro del perímetro punible. Penal y a cantarle a Gardel.

Y si nos atenemos al eterno penal para el Real Madrid, un equipo que desafía a la estadística porque debe haber sido favorecido por el VAR en el 99 por ciento de los casos, huelgan los comentarios.

Asistimos a un reemplazo del sentido común del fútbol por reglas sometidas al arbitrio de la geometría, y es nítido que la FIFA comienza a admitir que es tal su incapacidad por encontrar una salida a tanta falta de conocimientos por parte de los que dirigen, que entonces es preferible cobrar penal ante cualquier mano que se interponga a una pelota que va camino del gol, como modo de lavarse las manos ante cualquier situación polémica que se presente, como si no hubiera que juzgar la intención, o como si alguien que se resbala y cae al suelo, y entonces toca la pelota con la mano, debe sufrir una pena tan grande en contra de su equipo.

Pero desde el punto de vista filosófico hay otra pregunta pendiente: ¿Con qué derecho, quien arbitra un partido entre dos equipos, que acaso se están jugando mucho en ese partido, puede interponerse para cambiar un fallo del que los dos rivales están de acuerdo? ¿Esa es una función esperable del árbitro? Si un gol es festejado por el equipo que lo convirtió, y es padecido y aceptado resignadamente por el que lo recibió, ¿por qué alterar la ecología de lo que todos (jugadores, público, cuerpos técnicos, bancos de suplentes) aceptaron?

Este periodista asistió a mediados de los años noventa a un tremendo gol de más de media cancha del arquero paraguayo José Luis Chilavert a River en la cancha de Vélez en la que ocurrió un hecho maravilloso: la pelota estaba en campo de Vélez. Enzo Francéscoli y Raúl “Pacha” Cardozo chocaron y cayeron al suelo. Chilavert, que estaba unos metros detrás, notó que la pelota seguía en juego aunque todos (jugadores y público) esperaban que el árbitro (Carlos Mastrángelo) cobrara falta ara alguno de los dos. Y entonces, el gran arquero guaraní, vio que a lo lejos, del otro lado, su colega Germán Burgos estaba adelantado, y le pegó fuerte y con dirección, y la pelota se introdujo en el arco de River de emboquillada. Probablemente, hoy esa jugada habría ido al VAR, a la espera de “algo” que alterara lo que ocurrió. En aquel tiempo, unos festejaron y los otros se resignaron.

El VAR, creemos, es un instrumento para ayudar al árbitro en el caso de duda, o de mediar en el caso de que hubiese un reclamo de una de las partes, que deberían en el futuro, y como en otros deportes, tener la posibilidad (limitada a una o dos oportunidades) de reclamar fallos adversos, pero comienza a entrar en una zona peligrosa cuando se mete sin permiso, “de oficio”, y, no por casualidad, para favorecer siempre a los mismos.

De esta forma, llegamos a una instancia, a pocos años de su implementación, por la que el poder del fútbol fue consiguiendo que si antes un responsable tenía una cara, era ubicable (el árbitro), ahora en muchos casos ya pasa a ser la cabina, una suma de voluntades que como en el pelotón de fusilamiento, no es del todo identificable porque uno de los rematadores no tenía bala en su arma (la cabina de los AVAR).

Si el uso de la tecnología transcurre por este camino, no deberemos preguntarnos quién controla el partido, sino quién controla a los que lo controlan, o aún peor, quién o quiénes controlan a los que controlan al que controlan, y a este ritmo, la responsabilidad se esfumará, y todos a casa, a tragar los fallos aunque cada vez creamos menos en la justicia.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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