Si en el teatro griego convivían la tragedia y la comedia, en cierta forma podría decirse que el fútbol reproduce parte de aquello desde fines del Siglo XIX con una condición diferente, y es que los espectadores no sabrán hasta el final cuál de las caras será la que lo represente, y que, si es hincha, es decir, si está involucrado en el acontecimiento, supone que con su aliento puede torcer el espectáculo hacia un resultado u otro.