El gran ícono del siglo XX
El gran escritor estadounidense Norman Mailer conto como pocos que son la vida, la muerte, Estados Unidos, el mundo y tambien el boxeo, en el que aplico con maestria sus oficios de escritor y periodista, especialmente cuando fue a Kinshasa, Zaire, para escribir sobre el combate en el que Muhammad Ali vencio a George Foreman, el 30 de octubre de 1974, por el titulo mundial de los pesados.
Por Roberto Suárez. Especial para Jornada
A modo de tributo y de memoria para Mailer, van algunos parrafos que todavia impactan: “Estaba solo en el ring, el aspirante retando al campeon, el principe en espera del pretendiente, y a diferencia de otros boxeadores que languidecen en los largos minutos previos a la aparicion del poseedor del titulo, Ali parecia disfrutar como un rey en su indiscutida posesion del espacio. No solo no parecia tener miedo, sino que daba la impresion de estar al borde mismo de la felicidad, como si la disciplina de pasar dos mil noches durmiendo sin su titulo, despues de que se lo arrebataran sin haber perdido un combate –que para un boxeador es sin duda una frustracion equivalente al impacto que provocaria escribir “Adios a las armas” y no poder publicarlo–, hubiera sido una prueba biblica de siete anos al final de la cual llegara con lo fundamental de su honor, su talento y su deseo de grandeza intacto y radiante.
Parecía completamente listo para pelear con el hombre mas fuerte y mas cruel que se viera en muchos anos en los círculos de la categoría de peso pesado. Termina su cronica escribiendo: “Muhammad Ali es el mayor ego de Norteamerica. Y tambien es la mas veloz personificacion de la inteligencia humana hasta el momento habida entre nosotros: es el mismisimo espiritu del siglo XX, es el principe del hombre masa y los masivos medios de comunicacion”.
Es bueno recordar esta cita de Mailer en este mes de junio en que se cumplen 8 años desde que Muhammad Ali dejo lo terrenal para trascender al mundo de los inolvidables. Fue el hombre que se inventó varias veces a sí mismo y reflejó los traumas y conflictos de los Estados Unidos de su época, murió un 6 de junio, de 2016, en un hospital en Phoenix (Arizona) a los 74 años. El boxeador llevaba 32 años batallando contra la enfermedad de Parkinson, un desorden del sistema nervioso que afectaba sus movimientos.
Fue, sin dudas, el mayor deportista del siglo XX. Nombrado “Rey del Boxeo Mundial”, distincion que se le otorgo en el marco de la inauguracion de la 50 convencion anual del Consejo Mundial de Boxeo. “Soy el rey del mundo”, decia el, y fue cierto. No solo nadie redefinio el deporte como Ali, sino que nadie lo trascendio como el, como afirma John Carlin.
Para muchos fue el mejor de la historia. Trascendio boxeando, y lo hizo a lo grande. Pero tambien como hombre, como gran defensor de su raza, y fundamentalmente como un gran pacifista. Sin ser un activista politico, ni social, su caracter contestatario le hizo enfrentarse a la reaccionaria America blanca de los anos 60, y se convirtio en un simbolo de rebeldia para los afroamericanos que peleaban por sus derechos civiles mas basicos.
Así estableció su alegato, imborrable en la historia, para negarse a ir a la guerra de Vietnan: “Por que me piden ponerme un uniforme e ir a 10.000 millas de casa a arrojar bombas y disparar balas a gente de otra piel mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples?”.
“No voy a dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nacion simplemente para continuar el dominio de los esclavistas blancos”. “Pregunten lo que quieran sobre la guerra de Vietnam que siempre les cantare esta cancion: “no tengo problemas con los vietcong, porque ningun vietcong me ha llamado ‘nigger’ (la forma despectiva de negro)”.
Luego de su ultima pelea, su coraje, su fino estilo y demoledora pegada en el ring, y sus posiciones contestatarias y de protesta, siguieron siendo poderosos simbolos de una epoca dorada del boxeo y un momento crucial en la historia contemporanea de los Estados Unidos.
Tras su retiro, Ali se involucro en muchas causas humanitarias, y siguio desafiando al sistema politico de su pais con visitas a Corea del Norte, Afganistan, Cuba e Irak, entre otras naciones. En 2005 recibio la Medalla de la Libertad, el mayor honor que pueda recibir un ciudadano estadounidense.
En 1996, a pesar de los temblores causados por la enfermedad de Parkinson, encendio la antorcha olimpica, simbolo de la paz mundial y la unidad, en la ciudad de Atlanta, precisamente donde fue considerado un ciudadano de segunda clase.
Cassius Marcelus Clay Jr, luego Muhammad Ali, flotaba como una mariposa y picaba como una abeja. Su boca llego a ser mas letal que su gancho de izquierda o su jab. El bailaba, el jugaba y se burlaba, el demolia. Pero aun habia algo mas en Ali que su mero carisma. Algo que quiza fue definido de la mejor manera por Floyd Patterson, uno de los grandes rivales de Ali: “Al final entendi que yo no era mas que un boxeador y que el, en cambio, era historia”.
En su obra maestra, “Rey del mundo”, David Remnick, ganador del premio Pulitzer, le pregunta en una entrevista como le gustaria que la gente lo recordara y el viejo Ali le responde: “Como un negro que gano el titulo mundial de los pesos pesados y que tenia sentido del humor y que trato a todos con justicia. Como un hombre que nunca miro por encima del hombro a quienes asi lo miraban a el y que ayudo a tantos de los suyos como le fue posible, no solo financieramente, sino tambien en su lucha por la libertad, por la justicia y por la igualdad. Como un hombre del que los suyos no se avergonzarian”.