Lionel Messi ya es Leo.

Tardó en deconstruirse para luego construirse a si mismo.

Y aquí está, dueño absoluto de su propia identidad.

Es quien quiso ser.

Es quien lo logró.

Le costó romper con los moldes.

Ser o no ser, esa fue la cuestión.

Y es.

Falible como todo ser humano.

Un penal marrado no es el caos.

Hubiese sido caótico que se hubiera derrumbado.

Pidió un tiro libre, midió, se preparó, lanzó y falló.

Escuchó cánticos desaprobatorios de sus propios fans.

¿Cuántas veces le habrá sucedido lo mismo?

Esos cantos hostiles le recargaron la energía.

Se mostró, recibió, controló, encaró, ganó y perdió en proporciones idénticas.

Un gladiador no sucumbe cuando yace caído.

Un gladiador saca lo mejor de sí y se retempla.

Un gladiador se yergue.

Un gladiador nunca se resigna a dejar de serlo.

Lionel Messi va a encontrar nuevos desafíos.

Lionel Messi no es parte de la historia.

Lionel Messi sabe que Leo le pide un esfuerzo más.

Lionel Messi conoce el sabor de una Champions.

Leo quiere probar el sabor de otra Champions.

Y Leo se reserva el derecho a su sueño máximo: alzar y probar otra, pero en Qatar.