La Vendimia sinfín
En una provincia conservadora como Mendoza tal vez no haya mejor representación de ese conservadurismo que la Fiesta Nacional de la Vendimia
En una provincia conservadora como Mendoza tal vez no haya mejor representación de ese conservadurismo que la Fiesta Nacional de la Vendimia. Y como buen ícono, los sucesivos gobiernos buscan entonces incomodar lo menos posible aquello que se supone es parte de las tradiciones de una sociedad a la que cada dos años también le pide el voto.
Por el contrario, la política busca sacar provecho de tanta algarabía popular y hacer de cuenta que pese a la crisis eterna y la malaria enquistada celebrar nunca viene mal. Y que en todo caso, queda el resto del año para la queja y la mala onda.
Sin embargo, nunca los planes son perfectos como tampoco lo son las sociedades ni sus dirigentes, que conocedores del paño, también saben que Vendimia es una gran vidriera nacional y una excepcional plataforma de exhibición de demandas: desde sindicales a sociales. Y por ende, la razón cruje y la tentación, manda.
Esta vez no será la excepción: algunos gremios estatales ya anunciaron movilizaciones coincidentes con los actos oficiales, hasta alguna que otra “contramarcha” con quejas por las paritarias aún en discusión, o la clásica protesta antiminera, que sin embargo no repara en el uso poco eficiente que del agua también hacen otras industrias, como el mismo agro.
De todas formas, este año la teatralización vendimial parece haber alcanzado el paroxismo, luego de que un municipio eliminara por ordenanza la elección de la reina departamental y se sucedieran una serie de situaciones que rayan con el absurdo al concluir en un fallo de la Corte Suprema de la Provincia que se expidió (previa intervención de la Fiscalía de Estado) sobre si una joven debía o no ser la reina oficial de Guaymallén. Por lo pronto, dado su carácter no oficial, se la denominó popularmente como "blue", en la expresa metáfora de un país que piensa en el dólar hasta cuando no hay dinero involucrado.
Resulta absurdo el sólo pensar que tantos recursos y tiempos tan escasos de un poder tan cuestionado del Estado, como es la Justicia, se hayan tenido que involucrar para saldar semejante demanda. Mucho más cuando la sociedad atraviesa fuertes debates sobre el rol de las mujeres y lo que la cultura (y con ello Vendimia) también ha hecho de ellas, al exponerlas y clasificarlas según su aspecto físico.
Lo cierto es que estamos en Vendimia y más o menos lejos de las polémicas con capas y coronas, oficialistas y opositores buscarán tener buenas cosechas estos días.
Por lo pronto, los radicales mostraran músculo en Mendoza y particularmente en San Rafael donde confluirá gran parte de la dirigencia nacional que se dará cita para mostrar unidad tras algunas desavenencias internas en Juntos por el Cambio y con el objetivo declarado de recuperar la intendencia: en poder del Justicialismo, a través de los hermanos Félix, desde 2003.
El peronismo, por su parte, se recostará en la visita de algunas figuras nacionales como los ministros Julián Domínguez (Agricultura) y Matías Lammens (Turismo) que buscarán suplir el faltazo de sus dos máximas figuras: Alberto Fernández y Cristina Kirchner, tal vez sabedores que Mendoza es territorio hostil para el kirchnerismo como quedó demostrado en las elecciones del 2021.
Entre brindis y otros seguros reclamos sectoriales de la industria vitivinícola que el gobierno de Rodolfo Suarez entiende le corresponden a las deficiencias macroeconómicas y otras políticas restrictivas implementadas desde la Nación (que le quitan a los bodegueros capacidad de expansión y competitividad), la Vendimia 2022 dejará su sello inalterable de controversias y catarsis social, pero en definitiva, pese al tono dramático, nada tan urgente que no pueda esperar hasta marzo del año próximo para recordarse.
En todo caso, si nada ha de cambiar, todo será posible de seguir siendo repetido hasta el infinito. Vendimia sinfín de una provincia siempre en deuda.