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Cornejo rema en la incertidumbre del vínculo con la Nación

Si bien el Gobernador suscribe la meta del déficit cero, entiende que eso solo no alcanza, y teme que si no prima la negociación, el ajuste (además de la clase media) lo pagarán las provincias para que la Nación se luzca. 

05/04/2024 10:46
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El postergado encuentro entre los gobernadores del (¿ex?) Juntos por el Cambio (JxC) y la Casa Rosada se materializó este jueves con una reunión de difusa agenda y de mutuas necesidades.

Los mandatarios provinciales están alarmados por la caída de los fondos nacionales  que impone el eslógan "No hay plata..." y el impacto que eso puede tener en sus administraciones, mientras que Javier Milei entiende que debe sumar voluntades para concretar la aprobación parlamentaria de la Ley Ómnibus (aunque en su versión más acotada) pero en especial del estratégico paquete fiscal. Pero también, que Diputados no siga el ejemplo de Senadores y rechace (y por ende sepulte) el mega DNU con el que el libertario pretende modificar el régimen económico del país.

Está claro que tanto al Ejecutivo nacional como a los gobernadores nos los une el amor, sino el espanto al kirchnerismo; pero es demasiado el ruido generado en tan poco tiempo en una relación que sabe tanto de hipocresías como de disciplinamiento. En todos los casos y en todos los gobiernos, las provincias han negociado apoyos y acuerdos en pos de beneficios, aunque todo eso hoy se pueda poner en duda.

Es que no sólo el estilo disruptivo del Presidente, sino también su audacia discursiva, suelen atentar contra la posibilidad de establecer puntos de encuentro entre necesitados. De hecho, en una reciente entrevista con la CNN, Milei no dudó en quejarse de la supuesta mala fe de los provincianos. Un umbral de desconfianza que en un minuto se torna en un abismo.

Sin embargo, es el efecto motosierra y la básica lógica economicista la que pone reparos en los objetivos de unos y otros, estableciendo en números más distancia de la que aún podrían significar las palabras.

En ese contexto, y no exento del desconcierto general, Alfredo Cornejo ha evitado confrontaciones públicas con Milei y acompaña lo que él denomina "un cambio de rumbo para el país" que estima necesario. Aunque no por ello desee aparecer como "mileista". Un delicado equilibrio no exento de costos pero que aún son de bajo riesgo, en especial por el resguardo que ofrecen las encuestas al estilo presidencial.

Las urgencias de caja tras la caída de los fondos del transporte así como del incentivo docente ha forzado soluciones que el gobernador ofrece, a partir de la restitución de Ganancias o la coparticipación del impuesto País. Alternativas que se pusieron sobre la mesa aunque todavía no haya acuerdo definitivo, incluso entre los mismos gobernadores cambiemitas.

Siempre sin forzar ni sobreactuar, Cornejo quiere dejar las cuentas en claro y si hay ítems o partidas que no llegarán más, que al menos se liquide lo adeudado o que se deje de percibir tributos que ya no se reinvertirán en Mendoza, como es el caso del impuesto a los combustibles que debería ir al subsidio del transporte público (hoy suspendido) o a la reparación de rutas y caminos (con la obra pública paralizada).

La promesa de aval en el Congreso y la posterior suscripción del Pacto de Mayo operan como el anzuelo para el cumplimiento de los anhelos de las provincias y la Nación. Pero es tal la incertidumbre que las definiciones escasean y los compromisos se esconden como también los acuerdos posibles.

Si bien Cornejo suscribe la meta del déficit cero, entiende que eso solo no alcanza, y teme que si no prima la negociación, el ajuste (además de la clase media) lo pagarán las provincias para que la Nación se luzca. 

En ese mar tan complejo, el gobernador sabe que aún no es tiempo de exponer otras diferencias que no sean las que las elecciones dejaron establecidas. Y que si fuera necesario, habrá tiempo para correrse. Ni tan lejos del calor como para que aparezca el frío; ni tan cerca del fuego como para que te queme, parecería ser la prevención.

Mientras tanto, el remo no sólo exige fuerza, sino también la inteligencia del impulso, el ritmo de la marcha y la intensidad de cada brazada; más que para llegar primero, para sostener el barco a flote. Aunque las aguas bajen turbias y todavía no se pueda determinar la velocidad de la corriente adversa.

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