Desde el veinticinco de mayo, cuando Federico Germán Scattareggi, de cuarenta y nueve años, fue asesinado en su panchería en Godoy Cruz, la situación del principal acusado no ha dejado de empeorar. Ángel Buenaventura, un joven de diecinueve años, no solo está acorralado por las pruebas en su contra, sino que en los últimos días la Fiscalía decidió agravar los cargos en su contra. Además, una jueza resolvió que continuará privado de la libertad mientras avanza la causa.

Inicialmente, la acusación era por homicidio agravado por ensañamiento, ya que, según la fiscal Florencia Díaz Peralta, el joven atacó a su jefe con sesenta y cinco puñaladas, muchas por la espalda, causándole un sufrimiento atroz. Sin embargo, el expediente fue ampliado: ahora se le imputa también criminis causa y robo, lo que implica que, para los investigadores, mató a Scattareggi para encubrir el robo de una morral con la recaudación del día y el teléfono celular de la víctima, desde el cual habría gestionado un préstamo digital que transfirió a otra cuenta.

Prisión preventiva para el acusado

Este miércoles, se llevó a cabo una audiencia clave solicitada por la fiscal de Homicidios. Allí, Díaz Peralta detalló el cúmulo de pruebas en contra del acusado: registros de ADN, grabaciones de cámaras de seguridad y otros elementos que lo ubican en el lugar y el momento exacto del crimen. La querellante oficial, Jimena Villanueva, respaldó el pedido de mantenerlo detenido.

El material presentado fue tan contundente que su defensor, Juan Manuel Quijano, no formuló objeciones ni pidió que se le conceda prisión domiciliaria, al menos por ahora. Ante esto, la jueza Mirna Montaldi resolvió que Buenaventura permanezca alojado en el penal provincial mientras continúan las tareas investigativas.

El crimen que conmocionó a Godoy Cruz

Federico Scattareggi era dueño del local de comidas Gran Pancho, ubicado sobre avenida San Martín al dos mil quinientos cinco, en el barrio Trapiche. La noche del crimen trabajó como de costumbre, pero nunca regresó a su casa. Su entorno se alarmó, especialmente porque los lunes no solía abrir el comercio.

Ante la ausencia, su hermano se acercó al local y encontró el Toyota Etios del comerciante estacionado en la puerta. El frente estaba cerrado con un candado manchado de sangre. Al ingresar, halló a Federico sin vida, tirado en el piso del baño, con múltiples heridas de arma blanca. De inmediato dio aviso a la policía, lo que dio inicio a la investigación que hoy tiene a Buenaventura como principal sospechoso.