MUNDIAL DE CLUBES

Más cerca de la multipolaridad

Si el mundo del siglo XXI se destaca por la puja de una clase media alta de países para sumarse a las potencias, en este Mundial de Clubes, que acaba de terminar la fase de grupos, la situación es bastante parecida y con una enseñanza clave: cuanto más inversión, más chance de disputarles un lugar a las grandes potencias.

Sergio Levinsky desde Miami

Si en el planeta las dos potencias actuales son Estados Unidos y China, y se conformaron los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) para pasar de un mundo bipolar a otro ,multipolar, en el fútbol, el centro de la acción se encuentra en Europa occidental, donde, por una cuestión de tradición y cultura, se fueron desarrollando los grandes clubes, cada uno a su manera.

Si algunos como el Bayern Munich o el Borussia Dortmund mantuvieron el esquema mayoritario para los socios estableciendo un mix con inversión privada desde empresas con sinergia con el club, otros, como el Inter o la Juventus fueron recibiendo capitales estadounidenses, mientras que el Manchester City o el PSG se transformaron en "clubes-Estado" recibiendo dinero ilimitado de países como Emiratos Árabes Unidos o Qatar, Real Madrid mantiene el esquema tradicional aunque la toma de decisiones es prácticamente un unicato del magnate Florentino Pérez.

Para poder competir contra estos equipos no sólo repletos de estrellas sino que muchas de ellas provienen, principalmente, de Sudamérica o de África, la única forma parece ser la de mantener, a su manera, una alta inversión con un fuerte modelo competitivo en sus ligas, tal como se pudo observar en los equipos participantes no europeos que lograron el pase a los octavos de final.

Lo cierto es que va quedando claro que sin una liga fuerte y competitiva, sin una inversión más en este sentido que en el de transformarse o no en sociedades anónimas -como reclamó en alas redes sociales el presidente Javier Milei, señalando al titular de la AFA, Claudio Tapia. Es prácticamente imposible competir en ciertas condiciones deportivas.

No parece casualidad que una liga fuerte como la vecina del "Brasileirao", que en un país de casi doscientos millones de habitantes, con veinte equipos participantes y treinta y ocho fechas, todos contra todos con partido y revancha, con clubes con inversión privada y otros que son de los socios, pudo colocar a sus cuatro representantes (Palmeiras, Botafogo, Flamengo y Fluminense) en los octavos de final, y lo mismo consiguieron otros equipos de países llamados "alternativos", no europeos, como Rayados de Monterrey (con un entrenador catalán como Doménec Torrent, exayudante de campo de Josep Guardiola en el Manchester City, y jugadores españoles como Sergio Ramos o Sergio Canales, o argentinos como Lucas Ocampos y Esteban Andrada), Inter de Miami o Al Hilal de Arabia Saudita (con muchas figuras de exequipos europeos de primer nivel).

Al Hilal no sólo logró el pase a los octavos de final, donde se medirá contra el Manchester City, sino que logó empatarle al Real Madrid en la primera fecha, y dominarlo en forma sostenida durante el primer tiempo.

Rayados de Monterrey le sacó un empate fundamental a River en su segunda presentación, y ese terminó siendo el partido clave para avanzar, aunque también pudo igualar contra el Inter de Milán, mientras que el Inter de Miami casi le gana al Palmeiras y superó al Porto de Portugal.

En tanto, los cuatro brasileños sacaron buenos resultados ante los europeos y sólo Botafogo fue vencido por un equipo del Viejo Continente, y a falta de diez minutos, cuando cayó ante el Atlético de Madrid, al que eliminó del certamen, y hasta venció al PSG, en uno de los resultados más resonantes del torneo.

En cambio, los dos equipos argentinos, River y Boca, que llegaron al torneo por la ventana del ranking Conmebol, y con planteles que sufrieron salidas significativas en estos años, se vieron en enormes problemas al enfrentar a las potencias como Inter en el caso de los "millonarios" y Bayern Munich, en el caso de los xeneizes. La diferencia, especialmente ante ellos, fue abismal en cuanto a juego, posesión, dinámica y estado físico. Casi como si jugasen a otro deporte. Las distancias pocas veces fueron mayores a las actuales.

Estas diferencias no fueron tan grandes cuando River debió enfrentar a Rayados o Boca, al Benfica, un europeo, pero de la segunda línea.

En cuanto a la situación de las potencias europeas, las cuatro destacadas del torneo fueron Bayern Munich, PSG, Manchester City y Real Madrid, que son las que, todo indica, tienen más chances de ser protagonistas de los cuadros camino a la final.

Manchester City no sólo ganó los tres partidos de su grupo sino que volvió a mostrar esa solvencia y capacidad de ataque de otros tiempos, luego de un año de transición, y quedó muy favorecido con algunas nuevas contrataciones (Reijnders, Marmoush, Alt Nouri) como con el importantísimo regreso de Rodri -último Balón de Oro- luego de una larga lesión.

El Bayern Munich, salvo la inexplicable actuación de la última fecha ante el Benfica, en la que cedió una derrota y la primera colocación en el grupo, mostró su poderío ante el débil Auckland City con el inapelable 10-0 y ante Boca Juniors, mientras que el PSG comenzó vapuleando ( y casi quitando del certamen) al Atlético de Madrid (4-0), aunque luego cayó ante el Botafogo, y Real Madrid, que comenzó empatando sin convencer ante el Al Hilal, pudo aparecer con todo su potencial en el último partido ante Red Bull Salzburgo, con un juego más ofensivo, intentando más movimientos estéticos y el surgimiento de un goleador de la casa como Gonzalo García.

Parece difícil que la Copa salga de estos cuatro equipos, pero al menos, se van acercando aquellos que tienen una liga que los respalde y una buena inversión en la calidad de sus jugadores e infraestructura, los BRICS del fútbol. Sin ellos, el mundo seguirá siendo unipolar, con el total dominio europeo.

En este punto, el fútbol argentino se encuentra en una encrucijada. Si sus dirigentes no logran hacer una buena lectura de lo sucedido, las consecuencias pueden ser las de un mayor alejamiento de la competitividad y con ello, el ostracismo de la mediocridad.

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