De aquellos polvos, estos lodos
Del ejemplo mundial de su hinchada, al papelón internacional de su equipo. Boca Juniors vive un momento de contradicciones entre el "afuera" y el "adentro" del campo de juego, aunque tranquilamente puede decirse que su realidad argentina se trasladó al Mundial de Clubes.
A decir verdad, Boca entró por la ventana del ranking Conmebol -porque no ganó ninguna de las cuatro Copas Libertadores del período que se cuenta, 2021-2024, y ni siquiera jugó la última- y si participó de este torneo de la FIFA es porque ningún otro equipo brasileño podía formar parte por el límite de cupos de países que impuso la entidad madre del fútbol, porque de lo contrario, habría ingresado otro club de ese país.
De esta forma, de los seis participantes sudamericanos, claramente Boca era el sexto en el orden, por debajo de los cuatro brasileños campeones de América entre 2021 y 2024, y de River, mejor ubicado en el ranking y que sí estuvo en las cuatro ediciones del torneo continental mencionado. Lógica pura, Boca es el primer sudamericano en despedirse y el más débil y el más limitado en el juego.Pero hay una segunda lógica, aún más inexorable que la anterior, y pasa por el juego. Boca lleva dieciocho años sin generar un fútbol estético, ofensivo, agradable a la vista, convocante, llamativo. Desde que su actual entrenador, Miguel Russo, dirigiera aquel equipo en el que deslumbró un Juan Román Riquelme recién retornado de Europa y con 29 años, y ganara aquella Copa Libertadores en la que vapuleó a Gremio de Porto Alegre en la final, Boca no volvió a reencontrarse - a lo sumo lo hizo en el primer trimestre de 2020 y otra vez con Russo-, y comenzó a confundir "meter" con "jugar".
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— Boca Juniors (@BocaJrsOficial) June 21, 2025
Su público, en base a fracasos, discursos vacíos de buena parte de una prensa que defiende al club como si fuera una trinchera -como otra lo ataca de la misma manera- fueron generando un acostumbramiento a que "Boca es esto", en el sentido contrario de aquellas revistas partidarias que seguían al equipo, pero no necesariamente lo justificaban -altri tempi- y solían marcar errores, como una cuestión lógica.
Hoy Boca navega entre graves errores filosóficos sobre el juego, enormes frustraciones deportivas, pérdida de identidad alarmante y es presa de una grieta nacional que ata al club de una manera injusta, porque Boca no es K ni es anti K, sino que es un club deportivo con una tremenda historia, que incluye una gran gira por Europa en 1925 que determinó una estrella más en su escudo y un reconocimiento mundial hace exactamente un siglo, como si en este Mundial de Clubes, ese círculo se cerrara de esta manera tan contradictoria.
Si en aquella gira, que determinó que la Asociación Argentina de Fútbol lo nombrara "Campeón de Honor", se gestó el "Jugador Número 12" por el hincha Victoriano "Toto" Caffarena, que acompañó al plantel, ahora otra vez la hinchada resultó fundamental para que el mundo del fútbol se deslumbrara con sus cánticos y su seguimiento multitudinario, pero el equipo no estuvo a su altura, especialmente en el último partido.
Y esto, no puede sorprender a los que siguen el juego de Boca desde hace casi dos décadas. El presente de Boca, en fútbol, es desquiciante. La Bombonera -a la que la comisión directiva amaga remodelar, pero nunca lo termina de concretar y de esta manera pierde decenas de miles de seguidores por fin de semana- ya no es aquel bastión del pasado, y varios jugadores veteranos parecen becarios porque cobran altos salarios sin redondear una decena de presencias en la temporada.
Si un observador futbolero no supiera el presente de Boca y estudiara la lista de los componentes del plantel, se encontraría, por ejemplo, con cuatro jugadores que pasaron por el Manchester United en un fútbol local argentino que se cae a pedazos en lo organizativo y en lo estético: Sergio Romero, Marcos Rojo, Ander Herrera y Edinson Cavani. Sin embargo, ninguno de los cuatro participa, todos con problemas físicos, a los que hay que sumarle los del joven Exequiel Zeballos, que, tras una larga lesión, nunca más volvió a ser el mismo.
En cada mercado de pases que se abre, Boca remueve el avispero con enormes gastos en nuevas contrataciones, que terminan siendo, en general, enormes fiascos porque esos jugadores o no están a la altura de la historia, o no ocupan los puestos necesarios para los requerimientos del equipo, o no encajan en un fútbol que lucha, pone, mete, corre, choca, pero nunca se plantea jugar, a ver si desafiando las leyes de la "naturaleza" azul y oro del presente, algo puede cambiar.
Es un Boca que se mueve, políticamente, entre los que comulgan con el macrismo futbolero, que tampoco resultó con sus últimos dirigentes -con sólo estudiar su accionar en la final de la Copa Libertadores 2018 debería bastar para comprenderlo- o con el kirchnerismo que creen que representa el actual presidente Juan Román Riquelme, acaso el mejor jugador de los últimos cuarenta años, pero que sin los pantalones cortos ni la camiseta pasa a formar parte del común de los mortales, y podría decirse que en el medio de la pila, o más abajo.
Entonces, con un equipo descompensado y sin fortaleza anímica ni respaldo por convicciones, con muchos hinchas que por una cuestión generacional nunca vieron otra cosa y están convencidos de que "Boca es esto", con un club engrietado e inmóvil, lejos de entender cómo se maneja una potencia semejante por falta de preparación de sus dirigentes, y con una oposición y un oficialismo que se parecen en mucho a la política argentina, el resultado final, en un Mundial de Clubes con varias potencias, no podía terminar de otro modo, aunque sí las formas hubieran podido ser diferentes: no ganarle a un equipo semiprofesional, que había recibido dieciseis goles sin marcar ninguno, y recibir un gol en el arco propio, es una descarada muestra del presente.
Sostener al regreso a la Argentina que la eliminación en la primera fase y de esta forma, como la de ayer en Nashville, fue por el estado del césped, por la mala suerte, por los arbitrajes o por las lesiones, será seguir por el mismo camino errático de estos largos años. Boca debe ir hasta el hueso si pretende autocrítica en serio y si no quiere seguir generando titulares negativos en el mundo entero.