Cuánta distancia real hay con las potencias europeas
Cuando estamos ya a punto de irnos de Miami para viajar a Nueva York, exactamente en el ecuador del Mundial de Clubes, significa que es el momento justo para un balance y para extraer algunas conclusiones sobre la primera parte del certamen.
Una de las sorpresas está relacionada con el cuadro de cuartos de final que quedó conformado, no sólo con tres equipos que no son parte de la UEFA sino que hay importantes chances de que uno de ellos (tres de cuatro totales) pueda llegar hasta las semifinales, lo que significaría que la FIFA podría evitar el riesgo de que este Mundial de Clubes sea defenestrado por tratarse de otra versión, ampliada, de una Champions League disimulada, al menos en su etapa definitoria.
Algo así, como que, al fin y al cabo, los equipos sudamericanos o de la Concacaf y hasta los árabes, con muchísimo dinero gastado en estrellas, podrían ser vistos como una comparsa, sin más que eso, sin chances de subirse a un podio o de tener la máxima ambición, algo que ocurría hasta la primera década de este siglo, hasta que se diluyeron las resistencias a los efectos de la nefasta (futbolísticamente) Ley Bosman.
Por favor, que se entienda: la Ley Bosman (1995) tuvo un carácter de justicia social, si nos atenemos a la ley general, porque en un fútbol profesional, con jugadores que son considerados trabajadores, no puede ir contra lo que rige para todos los trabajadores de la Unión Europea (UE) acerca del libre tránsito entre los países miembros y por lo tanto, no podía ser aceptable (como le ocurrió al propio Jean Marie Bosman, futbolista belga) que un jugador con pasaporte europeo no pudiera jugar en otro país de la zona.
Pero futbolísticamente, esto generó, desde entonces, un absoluto desequilibrio, porque si ningún equipo de la UE tiene cupo para los europeos y ya no se los considera extranjeros, y los nacidos en Sudamérica o en África que tengan pasaporte europeo tampoco lo ocupan, y además hay cupos para los que no tienen ese documento (que en algunos países, con dos años de residencia también lo obtienen y de paso, dejan cupos libres), eso significa un poder de admisión y de contrato de un altísimo porcentaje de cracks del mundo entero en territorio europeo.
Las consecuencias de esta ley fueron nefastas. Los equipos europeos pasaron a tener planteles mucho más amplios, y hasta hubo casos como los de Arsenal o Inter, en los que no hubo un solo jugador nacido en el país de esos clubes entre los once titulares.
Pero lo peor no fue eso, sino que las constantes contrataciones de los cracks de la periferia, por la enorme diferencia económica y de infraestructura, sumado a un prometedor estilo de vida en países desarrollados y de formar parte de la élite, terminaron por debilitar a los clubes sudamericanos y africanos, al punto de que no es casual que desde 2012 que no hay un campeón mundial que no sea europeo, cuando hasta esa fecha la paridad era enorme.
Sin embargo, pasado el tiempo, este Mundial con nuevo formato de 32 equipos, una idea del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, respaldada por el titular del Real Madrid, Florentino Pérez, trajo algunos cambios estructurales que demuestran que todavía hoy, con una muy buena inversión, ya sea por una sana economía o por capitales que ingresaron por distintas vías, los clubes de la periferia siguen compitiendo.
El caso de los equipos brasileños es muy claro: primero constituyeron una liga muy competitiva, basada en buena parte en la fortaleza de la moneda, el real, en una enorme masa de hinchas producto de casi doscientos millones de habitantes que constituyen hinchadas ("torcidas") muy poderosas, pero lo cierto es que si esa masa es fiel al canal de Instagram o de Youtube del club, y se puede financiar con publicidad, los ingresos son suculentos y no dependen de la CBF, la entidad madre del fútbol del país, pero si además tienen la posibilidad de generar un contexto en el que los mejores quieran regresar de Europa porque el torneo los atrae, más interesante termina siendo.
En un país de casi doscientos millones de habitantes, el "Brasileirao" es un torneo de 38 fechas, de 20 equipos, todos contra todos en dos ruedas, con un campeón y cuatro descensos a la Serie B y para llegar al gran torneo del país, hay que clasificarse desde los estaduales de los primeros tres meses y medio del año, es decir, un esquema bien federal.
México, otro de los países fuertes de la región, si bien con menos tradición ganadora, también consiguió ser una plaza que obtuvo una gran inversión y lo pudimos observar tanto en Pachuca como en los Rayados de Monterrey, que si bien cayeron en octavos con justicia ante el Borussia Dortmund, estuvieron cerca de empatar al final por un gran cabezazo del veterano pero vigente Sergio Ramos, que tiene en sus compatriotas Sergio Canales y Oliver Torres a dos de los principales compañeros, al igual que los argentinos Esteban Andrada, Lucas Ocampos, Jorge "Corcho" Rodríguez y Germán Verdirame, a un gran delantero local como Jesús "Tecatito" Corona y al entrenador catalán Doménec Torrent, exayudante de campo de Josep Guardiola en el Manchester City.
No es casualidad que Rayados haya llegado a octavos de final y haya estado no muy lejos de los cuartos: empató con Inter de Milán, con River Plate, goleó a Reds Urawa Diamonds de Japón y estuvo cerca de empatarle al Borussia Dortmund.
Y menos es casualidad que Al Hilal, que tiene no menos de un crack por línea, con un gran arquero como el marroquí Bounou, un marcador central como Kalidou Koulibaly, un volante como el serbio Sergej Milinkovic-Savic (a nuestro entender, el mejor jugador del torneo) y un atacante como Malcom, además de dos jugadores finos locales como Salem-Al-Dawsari y Mohamed Kanno -que se lucieron contra Argentina en el debut mundialista pasado-, le haya empatado al Real Madrid en fase de grupos (2-2) y haya dado el gran golpe del campeonato al eliminar al Manchester City en el alargue por un impresionante 4-3.
Fluminense, que venció al Inter de Milán jugando un partido de Copa Libertadores, y Palmeiras (que venció con lo justo a Botafogo) son dos equipos brasileños con características distintas y que están en cuartos de final, pero no hay que olvidar que el Botafogo venció nada menos que al PSG mientras que Flamengo lo hizo ante el Chelsea, es decir que, de alguna manera, los cuatro representantes de Brasil dieron la talla, e incluso Inter Miami, que juega en la MLS estadounidense, venció al Porto y empató con Palmeiras.
La gran pregunta es si estos equipos con altas inversiones y con un juego diferente a los europeos, se encuentran cerca o lejos de las cuatro grandes potencias del torneo, todas europeas: Real Madrid, Bayern Munich, PSG y Manchester City. Los ingleses, como ya se ha escrito, ya fueron eliminados, aunque han mejorado en el juego tras varias contrataciones y el lento regreso de Rodri. Franceses y alemanes se enfrentarán en cuartos en un verdadero choque de trenes, y Real Madrid tiene grandes chances de llegar a semifinales tras jugar ante el Borussia Dortmund, su vencido en la final de Champions de 2024.
Por el momento, sólo Al Hilal ha podido con dos de las cuatro potencias y Botafogo, con el PSG, y queda el desafío de que alguno de los no europeos pueda llegar hasta las últimas instancias para comprobarlo. Boca estuvo cerca de empatarle al Bayern, pero no es posible engañarse: metiéndose atrás, aguantó como pudo hasta que, a ocho minutos del final, llegó el segundo tanto y ya no hubo tanto que hacer.
Habrá que revisar también, a futuro, la cuestión del calendario. Para los europeos, este esquema es muy negativo; jugar 38 fechas de liga, torneos europeos, copas nacionales, luego tener un receso de tres semanas y cruzar el océano para ir al calor de los Estados Unidos a disputar un Mundial de Clubes, luego volver a parar por vacaciones y en agosto, recomenzar la temporada, en muchos casos sin una buena preparación de base por falta de tiempo.
En este punto, los brasileños no están en la misma situación porque llegaron al Mundial en medio del "Brasileirao" y, por lo tanto, en plena actividad. Y es algo que se nota en los resultados.
La FIFA deberá cambiar varias cosas en el futuro si quiere que los europeos le den la importancia que pretende, acaso variando las fechas del calendario y por qué no, repensar en modificar la parte deportiva de la Ley Bosman para evitar desequilibrios que lleven el Mundial de Clubes a una Champions disfrazada. En este torneo, acaso pueda aliviarse si las semifinales no son exclusivamente europeas.
Por Sergio Levinsky, desde Miami