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Los extraviados anti-cuarentena

06/06/2020 23:36
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Ernesto Laclau lo teorizó bien: ante ciertos gobiernos populares, sus adversarios dejan de ser lo que eran, para pasar a ser solamente “anti-populares”. Se borran las identidades previas. Es pasar a no-ser-nadie, no ser otra cosa que “anti”. De modo que vimos los “anti-Evo” en Bolivia, antichavistas en Venezuela ya cuando vivía Chavez, anti-Correa en Ecuador, antikirchneristas en la Argentina. No cuesta advertirlo actualmente en nuestro país, donde por ir contra el actual gobierno se cae en el grotesco, no se teme instalarse en el ridículo de la anti-cuarentena.

Obvio, la cuarentena a nadie le gusta. ¿Quién podría preferirla, si hubiera otro modo de prevenir el contagio del Covid-19? Pero no hay otra que el distanciamiento, que en muchos casos exige el aislamiento –como pasa todavía en la región metropolitana-, si es que no queremos quedar en situaciones como la de Estados Unidos o la de Brasil, donde la conducta errática de sus respectivos presidentes de evidente derecha ideológica, ha conllevado la muerte de miles y miles de personas.

La condición comparativamente mejor de la Argentina es innegable. Igual, algunos por ser anti-K se asumen anti-gobierno nacional (aunque éste para nada sea exclusivamente kirchnerista). Y por ser anti-gobierno serían cualquier cosa: así, son anti-cuarentena. Incluso algunos que tienen chapa de artistas o de intelectuales (Brandoni, Sebreli, Kovadloff) han asumido el indirecto papel de estimuladores del contagio, por vía de inventar el triste neologismo “infectadura”, con el cual han denigrado a la vez a los infectólogos y al personal todo de salud por una parte, y al sistema político argentino por otra, considerando que estaríamos en una especie de dictadura.

El disparate alcanza lo desopilante cuando se dice que “el sistema democrático está en peligro” (¿??), y hasta se remite a la doctrina de seguridad nacional que inspiró a los asesinos instalados luego de 1976, con sus torturas, secuestros y asesinatos múltiples. Con infantil liviandad llaman dictadura al actual gobierno, mientras callan sobre las simultáneas causas judiciales que se inician contra el macrismo por espionaje de sus adversarios y de algunos propios, hacia religiosos, empresarios, artistas, miembros del poder judicial, periodistas, sindicalistas…eso no los motiva a señalar que hubo persecución y mecanismos indignos de la democracia. Porque, claro, no les importan los derechos ciudadanos ni la democracia: les interesa hacer “anti” al gobierno actual.

No es casual que sus dichos coincidan con los súbitos manifestantes (pocos pero ruidosos) donde hay alguno que va sinceramente porque no encuentra trabajo, otro porque no puede tener sexo en la pandemia, pero la mayoría por adscripción a la ideología nazi que representa Biondini. ¿No le preocupa a estos “demócratas” su convergencia con el neonazismo explícito de la Argentina? Parece que no.

Eso sí, tampoco dan la cara. Cuando han tenido que explicar lo infamante del nombre “infectadura” dijeron que es “un recurso estilístico para llamar la atención” (sic), o que los lectores “se lo tomaron de manera literal”. No sostuvieron sus dichos. Tampoco pudieron explicar el supuesto peligro para la democracia, del cual algunos no pudieron dar cuenta, y otros lo sostuvieran con más obstinación que argumentos.

Por cierto que hay cuestiones que mejorar en la Argentina actual. Y que los rápidamente separados policías del Chaco, por ej., merecen un castigo mayor que esperemos se les efectúe. Pero ronda en la farsa la “protesta” de Bullrich contra la violencia institucional. ¿Qué autoridad moral o intelectual podría tener ella en estos temas, cuando estuvo relacionada con la muerte forzada de Santiago Maldonado, con la acción de la Gendarmería en el asesinato de Rafael Nahuel, cuando fue ella la que exaltó el tiro por la espalda dado por Chocobar? ¿Cree que en nombre del “anti” puede decir cualquier cosa, decir que falta mano dura y que sobra mano dura según se le ocurra en cada momento, o según le convenga? Lo cree. Pero ha perdido bastante el rumbo. Nadie que defienda los derechos humanos se apoyará en ella, nadie que se haya apoyado en ella por sus atropellos a los derechos humanos, habrá de confiar en ella de hoy en más.

Esa es la práctica “anti”: hacer apocalipsis todo el tiempo, oponerse a todo de cualquier modo, sin ton ni son, sin pies ni cabeza. Diciendo que no tiene que haber cuarentena, y diciendo a la vez que hay creciente número de infectados. Aunque sea contradictorio y aunque sea el ladrón gritando “al ladrón”, todo vale. Pero claro, la sociedad no está hoy en eso: está en cuidarse, en cuidar a los seres queridos, en la no menor tarea de evitar morirse. Y a la hora de la vida o muerte, poco importan los discursos escandalizantes o las griterías aparatosas: la muerte no tiene remedio, y por ello la población, que defiende la vida como supremo bien, sigue apostando a los cuidados.-

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