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La Historia del boxeo: Mendoza, la gran escuela

24/10/2020 20:52
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Capitulo XVII. Exclusivo Jornada

El profesor Carlos Suárez, quien fue un factor preponderante dentro de esta actividad deportiva. Primero como boxeador, luego como profesor y finalmente como periodista. Sus años de vinculación al boxeo lo convirtieron en un testigo fiel de los hechos que fueron jalonando el proceso evolutivo, desde la aparición de los primeros boxeadores hasta la consagración de tres campeones del mundo.

De chico, Carlitos Suárez se sintió atraído por el pugilato y fue así como siendo boxeador acumuló conocimientos hasta transformarse en un estudioso de las técnicas del arte de la defensa propia, además de especializarse en la preparación física de los pugilistas. Por su conducción pasaron figuras relevantes como Pascualito Pérez (en sus comienzos), Osvaldo Paredes, Luis Rosales, Diego Corrientes y Valeriano Mesa, entre otros.

Sus vastísimos rudimentos, su hombría de bien, su amplia cultura general lo convirtieron en uno de los más brillantes profesores de la tan exitosa escuela mendocina. Alejado de la enseñanza en los gimnasios, se dedicó a su otra vocación: el periodismo, en el que logró destacarse en radio y gráfica, donde llegó a publicar su propia revista, Puños Cuyanos. Sus comentarios eran los más autorizados por su capacidad técnica, sus profundos conocimientos, su envidiable memoria y el correcto dominio del idioma, con lo que se ganó el respeto de colegas y la gente del boxeo en todo el país.

A partir de su recuerdos y escritos podemos decir que la historia del boxeo mendocino tiene su origen en la visita que realizaron a Francia Emilio Civit y Emiliano Guiñazú, quienes, aconsejados por el barón Pierre de Coubertein, se trasladaron hasta la localidad francesa de Normandía, sede de la mejor escuela de cultura física.

De allí regresó Civit con su cometido. Contrató a dos jóvenes egresados de ese instituto. Se trataba de Charles Perrin, profesor de grandes aparatos y gimnasia sueca, y Luciano Chavrin, profesor de boxeo, quienes abrieron en Mendoza un camino profundo de gloria y éxitos.

En la sala de armas del club Gimnasia y Esgrima, Chavrin dio la primera lección de boxeo, que quizá también haya sido la primera del interior del país.

La técnica de enseñanza del profesor francés respondía al sistema imperante en Europa, originario de Inglaterra. Se fundamentaba en la guardia de brazos semiextendidos, el cuerpo erecto y la posición de las piernas muy abiertas. Era un boxeo lento y de larga distancia, en el que sólo prevalecían dos golpes: los directos y los swing. Chavrin enseñaba lo que sabía de su época, en esos años en que el boxeo combinaba la transición de los combates a puño limpio con los calzados con guantes.

En 1914, el profesor Chavrin regresó a su país respondiendo al llamado de su patria en armas.

A los dos años de su partida llega a Mendoza, de paso para Chile, un boxeador inglés, Jack Murray, quien, convencido por los aficionados, se queda. Venía acompañado por su esposa, quien era también profesora de gimnasia y boxeo. Instalan un gimnasio y comienzan a enseñar el clásico estilo europeo, pero ya muy evolucionado. De esta academia surgieron los primeros profesionales del pugilato mendocino: Daniel Segura y Lisandro Franchelo.

En 1919, ya terminada la Primera Guerra Mundial, aparece en la provincia, también de paso para Chile, uno de los héroes de Verdún. Este ex militar se llamaba Abel Bersac. En las instalaciones del Jockey Club, adonde ahora funciona la Subsecretaría de Turismo, comienza a enseñar el boxeo en una forma que sería la brújula a seguir por todos los que le sucedieron. Bersac dio las bases del estilo que hoy se practica en la provincia. Su docencia se basó en las tácticas de la escuela americana, y dio origen a la tan exitosa y única escuela mendocina.

Para Bersac, la más efectiva defensa era la realizada por una combinación en la que accionaban brazos, piernas y cintura. Y el alumno tenía que practicar dos meses, durante su iniciación, únicamente defensa. Debía conocer todas las formas de parar, esquivar, agitar y bloquear los golpes. Esa era su didáctica, la que sus discípulos enseñaron a otros, y así se fue transmitiendo sucesivamente, hasta convertirse en el mejor boxeo del país.

Esta forma distinta de boxear, desde la época de Mario Díaz en el Luna Park, provocó reacciones en el público y la crítica, pero a la larga se fue imponiendo por una línea ortodoxa, depurada, donde prevalecía la habilidad y la inteligencia sobre la fuerza.

Después de Bersac, el siguiente profesor fue Ramón Souto, un peso pluma uruguayo, de muy buena técnica, quien continuó enseñando en el Jockey Club. En ese tiempo, el boxeo se estaba haciendo popular en Mendoza. Paralelamente, Luis Ángel Firpo iniciaba sus actuaciones en Estados Unidos. Souto, sucesor de Chavrin, Murray y Bersac, tenía un amplio dominio del estilo americano, e inició la enseñanza del boxeo cuerpo a cuerpo, que refuerza las acciones de los combates a media distancia. El profesor uruguayo tuvo muchos alumnos, y cada vez eran más los interesados en tirar los guantes.

A Souto lo siguieron en la enseñanza el italiano Augusto Viotti, el francés George Mayer, el belga Armando Shaker –quien vivió un tiempo en La Consulta y frecuentaba la confitería de mi abuelo Ricardo Reinoso, contando sus anécdotas de trotamundo–, y el cubano Cirilin Olano. Cada uno hizo su aporte importante, por medio de una enseñanza muy capacitada.

Sobre todo se destacó Cirlin Olano, dueño de un estilo muy elegante y efectivo, quien también amaba la docencia. Incorporó al deporte de los puños local los últimos adelantos que había adquirido en Norteamérica, donde había cumplido una excelente campaña. Por esos años, un santiagueño, Andrés Rodríguez, y un cordobés, Ricardo Villaluso, instalaron un gimnasio, donde enseñaron y protagonizaron grandes peleas entre ellos. También surgió una academia inolvidable: la de Ismael Moreno. De esos gimnasios y de los profesores que trajeron, surgieron los primeros planteles serios de profesionales, que luego se destacarían, como don Fernando Stefanelli y Dionisio Romero. Dos escenarios fueron los más renombrados para librarse los combates que hicieron historia. El Babilonia, ubicado en su época donde está el edificio del Correo y el aún vigente, Pascual Pérez, en calle Mitre

Y lo que empezó Chavrin en 1908, que fue metódico y brillantemente continuado por sus sucesores y discípulos, le fue dando forma definitiva a un boxeo excepcional, máxima expresión del arte de la defensa propia, que le dio al país el primer campeón Olímpico y mundial, Pascual Pérez.

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