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Hugo Fernández Panconi: Los trabajos y los días

26/09/2020 21:00

Hugo Fernández Panconi es como esos álamos que tanto se ven por Villa Atuel, el pueblo donde nació. Hunde bien las raíces en el suelo y se estira largo, como buscando su estrella, mientras pone el cuerpo para que los vientos de afuera no se lleven todo lo que la tierra tiene de nutricio.
No obstante crecer hacia afuera, la obsesión de Panconi es el adentro, hacia donde dirige la mirada y donde escarbó hasta encontrar la voz que le permitió darle forma a un proyecto vital que incluye —por nombrar unas pocas evidencias— un puñado de canciones, un libro y un original emprendimiento que merece ser conocido y apoyado. De todo eso intenta dar cuenta esta nota.

Por Rubén Gatica, de la Redacción de Jornada

Sobre ese proceso, el de encontrar lo que tenía para decir, cuenta: “Fue en México donde empecé a escribir cosas que, no sé si decir me gustaban: sentía que armaba un lugar donde empezaba a ser yo. Y es allí también donde se completa el círculo, y las cosas que uno escribe empiezan a abrir ese lugarcito para sentirse uno. Hay como una sorpresa interna. De ninguna manera eso que surge se parece a lo que uno admira pero lo encuentra justamente porque lo siente en uno. Es un rescate de las cosas que gustaron desde siempre. Los dos Hernández, Neruda, Lorca, Serrat, Alberto Cortez. Ese registro de la historia en canción no lo había buscado ni esperado pero fue el que apareció”.

El autor desplaza entonces del centro del escenario al guitarrista, que había tenido su lugar como acompañante nada menos que del maestro Tito Francia, con quien integró uno de sus célebres dúos.

El registro de esas nuevas canciones, surgidas después de mucho andar y grabadas con la colaboración de unos cuantos músicos mendocinos, es el de la canción popular, que Panconi define así: “Lo que se mama en la canción popular son diferentes estéticas y todas son no-académicas. La estética popular está justamente apoyada en el sedimento de esa vida, ese sufrimiento, ese logro, esa frustración. Después, sí, aparecen los académicos que ponen el ojo en lo popular y lo sistematizan. Dicen: ‘Así es la cueca, así es la tonada’. Pero las coplas, del llano a la montaña, lo que tienen en común es eso”, explica. 

Y redondea el concepto: “Lo otro que es muy poderoso, y por eso es como una señal que identifica a pueblos, es que además hay una ética ahí. La poética o la letra de la canción, la poética cantada, popular, sea africana, europea, asiática, tiene como nutriente un relato de lo difícil que es sobrellevarla. Todo ese padecer de la canción popular a mí me conmueve mucho, y lo encuentro en los gitanos, en músicas de distintos lugares, lo que se llama el soul…”.

Esas canciones son, al mismo tiempo que vehículo de expresión, un espacio donde militar el arte nacional y popular, donde ofrecer resistencia “al hecho concreto de que la mayoría de los bienes culturales que consumimos los argentinos no son producidos en nuestro país. Desde libros a películas, pasando por la música y en menor medida el teatro que, de todos modos siempre tiene un ojo pegado en los griegos (los clásicos) y otra en Broadway. A eso hay que sumarle lo que se produce acá, bajo ese influjo enajenante, el famoso ‘hecho en casa’ que emula el made in New York, París, Londres etc. Que esto se haya naturalizado y se tome como algo normal es uno de los grandes problemas que tenemos en lo cultural como pueblo y como Nación”.

¿Qué fuerza oponer a esa penetración cultural para que no termine oprimiendo y silenciando las expresiones autóctonas? Para Fernández Panconi se trata “de fortalecer lo que ha venido siendo tímidamente un cíclico intentar ser nosotros desde nuestro propio lugar. El cine cordobés y el mendocino son un ejemplo de esto… Esto es necesario no sólo para recategorizar capacidades y producciones de cada una y todas partes del país, sino y sobre todo, para lograr una producción original genuina y conseguir ampliar la subjetividad nacional. El tema es: ¿cómo expande un pueblo su ‘visión del mundo’ o sea su cultura, si no es un imperio o carece de esa ambición? Porque si de algo estoy seguro es de la capacidad y la fabulosa dimensión de esa fuerza.  Se puede responder, como es manifiesto que lo hacen los pueblos del mundo que buscan la paz: intercambiando y compartiendo. No sólo bienes de uso y recursos naturales sino además, las cosmovisiones que nos explican lo propio y al otro, el distinto”. 

La idea, dice, requiere, “por un lado la pertenencia concreta (no la militada y declamada) a una sociedad orgullosa, tanto de su existencia como de su procedencia. Que consuma los símbolos que la afirman en lo expresivo, que eso y no otra cosa es la cultura popular, y que sostenga la industria cultural nacional. De dicha industria depende la fuerza expansiva de la cultura, pero no va a florecer por que lleguen ‘inversiones extranjeras’: va a desarrollarse recién cuando la dejen manifestarse, justamente, como una fuerza”.

Las charlas con Hugo pueden discurrir por una variedad muy amplia de temas, de la mano de su pasión por las distintas formas de expresar y defender lo popular. Muchas de esas ideas las volcó al papel y de ahí surgió su libro “La melga y la estrella” (2014), hecho con vivencias de la infancia y otras tantas reflexiones surgidas al calor de su militancia y de la persistencia de los grandes sueños colectivos.

De esa lectura rescatamos un párrafo:
«Mi abuelo solía decir: ‘El que tiene la herramienta tiene la mitad del trabajo hecho’. Frase que, a fuerza de escuchar repetidas veces, fui absorbiendo como una máxima. Recuerdo que al principio me parecía un recurso (un argumento) para entretenerse en algo que no fuera el trabajo concreto. Tal vez, algo de eso había, pero creo que no le escatimaba esfuerzo ni tiempo a la idea de producir una herramienta que facilitara, simplificara o sintetizara una serie de procesos, sabiendo que esa dedicación redundaría en ahorro de energía y tiempo cuando se acertara con la herramienta adecuada.»

Desconocemos si Hugo recordaba algo más que la frase, pero un buen día se decidió a reparar el rancho que había sido de su abuelo y se encontró con gran cantidad de herramientas, testimonio quizá de los intentos por descubrir el atajo que buscaba. De ahí surgió la idea de convertir ese muestrario en un museo: el Museo de la Herramienta de Mano. “Como memoria del laburo es algo que suma al proyecto, a la historia; como las canciones, son cosas que se desprenden de la misma picada”, resume Hugo con la naturalidad del que hace de la coherencia su sustento diario.

El proyecto propone interesantes intercambios con la comunidad, y hasta la posibilidad de convertirse en un polo cultural. “La idea —dice Hugo— es armar un espacio que sirva para la capacitación, que sea una colección de herramientas con su discurso a nivel funcional pero también con el perfil histórico y humano de lo que fue su uso. Que sirva para las escuelas y a la vez que sea un espacio donde generar otras expresiones, otras muestras, no sé, lo que haga falta, una guitarreada cada tanto”…

“El proyecto de museo lo largamos a principio de año con mucho entusiasmo, con gente amiga de San Rafael —completa Hugo—. Estamos tratando de conseguir recursos, cosa que se anticipa difícil. Hace poco las ‘madrinas del museo’, como yo les digo, hicieron una pasteleada para juntar alguna plata para que al menos no nos corten los servicios”.

¿A qué aspira un Museo de las Herramientas? A ser “un registro de la memoria colectiva a través de sus oficios y actividades, recuperada y atestiguada por las herramientas que se utilizaron para el desarrollo de la comunidad.
“Una memoria de las manos de hombres y mujeres, y de los sentires que han ido forjando el lugar para vivir, la casa propia, las escuelas, las iglesias y sus cultos, los comercios, las fábricas y sus obreros, los sembrados y sus trabajadores.
“Cada pueblo, cada ciudad en todos sus detalles, es producto de un hacer herramental. En el Museo las congregamos para reaprender lo que tienen para seguir enseñándonos.”

(N del R: Un proyecto así, surgido del empecinamiento de unos pocos, posiblemente desaparezca sin apoyo económico y sin el reconocimiento de la comunidad. Como con las remanidas acequias, se trata de que podamos poner en valor el esfuerzo de los que estuvieron antes que nosotros para ofrecernos mejores condiciones de subsistencia. Pobre del cantor que se empeñe en luchar contra los imperialismos invasores si el golpe que lo derribará vendrá de su propia esquina.)


El Museo de la Herramienta de Mano tiene su página en Facebook
https://www.facebook.com/Museo-de-la-Herramienta-de-Mano-102396244739060/

Discografía de Hugo Fernández Panconi

  • “El lugar de uno” (1998)
  • “Cielo de los desventurados” (2002), nominado para los Premios Gardel
  • “Amores nómades” (2006)
  • “Es con guitarra” (2012)
  • “Celebrando lo propio” (2019), en colaboración con el grupo Mano a Mano

Blog
http://elpanconi.blogspot.com/

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