Opinión

El día de esa bandera que, enloquecidos, flameábamos en el Mundial de fútbol

La patria del bolsillo parece haberse adueñado de un sentimiento supremo. El Día de la Bandera se ¿celebró? el viernes 20 de Junio. Pero se convirtió en un feriado largo. Las banderas que brotaron de nuestras casas fueron tan pocas que las podíamos contar.

Comparar es odioso, pero a veces es sumamente didáctico. Comparemos.

Comparemos la cantidad de banderas que brotaron en cualquiera de los mundiales de fútbol con la cantidad de banderas que contamos en el aniversario de los 20 de Junio, en la recordación del ciudadano militar Manuel Belgrano. La diferencia entre el Mundial y la recordación de ese patriota, ejemplar, es sideral: por un lado una recorrida con la triste presencia de una o dos banderas por manzana. Por otro lado miles, cientos de miles de banderitas y de banderas que nos recuerdan que somos rabiosamente argentinos.

¿Qué significa esta diferencia? No hay exageración. El futbol aquí es una patria más intensa que la patria misma. ¿Exageración en mi juicio? Esto lo dicen los miles, los millones de banderas que salieron a relucir, por ejemplo, en el último Mundial de fútbol. En esta fecha, como en los años anteriores, no perdimos la oportunidad de reconocer o directamente de conocer quién fue Manuel Belgrano, un ciudadano que se adelantó a su época, que donó sus sueldos para la construcción de cuatro o cinco escuelas. Como economista sus ideas hoy tienen vigencia. Como ecologista, ni hablar.

 El día de esa bandera que, enloquecidos, flameábamos en el Mundial de fútbol

Reanudo algunas reflexiones que hice en esta columna a propósito de las mal llamadas fechas patrias. Revisemos la palabrita.

Patria, palabra desteñida y deshilachada por el mal uso y por el abuso.

Patria, palabra vaciada por tanto discurso incoloro, insípido, inodoro.

Patria, palabra violada por los violadores de la Constitución, por los violadores de la vida y de la muerte, por los ladrones de identidad, por los ladrones de criaturas en el umbral del vientre, por los hacedores de la des-guerra de Malvinas.

Patria, palabra ofendida por los mafiosos, por los dueños de la única verdad, por los hijos de la impunidad, eternos amigos de la Mano Dura.

Patria, palabra cansada, ensuciada, gastada, torturada.

 El día de esa bandera que, enloquecidos, flameábamos en el Mundial de fútbol

Patria, palabra últimamente confiscada por los sumos señores de esa Mesa de Enlace donde hay 4 sillas poderosas, pero faltan por lo menos 2 sillas: la de los laburantes que trabajan como negros (y en negro), y la de los representantes de la conciencia ecológica.

Patria, palabra que hay que pedir permiso para usar porque, hoy por hoy, los dueños de la escarapela son los señores de la convertibilidad sojera.

En este 2025, ¿qué significa para nosotros la bandera patria? Empecé el viernes/asueto con esta pregunta y salí a caminar el Buenos Aires capitalino. Cielo agrisado y el sol porfiando por meterse por entre los pliegues de nubes remolonas. Caminé manso varios kilómetros y, como otros años, contabilicé apenas unas cuarenta banderas en las casas y en edificios que anidan decenas de departamentos. Me extrañó otra vez ver una bandera argentina en una estación de servicio, de YPF. Tuve que preguntarme ¿qué hacía allí esa banderita si, como bien o mal sabemos, YPF forcejea para no ser regalado durante el saqueo rifatizador; en democracia primero fue la década del Señor de los Anillacos. ¿Y después? Después hoy, este presente aciago del año 2025 después del sufriente Cristo.

Las preguntas, descorazonadoras, me empujan a otra: hace años YPF significaba Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Ahora, tras aquella entrega (por la que no salieron a relucir con su épico barullo las benditas cacerolas), ¿qué significa? Nada significa.

 El día de esa bandera que, enloquecidos, flameábamos en el Mundial de fútbol

En estas cavilaciones estaba cuando apareció el viejo Serafín Ciruela y me dijo: "Estás equivocado. No es cierto que YPF no signifique nada. Desde hace una punta de años YPF significa Yacimientos Petrolíferos Fifados."

Pero volvamos a la abundante escasez de banderas patrias en el día de la bandera que fue este viernes pasado. No nos soltemos de la cantidad de banderas que sacamos, por millones, en los mundiales. ¿Es que el sentimiento proveniente del fútbol es escandalosamente más poderoso que el sentimiento patrio? Pregunta para paladear. Aclaremos rápido que el fútbol no tiene la culpa, sólo nos espeja.

Sigo. Ya retornando a mi casa noté que en dos cuadras había una sola bandera argentina. (En mi casa tampoco la había). Otra vez recurrí al Pequeño Larousse Ilustrado. Fui a la letra B y busqué y leí: "Bandera. Pedazo de tela con los colores de una nación, colocado en un asta o palo largo o mástil. Sinónimos: pabellón, pendón, estandarte, oriflama." Me quedé tildado por la primera línea: "Pedazo de tela con los colores de una nación." Atribuí la abundante escasez de banderas a que, la inmensa mayoría de los habitantes de este (¿nuestro?) país, no siente que "esto" sea una nación. Preguntas de 20 de Junio: ¿Somos los restos de una nación que la murieron desde afuera y se murió desde adentro, con nosotros, ciudadanos, distraídos espectadores? ¿Esto con la anuencia de tanto y tanto medio de (des)comunicación?

No le mezquinemos el poto a la jeringa. Afrontemos la pregunta: ¿Somos una nación o somos apenas un conato de nación?

Con el diccionario latiéndome en las manos advertí que en la misma columna, muy cerca de "bandera", había palabritas muy sugestivas: "banda", "bandidaje", "bandolerismo". Entre los sinónimos de "bandidaje" encontré "rapiña". Entre los sinónimos de "bandido" encontré "salteador, malandrín". No pude evitarlo: asocié la ausencia de banderas patrias a nuestra condición de país saqueado, de conato de nación, o de nación que pudo ser y no fue. Vinculé todo esto a la rapiña, al bandidaje, a la impunidad, al apogeo de salteadores y malandrines, a la crónica impunidad, a la mafia convertida en ideología, a la frivolidad convertida en religión, a la desmemoria, al negacionismo, al descarado fervor privatizador y rifatizador.

 El día de esa bandera que, enloquecidos, flameábamos en el Mundial de fútbol

Me dije que esto que hoy por hoy somos y no somos, no proviene ciertamente del año pasado, ni de hace cinco, viene, por lo menos, de hace más de cuatro décadas, cuando con gran indiferencia (y complicidad) se asistió al reinado de un tal Martínez de Hoz, un ministro de economía que nunca se fue del todo y que fue re-enarbolado en la década del 90. ¿Y hoy?

Hoy, nuevamente, ni hablar.

Muy desolado, volví a la vereda a caminar a la deriva. Otra vez me tocó el hombro Serafín Ciruela, y me dijo: "Acá, en este agujero con forma de mapa, hijo, no quedaron ni los mástiles. Una suerte porque, comenzado el siglo 21, ¿qué bandera íbamos a izar?" Me quedé con el ánimo a media asta, enlutado. Al verme así Serafín Ciruela, con una cordial patada en el culo, me avivó: "¡Vamos, arriba, nunca es tarde para la dignida!"

Tiene mucha razón el viejo Ciruela cuando afirma que nunca es tarde para despertar, y nunca es tarde para nacer, para tomarnos el pulso, para darnos cuenta que la patria/religión del bolsillo no merece adueñarse de esa bandera que sólo parece existir cuando se vienen los mundiales. (Posdata. Naturalmente, estas reflexiones van dirigidas, sobre todo, para nosotros, los clasemedia, los que, todavía, podemos comer sin angustia el pan de cada día y el pan de cada noche. Tengamos a bien considerar la posibilidad de despertarnos, de terminar de nacer. Mientras nacemos, averigüemos que hizo en vida el ciudadano militar llamado Manuel Belgrano).

*zbraceli@gmail.com /// www.rodolfobraceli.com,ar


Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires


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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.


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