Opinión

Damas y caballeros, permiso: ¿Y si cambiamos la última palabra del Himno Nacional?

No tengo nada en contra del Himno Nacional. Fíjense, mi respeto me lleva hasta nombrarlo así, con mayúsculas. Aclarado esto, paso a compartir algo que me sucedió hace años...


... y que viene muy al caso, en días cercanos a una fecha patria. Ya sobre la exacta medianoche, después de cenar al compás de un luminoso malbec oscuro, me encaminé hacia mi habitación, hacia la cama donde sueño sin mirar a quién. Subiendo los peldaños que me llevan a ese sitio encendí una radio a transistore que siempre me acompaña. Encendí y escuché un coro de voces que decía, con voz alzada: "moriiiiiiirrr..." Me detuve a esperar lo que seguía. Lo que seguía decía, a través de las mismas voces: "O juremos con gloria moriiiiiirrrr..."

Era el final de nuestro Himno Nacional.

Me acosté, apagué la luz, empecé a mirar adentro de la oscuridad y el "juremos con gloria morir" no aflojaba, estaba como zurcido en las entretelas de la noche. Ahí fue que en voz alta me dije: "¿Hasta cuándo con ese verso?" Sentí que era hora de dejar de cacarear presuntos heroísmos de la boca para afuera. Sí, ya basta de jurar que con gloria moriremos. Pregunta: ¿Por qué no nos dejamos de fanfarronear y probamos de prometer algo más parecido a lo realizable?

Y tuve que recordar lo inevitable: sin ir tan lejos, en la des-guerra de Malvinas sólo murieron los inocentes, más de 600 pibes caídos en las islas y 323 devorados por el hundimiento del General Belgrano. Después, se sumaron alrededor de 400 suicidios (tan impunemente silenciados) aquí, en tierra firme. Suicidios de muchachos que fueron marginados por el exitismo y la desmemoria patria.

En otras palabras: lo de "morir con gloria" es algo que pronunciamos de la boca para afuera, con alegre impunidad.

Damas y caballeros, permiso: ¿Y si cambiamos la última palabra del Himno Nacional?

Para nosotros, la "gloria". Para los otros, la muerte real.

Sigamos con el ejemplo de Malvinas. Aquella "gloria" fue pagada con las vidas de centenares de inocentes. Mientras iban muriendo de a uno, acechados por el hambre, mordidos por el frío, nuestra euforia ilimitada confundía una criminal desguerra con las alternativas de un campeonato de fútbol mundial.

Aquello lo produjeron los cobardes militares de escritorio, al compás de ese coraje fácil que brota desde el whisky. Y también lo produjeron, no podemos, no debemos negarlo, con censura y sin censura, muchos, demasiados medios de (des)comunicación. Después, resultadistas como somos, aquella euforia se convirtió en depresión y la "gloria" se convirtió en vergüenza.

Lo único cierto, irreparable además, de todo aquel carnaval funesto fue la muerte de cientos de tiernas vidas que habían nacido para vivir.

Señoras muy aseñoradas y señores muy almidonados, ojo al piojo: estas muertes vendrían a ser "abortos posteriores", abortos afuera del vientre. ¿O no?

Lo otro indiscutible es que los varones uniformados, corajudos de oficina, responsables de esa masacre anunciada, de ese Cromañón bélico, resultaron absolutamente ilesos. Ningún herido, ningún lesionado. El general Menéndez (hijo del otro general Menéndez) volvió de las Malvinas impecable, sin un rasguño, sin siquiera una curita en la frente. A los pocos meses se exhibía en bermudas, paseando con su señora esposa por las alegres veredas del verano marplatense. En fin.

Damas y caballeros, permiso: ¿Y si cambiamos la última palabra del Himno Nacional?

(En otra oportunidad volveré sobre ese asunto, tan obscenamente escondido, que es el de varios cientos de muchachos, ex combatientes de Malvinas, que ya de regreso se suicidaron. Se suicidaron aquí, en nuestro mapa).

Ahora respiremos hondo, aprovechando que el aire no fue rifatizado. Y retomemos nuestra reflexión sobre el "o juremos con gloria morir..."

Ya basta de hacer cáscara.

Ya basta de decir una cosa por otra.

Ya basta de usar el Himno para mentirnos.

Ya basta del coraje de la boca para afuera.

Ya basta de güevonear con el mucho ruido y las pocas nueces.

Lo real, lo palpable es que con esa valentonada del "o juremos con gloria moriiiiirrr..." conseguimos ser, apenas, esto que "no somos".

Conseguimos ser esto: un conato de país saqueado sin pudor desde afuera pero, sobre todo, entregado sin asco desde adentro. Asistimos con indiferencia activa a la rifatización de nuestro mapa.

Conseguimos ser -digámoslo de nuevo- un agujero con forma de mapa donde se afanaron hasta los mástiles (una desgracia con suerte porque, en terminando el siglo veinte, ¿qué bandera íbamos a izarnos?).

Entonces, veamos qué hacemos con nuestro Himno. A la vista está: el eufórico "O juremos con gloria moriiiiiirrr..." nos sirvió sólo para esto que "no somos". Es innegable: somos un conato de país. Somos una creciente colonia. Somos una sociedad que, en un porcentaje pavoroso, asiste al saqueo desde afuera y desde adentro, asiste desde el "ma' si" eructante.

Ante esta realidad, damas y caballeros, por qué no probamos por el otro camino. Cantemos: "O juremos con gloria viviiiiiirrr." Y si no es con gloria, que sea al menos con dignidad vivir. Que no es poco.

Así, siendo menos sonoros, menos eufóricos, menos heroicos, más humildes tal vez consigamos, aunque más no sea, ser algo. Que no es poco.

Oíd mortales damas, oíd mortales caballeros: serán eternos los laureles que sepamos conseguir. Y después de eso sí, juremos, pero no en vano, con gloria vivir. Que no es poco.

Posdata. Mercedes Sosa, nuestra Negra mayor, cantó una versión del himno nacional. En su última línea, ya sin música de fondo, en seco, la Negra dice: "O juremos con gloria vivir". Fue entonces que me llamó por teléfono para reconocer aquella columna.

Tal vez debemos empezar a considerar que la más difícil aventura para un ser humano argentino es la adopción de la humildad. Porque para vivir aquí, hoy, hace falta más coraje que para morir.

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

· zbraceli@gmail.com /// wwwrodolfobraceli.com.ar

___________________________________________________________________________________
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

Esta nota habla de: