Barcelona, la revolución de Flick, Pedri y Lamine
¿Cómo se construye un campeón? Es una pregunta que no tiene una respuesta fácil en ningún lugar del universo. Es más: a veces, sucede porque coinciden una serie de acontecimientos que dan lugar a los hechos finales como consecuencia de todos aquellos, algunos buscados y otros, azarosos.
Al terminar la temporada anterior, la 2023/24, y en el verano previo a la actual, a punto de cerrar, el Fútbol Club Barcelona era un auténtico caos. Xavi Hernández no había terminado de funcionar, más allá del mérito de haberle dado continuidad a varios jóvenes de la cantera, y en lo económico, se desconocía cómo haría el club para poder contratar jugadores dado que por su deuda acumulada. No daban las cifras por las reglas del Fair Play Financiero impuestas por la Liga de Fútbol Profesional (LPF).
Así es que sólo llegó Dani Olmo, otro de los formados en "La Masía", aquel mágico hacedor de cracks y de un estilo que identifica al equipo azulgrana desde hace muchos años con el juego estético y que ayudó a Lionel Messi a ser uno de los mejores de la historia gracias al respaldo de una estructura de juego.
Se especulaba con las salidas de varios componentes del plantel que no terminaban de llegar a su mejor nivel como el brasileño Raphinha, el neerlandés Frenkie De Jong, el delantero Ferrán Torres y hasta el veterano goleador polaco Robert Lewandowski, quien siempre salía reemplazado en los segundos tiempos por Xavi, que no parecía tenerlo en cuenta para la próxima temporada.
Sin embargo, todo cambió por una circunstancia fundamental. Joan Laporta, el carismático presidente azulgrana, el mismo que entre 2003 y 2010 condujo al club en la brillante época de Frank Rijkaard y Josep Guardiola como entrenadores y Ronaldinho, Xavi, Andrés Iniesta y Messi como ejecutantes, envió a Deco y a Bojan, dos exjugadores ahora reconvertidos en miembros del departamento de Fútbol, a negociar el ingreso del alemán Hans-Dieter Flick para hacerse cargo del plantel.
Flick fue recomendado por uno de los mejores amigos de Laporta en el fútbol, el agente israelí Pinjas Zahavi, el mismo que hace dos temporadas negoció la salida de Lewandowski del Bayern Munich y ahora, lo hacía con su representado DT. De hecho, puso su casa de Londres como sede de las reuniones entre el germano y los enviados del club catalán. Allí se produjo el enamoramiento por las ideas del mismo entrenador que dirigiendo a los muniqueses en 2020 le propinó al Barcelona un inolvidable 8-2 en las fases finales de la Champions League de 2020, en plena pandemia.
¿Qué fue lo que hizo Flick? Primero que todo, generó una estructura, un sistema, un esqueleto para que el estilo de siempre del Barcelona, de toque, ofensivo, de asociación, tuviera un apoyo en la base. Consistió en un 4-2-3-1, pero siempre saliendo de atrás, con pelota dominada, con dos pivotes, y a partir de allí, tres creativos (dos extremos y uno medio, detrás del goleador), que dispusieran la pelota con un orden general, pero con libertad particular.
Lugo, el alemán fue generando confianza en los jugadores a partir de notar que ese andar, que ese sistema, los acababa beneficiando a partir de la enorme cantidad de goles que iban marcando, lo que les fue otorgando comodidad, pero además, se fue consolidando como extremo derecho un proyecto de genio, un chico de apenas 17 años, Lamine Yamal, con la suficiente experiencia en Primera que había comenzado a acumular en la campaña anterior, con Xavi. Esto resultó, finalmente, desequilibrante.
Uno de los problemas iniciales fue el de las lesiones. La salida de Marc Bernal, uno de los pivotes de La Masía, por una grave lesión que lo marginó de la temporada, trajo a cambio a otro producto del Barça como Marc Casadó, muy importante en la primera parte del año, aunque también terminó fuera del equipo por otro problema físico. Tampoco el alemán pudo contar por muchos meses (y al regresar no era el mismo porque le faltaba rodaje) con el marcador central uruguayo Ronald Araujo, o con el arquero y capitán Marc Ter Stegen, reemplazado por el veterano polaco Wojciech Szczesny, quien ya se había retirado luego de su paso por la Juventus y éste tardó unos pocos partidos en quedarse con el lugar en el que había comenzado otro joven, Iñaki Peña.
Los resultados comenzaron a verse, con fuerza, en enero, durante la Supercopa de España, en la que el Barcelona se quedó con el Clásico de la final ante el Real Madrid (5-2) aunque ya había goleado a los blancos en el Santiago Bernabeu por 0-4 por la Liga. El equipo funcionaba aún con tantas bajas porque De Jong se asentó en el doble pivote y Pedri, quien se adueñó de la pelota en cada partido, bajó unos metros para que Dani Olmo, u otro de los chicos notables, Fermín, jugara en la línea de tres que alimentaba a Lamine o a Lewandowski, para llegar a una segunda rueda sensacional y a partidos espectaculares de Champions League, en los que sucumbieron todos hasta llegar al clímax de semifinales ante el Inter, simplemente un equipo mucho más trabajado por los años que lleva en el banco el italiano Simone Inzaghi, por la experiencia de muchos de sus jugadores y porque tras haber perdido la final europea de 2023 en Estambul ajustadamente ante el Manchester City, aprendió la lección y cuenta con un plantel compacto y en el que los suplentes son casi iguales de bueno que los titulares.
El 7-6 como resultado final de la serie, ganada in extremis por el Inter en el alargue, muestra a las claras el nivel de disputa, aunque no deja entrever el notable nivel del juego, especialmente el segundo, que se destaca como uno de los mejores de la competición en todos los tiempos.
Al fin de cuentas, este Barcelona acabó la temporada con el Triplete nacional (Supercopa, Copa del Rey y Liga), a dos minutos de haber sido finalista de Champions, ganándole los cuatro Clásicos al Real Madrid, al que le marcó nada menos que 16 goles (y además también lo venció en el amistoso de verano), lleva 169 goles en 58 partidos, cuando sólo quedan dos por jugarse antes de las vacaciones, con un promedio de casi tres goles por partido (2,91) y con Lewandowski anotando cuarenta mientras que Raphinha alcanzó el récord de Cristiano Ronaldo para la competencia europea, y la sensación de que ni siquiera estar en desventaja de dos goles significaba dar por perdido un partido. Todo estaba en sus manos.
Por si fuera poco, Lamine Yamal emerge como un posible comensal en la mesa de los genios junto con Pelé, Diego Maradona y Messi, y consiguió opacar nada menos que a un campeón del mundo como Kylian Mbappé, fichaje estrella del Real Madrid para este año, además de obligar a los blancos a cambiar para los próximos tiempos si no quieren quedarse atrás de lo que parece significar, apenas, el inicio de un ciclo exitoso porque muchos de estos chicos (Pau Cubarsí, Alejandro Balde, Gerard Martín. Casadó, Bernal, Pedri, Gavi, Olmo, Yamal) cuentas con muy cortas edades y demasiada experiencia ya.
Flick, con declaraciones siempre sobrias, medidas y respetuosas, mirando para adentro y no entrometiéndose con el afuera, como un abuelo, sí, pero moderno, lo ha conseguido, pero también, además de dotar un sistema para su equipo, supo potenciar a sus jugadores: todos son, sin dudas, mejores de lo que eran a su llegada: Ferrán, hoy, es un goleador instalado, Lewandowski marcó muchos más goles que antes, Raphinha y Yamal son candidatos al Balón de Oro, Cubarsí es un gran central, jules Koundé es ya un lateral derecho consolidado cuando antes no sentía la línea por ser un central reconvertido (y eso lo pagó ante Ángel Di María en la final del Mundial 2022).
Este Barcelona, construido por el fino pero firme pincel de "Hansi" Flick, llegó para quedarse. Seguramente con algunos toques, algunos pequeños cambios, pero estamos en presencia de un ciclo que puede llegar a extenderse mucho si no choca con los caprichos del azar o la soberbia, que suele ser mala consejera.
Laporta, el presidente azulgrana, tiene ya un motivo de sonrisa. Su equipo no estará en el próximo Mundial de Clubes, pero en septiembre volverá a jugar como local en su estadio remodelado, el Camp Nou, y dejará atrás el engorroso viaje a las alturas del Olímpico de Montjuic, para comenzar a saborear otra temporada de lujo, en la que le esperan, agazapados, duros adversarios como un Real Madrid (ahora con Xabi Alonso en lugar de Carlo Ancelotti) y un Atlético de Madrid (que lideró la primera rueda y se cató en la segunda), sedientos de revancha.
Por ahora, el Barcelona sólo disfruta de su merecida fiesta.
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