Opinión

Sin querer, niño de 14 años, balea a su hermanito, de 10. Las armas en casa traen muerte.

Hará un mes, la noticia nos avisaba y nos advertía. Un niño de 14 el viernes 20 de junio, con un balazo hirió a su hermanito, de 10 años. La información ya se traspapeló, desapareció del mapa. Digerimos tan rápido ¿porque estamos acostumbrados a la muerte?

Sigue la noticia: El proyectil atravesó el cuello y afectó la tráquea y la columna vertebral. Los niños jugaban en el patio de la casa de su tía. Aun no lograron todavía dar con el arma, tras peinar un descampado cercano. La víctima está en el Hospital Notti, en terapia intensiva, en estado crítico. El caso pasó a manos de la jueza fiscal Liliana Curri, por tratarse de un menor inimputable. Esto sucedió en Rodeo del Medio, Guaymallén. Guaymallén queda en Mendoza. Mendoza queda en la Argentina. La Argentina queda en este mundo cruel.

La señora ministra de la Nación se llama Patricia Bullrich, le dicen Pato. Lo declaró hace un par de años, lo más campante: "El que quiere estar armado que ande armado". Y argumentó: "La Argentina es un país libre". Es en el uso de esa libertad que yo me permito opinar ahora: los dichos de la señora Bullrich entristecen y espeluznan y avergüenzan la condición argentina; la condición humana en realidad.

Reanudo conceptos vertidos a través de esta columna: sigue siendo por demás evidente: las sombras de Bolsonaro y de Trump se asoman con alevosía y arrecian sobre los ciudadanos desprevenidos. Son sombras contagiosas y, para colmo, al parecer con rédito rápido en las urnas.

Revisémonos a vuelo de pájaro; Alguien que estaba armado -armado hasta los dientes- el pasado sábado 10 de octubre, mató a su señora esposa y a continuación se suicidó. Él, muy encumbrado empresario, se llamaba Jorge Neuss (72) y ella Silvia Saravia (69). ¿Recuerdan el caso? Las cosas por su nombre: fue un femicidio, otro más. Y pudo concretarse porque el señor Neuss tenía al menos un arma, debidamente cargada, en su chalet. En realidad tenía, según trasciende de las investigaciones, 30 armas de "exhibición hogareña". Eso sí: todas prolijamente registradas. Desgraciadamente, las armas nacen para, tarde o temprano, cumplir su cometido. Y su cometido es siempre fatal.

Sin querer, niño de 14 años, balea a su hermanito, de 10. Las armas en casa traen muerte.

Cosa de chicos. Aconteció el viernes 13 de diciembre del 2024 pasado: un niño de 10 años de edad mató a su hermanita de 3 años. Esto pasó en la localidad de la Charata, allá arriba de nuestro mapa, en el Chaco. Un ciudadano, Nazin Hikmet escribió entonces en las redes, a propósito de este episodio conseguido mientras jugaban con un rifle de aire comprimido: "Si fallecen tus padres, sos huérfano. Pero si se te muere un hijo ni siquiera existe la palabra".

No es todo: en octubre pasado, en Entre Ríos, en la localidad de Los Juviers aconteció un episodio semejante, también con un arma de aire comprimido. En esta ocasión el que accionó el arma fue una criatura de 13 y la víctima su hermano de 10 años. Dos familias desechas. Dos hermanitos que quedan marcados para toda sus vidas. Y sin consuelo posible. En fin, el que quiera andar armado, ¿que ande armado?

¿Qué responsabilidad tiene la señora Bullrich en estos episodio? Aparentemente, ninguna responsabilidad. Pero si reflexionamos dos minutos, un minuto sobre su penosa frase: "El que quiere estar armado que ande armado", puede deducirse que semejante dicho es una invitación a incurrir en la macabra tentación de apretar el gatillo. Tarde o temprano.

Sigo recuperando reflexiones referidas al desarme familiar; reflexiones frecuentes en esta columna. Vayamos al país imperial, los Estados Unidos. Episodios trágicos con armas "hogareñas" hay a patadas. Detengámonos por ejemplo en aquel niño que nació en el 2012. Ya había cumplido los 4 años de edad, cuando un día iba en el asiento trasero del auto que manejaba su señora mamá. Caramba, el niño vio un objeto debajo del asiento, y, curioso, lo alzó. Y enseguida, jugando apretó el gatillo -porque para eso están los gatillos- y le dio un balazo por la espalda a su mamita. Pobrecita ella. Qué mala leche, qué niño travieso le salió, ¿no?

Reitero, con el debido respeto, mi cordial pedido: si la lectora o el lector tiene armas en su casa, no se demore ni un minuto, vaya y agarre rápido una masa y déle y déle y no deje de darle, hasta desfigurarlas. Damas y caballeros: no seamos pelotudes: las armas en las casas convocan a la muerte. Y la muerte más temprano que tarde viene, y hace lo suyo, naturalmente. Qué más quiere la muerte, para eso está.

Sin querer, niño de 14 años, balea a su hermanito, de 10. Las armas en casa traen muerte.

En el 2001, hace ya un cuarto de siglo, viajé a Mendoza para hace un reportaje referido al "Plan Canje de Armas", más valorado en otras provincias y países que en Mendoza. Gabriel Conte lideraba aquel saludable proyecto: quien entregaba un arma de fuego para su destrucción recibía un vale para comprar alimentos. En las escuelas a su vez se canjeaban juguetes bélicos por retoños de árboles. Aquella noticia -flor de noticia- fue ninguneada y pronto traspapelada.

Pregunta que viene al caso: ¿sabíamos que en Estados Unidos, por accidentes con "armas hogareñas", cada dos años mueren tantos norteamericanos como en toda la guerra de Vietnam? Con aquel Plan Canje se aplastaban las armas con una prensa. ¿Y después? En la Facultad de Artes la luminosa Eliana Molinelli propuso que esas armas mutaran "en memoria y en esculturas".

Es increíble: pero la propuesta del "desarme" provoca, en muchos, crispación y violencia: "¡Quedaremos inermes!", claman enfurecidos, con una recarga de odio que no les interesa disimular. Alguna vez escribí que la inseguridad se combate con pan bien repartido y no con pólvora. Titulé: "¿Alfabetización o tortura?" Un señor profesor de Villa Urquiza, Capital Federal, me corrigió y escribió: "Alfabetización ¡y tortura!"

Que el civilizado profesor y tantas gentes prolijas de mi extrañada Mendoza me disculpen: combatir la muerte con más muerte es galopar ciegamente hacia el abismo. A la Muerte ganémosle con la Vida. Mejor que el olor a pólvora en casa, el olor a pan recién horneado. (Pero ojo al piojo: el pan de cada día, y pa-ra-to-dos).

Sin querer, niño de 14 años, balea a su hermanito, de 10. Las armas en casa traen muerte.

Señoras y señores: a las armas en casa no las carga el diablo, las cargan ciertos humanos que, da la pícara casualidad, a la hora de discutir sobre el aborto salen diciendo que están "a favor de las dos vidas ¡porque la Vida es sagrada!" Caramba o caraxus: son los mismos que claman pidiendo picana y pena capital; sin embargo defienden y justifican las armas en casa; "tenemos que defendernos"

-dicen con furia explícita.

Un par de minutos más sobre las tragedias a las que nos hemos acostumbrado. Por favor, hagamos un poquito de memoria: enero del 2009, en Tupungato. Un chico apodado Chupetín, 14, discute con Franco, de 12. Este le ocasiona un corte en una mano. Chupetín va y busca la escopeta "familiar", recortada, calibre 16, y le quema el corazón a Franco.

El 17 de marzo del 2015 Walter Roja, de 13, juguetea con el arma de su papá, gendarme; con un disparo se atraviesa la cabeza. Esto pasó en Uspallata. Tupungato y Uspallata quedan en Mendoza ¿no?

¿Hemos olvidado la tragedia de la escuela de Patagones?

¿Recordamos aquel adolescente que en plena avenida Cabildo de la Capital Federal empezó a los tiros sin mirar a quién?

¿Recordamos aquel ex militar que persiguiendo a dos motochorros disparó y mató a un hombre que yendo a su trabajo pasaba por ahí?

Más memoria: un joven en una quinta de Buenos Aires escucha ruidos en el medio de la noche. Toma su arma, gatilla, desploma al bulto. Después, linterna en mano, ve que el bulto "era" su madre.

Mayo de 2014, madrugada. En una casa de Carlos Tejedor un joven nota movimientos en su jardín. Corre la cortina. Le dispara a una sombra. La sombra tenía 81 años. "Era" su madre.

En el barrio La Esther, de Ituzaingo, el cabo de la bonaerense Gustavo Gaglardi, 27 años, nota movimientos en su patio. Busca su arma, dispara sobre una sombra acuclillada. La sombra "era" su hijo de 4 años.

En Carrasco, esquina Potosí y Schoroeder, el señor Alonso sufre un robo con maltrato a su familia. Compra un arma. Un mes después ve que alguien anda a oscuras en el living. Le apunta, gatilla. Enciende la luz y alcanza a ver la mirada final de su hija, Federica Alonso. Tenía 24 años Federica.

Enero del 2008: en Tucumán una nena de 10 años juega con el revólver de su papá, se le cae al piso, el arma despide una sola bala; la bala da en la frente de la niña.

Mayo de 2005, Rosario: un chico de 5 años va a la casa de su tío. Su primo de 8 juega con un arma. Dispara sin intención. El balazo lo recibe el de 5, en la cabeza. Adiós.
Febrero de 1986: Alejandra, 17, con un arma que está de adorno, simula disparar sobre su hermano. Pero el disparo sale realmente y mata a Gabriel, de 14. Gabriel "era" el hijo del guitarrista Cacho Tirao, Alejandra, la que apretó (sin querer) el gatillo, es la hija.

Ojo al piojo: la paranoia, tan sembrada estos años por los medios (des)comunicadores, se ha convertido en ideología. Y en prioritario recurso electoral. No le copiemos a los brasileños, ni a los yanquis. Estos son la primera potencia mundial. Pero además son, lejos, el país más paranoico del mundo. Del país imperio todo el tiempo nos llegan noticias pavorosas: adolescentes que entran en universidades y en escuelas y matan a por docenas. A estos episodios se los suele caratular con un eufemismo alevoso: "Incidentes críticos".

Posdata. Suponiendo que Dios exista, ella, la bala, al decidir sobre la vida y la muerte, le roba atribuciones al Dios que decimos venerar. A ella, la bala, le pasa como a la piedra: es inocente. La piedra nunca tendrá la culpa de la pedrada. Ni la bala la culpa del balazo.

Por eso en el hogar, preferible el olor a pan que el olor a pólvora.

Volvamos un momento a aquel nenito de 4 años, del estado de Florida: el que iba en auto con su madre. Recordemos: Ella manejaba. La criatura encontró un arma debajo del asiento. ¡Qué bonita! La alzó y disparó en la espalda de su madre. Ella siguió manejando, al llegar a un móvil policial paró y dijo que "alguien" la había atacado. La policía dictaminó que el arma era de ella y el dedito que apretó el gatillo, el de su precioso hijo. La señora en los Estados Unidos es famosa: se llama Jamie Gils y sigue con vida. Jamie Gils es una famosa activista defensora del uso de armas en los hogares.

Si sigue las amorosas enseñanzas de su madre -que de pedo está viva-, este niño, ya un hombrecito, ¿adivinen por quién votaría en las próximas presidenciales del gran Imperio Norteamericano? Seguro que elegiría al dulce (neo)liberalismo republicano. Y, Trump mediante, sería enardecidamente racista y xenófobo y, naturalmente, partidario de la pena de muerte. Mientras tanto, aquí, en esta patria idolatrada, la señora Bullrich seguirá engordando su imagen siempre "presidenciable" con las indisimuladas simpatías de aquellos crispados, enfermos de odio, que siempre claman pidiendo una mano fuerte. Palo y a la bolsa. Por favor, exclama la señora Bullrich, "¡si las laser no son armas letales!"

A todo esto, el señor Neuss, usando un Magnum calibre 357, destrozó los sesos de su mujer y después hizo lo propio con los sesos suyos. Se ve que lo había planificado. Tenía con qué: utilizó una de las 30 armas que tenía declarada y distribuidas en sus magníficas mansiones. Bastó un arma. "El que quiere estar armado que ande armado". Él evidentemente quería andar armado.

Hay gente capaz de gritar "¡viva el cáncer! Hay humanos capaces de enarbolar el internacional ¡viva la muerte! Ellos mientras tanto aseguran que están "a favor de las dos vidas ¡porque la vida es sagrada!" Madremía. Madretuya. Madre nuestra que está en la tierra, sálvennos del odio. Convenzámonos: la más reciente noticia, ya alevosamente traspapelada, nos informa que un niño de 10 años mató en el Chaco a su hermanita de 3. Armas hogareñas. Esas armas no nos defienden; al contrario esas armas nos acercan, nos ponen a disposición de la muerte. Y la muerte entusiasmada no se toma feriados, trabaja sin descanso, parejito, hasta en los días de guardar. Trabaja, asociada a la señora Pato Bullrich, quien sin disimulo a corto plazo se considera presidenciable.

* zbraceli@gmail.com /// www.rodolfobraceli.com.ar

Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

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