A 40 años del ataque de los pilotos argentinos al Invencible que Gran Bretaña jamás reconoció

Fue el 30 de mayo de 1982, en una misión de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea. Dos Super Étendard y cuatro A-4C Skyhawk atacaron al portaaviones inglés. Todos tenían conciencia de que quizás no volverían.El ataque que los ingleses siempre negaron

l 27 de mayo, dos dias despues del ataque al Coventry y al Atlantic Conveyor, los radaristas elaboraron otro ploteo sobre un avion que desaparecia en determinado punto. La informacion se reporto a Comodoro Rivadavia y de alli bajo al bunker de la base de Rio Grande.

El jefe de la escuadrilla de Super Etendard, capitan Colombo, llamo al capitan Alejandro Francisco. Era su turno. Volaria el con su numeral, el teniente Luis Collavino. Colombo pidio que prepararan la operacion para el mediodia del dia siguiente. El objetivo estaba ubicado a cien millas al este de la isla Soledad. Habia un riesgo adicional: existia la posibilidad de que hubiera un buque como “piquete radar” para interceptar los vuelos del continente. Tenian que saltear esa barrera.

Francisco y Collavino prepararon un diseno de vuelo mas largo, con doble abastecimiento, en la carta de navegacion. Nunca se habia realizado en una mision. La ultima posicion para la recarga deberia hacerse, como minimo, a 200 millas del blanco. El radio de accion hasta el lanzamiento seria de 480 millas, el mas largo de todos los vuelos.

El diseno suponia despegar, volar a 20 mil pies durante cincuenta minutos, realizar el primer abastecimiento y seguir el vuelo hasta llegar a 200 millas del objetivo. Alli se realizaria la segunda carga. Luego deberian volver a descender, realizar la aproximacion rasante, subir, emitir radar, visualizar el blanco, lanzar el misil y regresar en altura hacia la base. Este era el perfil basico, en el supuesto de que la accion no fuera alterada por un buque enemigo. La informacion que disponian era muy limitada.

En la manana de 28 de mayo Francisco y Collavino revisaron los detalles finales. Sentian algo en el estomago, pero nada que no fuera controlable. A estas alturas, con las naves britanicas en control del aire y el mar, cada vez habia menos certeza del regreso de cada mision que despegaba hacia las islas.

En la sala del hangar se vivia con nerviosa expectativa el tiempo de espera entre la partida y el aterrizaje de los aviones. Francisco siguio durmiendo en forma normal. Una mision exigia dormir bien, tener concentracion plena, estar con la mente cinco minutos adelante del avion. En un adiestramiento en la Base Espora, si un piloto no habia dormido bien, pedia no volar. Podia hacerlo. Pero en una guerra a nadie se le habria ocurrido un pedido semejante por una mala noche.

El primer tramo del vuelo tomaria cuarenta minutos. El segundo contacto con el Hercules para el abastecimiento seria una hora despues. Y luego habria treinta minutos mas para la aproximacion y el lanzamiento. Llegarian al blanco practicamente con el tanque lleno. Ya estaba todo. Fueron a sus aviones. El ultimo Exocet AM-39 de la escuadrilla de Super Etendard lo cargaba el capitan Francisco; su numeral lo acompanaria para informar cualquier anomalia. Solo dispararia sus canones si lo interceptaba un Sea Harrier. Ya estaban por rodar cuando les avisaron que el Hercules no estaria disponible. La mision se postergaba para el dia siguiente.

Al dia siguiente ocurrio lo mismo. La puesta del casco, el ajuste al asiento, la senal para empezar a rodar, el Exocet enganchado bajo el ala derecha, la aproximacion a la cabecera de pista y la comunicacion desde la torre de control: no habria avion tanque.

Despues se enteraron de que cambiaria la planificacion.

A las siete de la tarde llegaron cuatro aviones A-4C Skyhawk desde la Base San Julian. El comando de Fuerza Aerea Sur, en Comodoro Rivadavia, habia decidido agregar mayor municion sobre el blanco, que —sospechaban— seria un buque de 20 mil toneladas. Los cuatro aviones A-4C llevarian tres bombas de 250 kilogramos cada uno.

Esa misma noche, el jefe de Escuadron de A-4C Fuerza Aerea con base de San Julian, comodoro Juan Jose Lupianez, reunio en el bunker a los pilotos del SUE para conocer el diseno del vuelo; queria saber si seria factible para los pilotos de su fuerza. Nunca habian recibido adiestramiento en ataques con vuelos rasantes sobre unidades de superficie, pese a la audacia y el valor que demostraban en sus misiones sobre el estrecho San Carlos.

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Luis Collavino antes del ataque

Los pilotos le explicaron los detalles de la mision, los puntos de abastecimiento, el amplio arco del radio del vuelo. Lupianez dijo que podrian hacerlo. Se ordeno el despegue para el 30 de mayo al mediodia.

Ese dia, a las diez de la manana, en la sala del hangar, se reunieron por primera vez los dos pilotos de la Aviacion Naval con los cuatro de la Fuerza Aerea. Seria la primera vez que harian una operacion conjunta.

Francisco les informo la disciplina a seguir: no se hablaria por radio, tampoco habria comunicacion electronica. Todo debia ser discreto; silencio absoluto incluso para el segundo Hercules que se sumaba para el reabastecimiento. Despues de este ultimo contacto en la milla 200 antes del blanco, volarian rasante hasta la milla 55. Desde este punto en adelante, la mision se volveria absolutamente evidente. Todos estarian en riesgo. Los Super Etendard treparian en altura, abririan radar, se comunicarian entre ellos para compartir la informacion del visor y luego volverian a bajar. Los A-4C debian posicionarse mil metros detras y seguirlos.

Ya estaba todo acordado. Dos Super Etendard, cuatro A-4C Skyhawk y otros dos KC-130 Hercules para traspaso de combustible volarian por el sur de las islas Malvinas en busca del objetivo, del punto dato, del ploteo envolvente en el que desaparecian los aviones britanicos.

Los dos SUE despegaron primero, diez minutos despues lo hicieron los cuatro A-4C. Desde la base de Rio Gallegos partieron los Hercules. El abastecimiento se realizo en los dos puntos previstos. La sonda salio por abajo del avion tanque, se mantuvo tiesa, y con su canasta engancho en el cano que salio por arriba del SUE. Los pilotos fueron viendo la aproximacion, con el volante firme, hasta que escucharon el sonido, “clap”. Era la senal de que la canasta enganchaba en el cano y empezaba la descarga. Un Hercules abastecio a los dos SUE en simultaneo, cada avion detras de cada ala. Lo mismo sucedio con los aviones A-4C, aunque en este caso el abastecimiento se hizo en dos turnos. La misma accion se repitio a 200 millas del blanco.

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El piloto Ernesto Ureta fue el primero en ofrecerse como voluntario

Las seis aeronaves ya estaban con el tanque lleno. Entonces los SUE bajaron a 15 mil pies, 4500 metros, hasta la milla 120, y desde ahi descendieron a 30 metros del mar, vuelo rasante. El navegador inercial les iba indicando la distancia y la altura. Los cuatro aviones A-4C volaban detras. Cuando llegaron a la milla 55 cumplieron lo pactado. Los dos Super Etendard ascendieron hasta dos mil pies, a 600 metros, y encendieron el radarEl vuelo se hizo indiscreto. Implicaba dar aviso a los radares enemigos; era como hablar con un megafono en medio del mar. Fueron apenas uno o dos segundos, dos o tres barridas, pero ya estaban los seis aviones en evidencia. Ya podrian ser detectados.

El capitan Francisco vio en su pantalla un eco grande y otro mediano. Los dos dispuestos en horizontal en el visor. El mayor era como una banana grande. La imagen podia ser compatible con un portaviones. Estaban situados cinco grados mas a la derecha de la posicion original que habia dado el puesto de radar de Malvinas. Corrigio la posicion. Collavino vio lo mismo.

Apagaron radar y bajaron. Volaron hasta la milla 40 del blanco. Los A-4C seguian detras. En ese punto, los SUE volvieron a subir y encendieron radar otra vez. Observaron el eco en el visor; ahora se veia mucho mas grande. Francisco ya podia lanzar el misil. Solo debia colocar el cursor sobre el eco mayor, sobre el objetivo, y engancharlo.

Comenzo a manejarlo con la mano izquierda, como si fuera el joystick de un videojuego. Mantuvo la mano derecha en el comando. Un ojo en el radar y el otro adelante, para no chocar contra nada, el limite entre el cielo y el mar era una frontera imprecisa.

Hasta que la alidada se engancho al blanco, apreto el gatillo del joystick y lo dejo fijo. Al radar le llego la orden y en el visor aparecio la informacion de la distancia. Leyo “accroche”. Enganchado. Blanco enganchado con el radar. Faltaba avanzar un poco, unos segundos mas.

 A mayor acercamiento, mayor probabilidad de eficacia de impacto, pero tambien de mayores riesgos. Avanzaban a 150 metros por encima del mar, con el avion estabilizado. El lanzamiento no admitia movimientos bruscos. El misil tenia una plataforma inercial y el avion debia darle estabilidad para que entrara en accion.

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El 1er Teniente José Daniel Vázquez trepando a su Skyhawk tras ofrecerse como voluntario para una misión sumamente peligrosa. Tenía 30 años y acababa de ser padre por tercera vez

En la milla 17 Francisco gatillo. El radar Agave transmitio al Exocet la direccion y la distancia del blanco. El misil comenzo a bajar de su posicion en el ala derecha, 660 kilos que se desprendian. Pero bajo bruscamente, como un peso muerto; parecia que iba a estrellarse contra el agua, aunque enseguida se encendio, estabilizo su posicion, se puso en paralelo a las aguas y se dirigio hacia su objetivo.

La mision de los Super Etendard habia sido cumplida. Francisco y Collavino giraron e iniciaron el escape.

Los cuatro A-4C debian seguir su vuelo para lanzar sus bombas. Debian sobrevolar al blanco.

El mar estaba encrespado, el viento hacia saltar nubes de espuma. Llovia. Los pilotos fijaron la vista en el misil. Siguieron la estela que producian los gases de combustion. El misil era mas veloz que los aviones y pronto lo perdieron de vista en el horizonte, totalmente gris. Al minuto de vuelo, a lo lejos, vieron la silueta de su blanco. Lo encontraron inmenso, majestuoso, una estructura de casi 200 metros desplegada en el mar. Dejaron de ver todo lo que pasaba alrededor. “¡El portaviones!”, le aviso por radio el alferez Jorge Isaac al teniente Jose Vazquez, jefe de la formacion.

Vazquez se habia ofrecido como voluntario en esta mision y eligio al teniente Omar Castillo como numeral. El teniente Ernesto Ureta habia elegido a Isaac.

A medida que se aproximaban, comenzaron a ver humo negro enrollado desde los dos lados de la torre del barco. Iba aumentando su densidad: el misil lo habia impactado. Ahora lo tenian cada vez mas cerca. Se juntaron los cuatro, entrarian por la popa. Atacarian dos de cada lado.

A cinco millas del blanco, Isaac sintio una explosion fuerte en su cabina, pero enseguida advirtio que no era su avion. A su izquierda, a 150 metros vio un A-4C que caia contra el mar. Enseguida, mas cerca del blanco, a un kilometro, sintio un cimbronazo mucho mas intenso a cinco metros de el. Otro A-4C se convertia en una bola naranja de fuego. El blanco, de la pista para abajo, ya estaba cubierto de humo. Viro a la derecha y comenzo a descargar sus canones. Tenia 200 proyectiles. Siguio volando por el lateral de la nave y apreto las bombas.

Ureta disparo dos o tres veces sus canones, pero se trabo, levanto la trompa de su avion, atraveso el blanco enemigo, descargo sus bombas y giro a la izquierda para su huida. Cuando se alejo pegado al agua, la silueta de la nave no se veia mas: estaba cubierta de humo. Isaac aviso por radio que habia salido sin novedad, pero nadie contestaba. En el horizonte vio un punto que se acercaba, penso que podria ser un Sea Harrier, pero reconocio a Ureta por el buzo color naranja. Entendio que Vazquez y Castillo habian sido derribados. Isaac relato las dos bajas al comandante del Hercules al momento del enganche. Desde Comodoro Rivadavia le transmitieron si habia posibilidad de ir a buscarlos. Isaac afirmo que no habia ninguna posibilidad de que se hubieran eyectado.

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El capitan Francisco fue escuchando la comunicacion por radio de los pilotos de la Fuerza Aerea. Sabia que solo regresarian dos. Decidio con Collavino no reabastecerse e ir directamente a Rio Grande. Tenian diez minutos de autonomia y les bastaban para seguir volando. La meteorologia era buena.

Cuando aterrizaron, los costados de la pista estaban llenos de gente. El comodoro Lupianez los esperaba en tierra. “Hay dos que no vuelven”, dijo Francisco. Todavia no se habia bajado de la cabina. El comodoro lo sabia. Se lo habian transmitido desde el Hercules. La mision conjunta del ultimo Exocet AM-39 habia dejado dos pilotos muertos y una nave averiada.

Francisco se bajo del avion y dio el informe verbal al capitan Colombo. Al dia siguiente entregaria el texto escrito. Los dos pilotos de la Fuerza Aerea relataron por separado lo que habian observado. Ambos habian visto al portaviones Invencible con humo en la cubierta. Gran Bretana nunca lo reconoceria.

Despues Francisco se ducho, se cambio y esa misma noche volo a la Base Espora junto a Collavino en un avion Electra. Sentia un sabor amargo. Habian caido dos pilotos. Pero a la vez sentia cierta satisfaccion por la mision cumplida. El resto de la escuadrilla tambien abandono Rio Grande. Ya no tenian mas misiles. Habian descargado los cinco sobre sus blancos: el Sheffield, el Atlantic Conveyor y, aparentemente, el Invencible, en tres misiones.

A 40 años del ataque de los pilotos argentinos al Invencible que Gran Bretaña jamás reconoció

Los sobrevivientes del ataque conjunto del 30 de mayo en Malvinas: Ernesto Ureta y Gerardo Isaac y los pilotos de SUE Alejandro Francisco y Luis Collavino, por primera vez reunidos por un medio de prensa (Foto: Infobae)

Todavia existia la esperanza de que el capitan Corti y el capitan Lavezzo consiguieran misiles de Iran, por intermedio de Libia. Corti tambien estaba a la expectativa de recuperar el dinero transferido a un intermediario holandes para la compra, y pedia ayuda a Carlos Oliva Campos, gerente de la sucursal Paris del Banco de la Nacion Argentina. Habia comprobado que los fondos estaban todavia en el Slavenburg’s Bank de Amsterdam, Holanda, que era propiedad del Credit Lyonnais frances. Habia 6.300.000 dolares pendientes por los misiles que nunca habian sido entregados y el dinero estaba bloqueado.

La escuadrilla comenzo a adiestrarse en vuelos nocturnos en la costa de Puerto Belgrano, en Punta Alta, localidad próxima a Bahia Blanca. Ya no estaban las fragatas Santisima Trinidad o Hercules para ser utilizadas como blanco, pero el perfil de aproximacion lo conocian. Seguian la guerra por radio. Tenian la esperanza de que, con nuevos misiles, podrian volver a Rio Grande.

* Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA) Su último libro publicado es “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”. Ed. Sudamericana

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