Todos hablan de un nuevo Plan Marhall para ayudar a la Argentina. Pero, ¿de que se trató este salvataje ?
Las causas que motivaron el Plan Marshall
El presidente Alberto Fernández consideró que “después del coronavirus habrá que barajar y dar de vuelta, es otra historia. Lo que la Argentina va a necesitar va a ser algo más parecido a un Plan Marshall que a un plan de contención de la inflación. Vamos a tener que hacer lo que yo decía en la campaña: encender la economía, porque yo soy consciente de que ahora está apagada”.
“Está apagada del peor modo: mandamos a su casa a los consumidores. Lo que vamos a necesitar es una economía que se encienda, que vuelva a funcionar. Ahí, el rol del Estado será muy importante“, afirmó en una entrevista realizada en la Residencia de Olivos por el periodista Jorge Fontevecchia para Net TV.
Ahora, de que se trató dicho salvataje:
El Plan Marshall, cuyo nombre oficial fue European Recovery Program, fue un programa mediante el que Estados Unidos, trató de facilitar la reconstrucción y recuperación de Europa tras la II Guerra Mundial. Se desarrolló entre los años 1948 y 1952. El plan, que tomó como nombre el del Secretario de Estado que lo diseñó, George Marshall, consistió en proporcionar ayuda por un valor superior a los 12.000 millones de dólares a los países europeos que sufrieron el conflicto.
Argentina y el Plan Marshall post guerra
A lo largo del año 1948, la cuestión de la participación de la Argentina, como proveedora de Europa occidental con financiación del Plan Marshall, recibiendo dólares a cambio de sus ventas, pasó a ser un tema político de primer orden en las relaciones argentino-estadounidenses. En marzo-abril, durante la conferencia interamericana de Bogotá, los reclamos latinoamericanos de apoyo a su desarrollo económico y asistencia financiera gubernamental por parte de los Estados Unidos habían chocado nuevamente con la estrategia de Washington de priorizar la reconstrucción europea. No habría nada semejante para América latina. El secretario de Estado planteó claramente en su discurso que sería la recuperación del Viejo Continente la que traería la solución: pronto América latina recibiría los beneficios del gasto en dólares del plan. Uno de los propósitos centrales del plan de reconstrucción era ampliar la demanda para las exportaciones de Estados Unidos. Sin embargo, en sus inicios se preveía que la producción norteamericana, particularmente la agraria, no sería suficiente y debería ser completada con la de otras fuentes.
Esa perspectiva era explícitamente considerada por los planificadores del Norte: “La ayuda se da directamente a los dieciséis países del Programa de Reconstrucción Europea (ERP) y a Alemania occidental [pero esto] no quiere decir que otros no se beneficiarán indirectamente. […] las otras Américas pueden proveer bajo el ERP cerca de la mitad de las exportaciones requeridas […]. América latina y Canadá obtendrán entonces acceso al mercado estadounidense con dólares obtenidos en pago por las compras off shore del Programa”. Para la política económica del gobierno peronista, afectado por la inconvertibilidad de las monedas europeas, la perspectiva de ventas a Europa con financiación en dólares del ERP aparecía como una solución. De ella dependía la continuidad de las importaciones desde Estados Unidos, fundamentales para el plan de industrialización.
Pero las eventuales compras se iban demorando y las promesas de una participación argentina fueron utilizadas por Washington y la diplomacia norteamericana como un arma de presión para obtener concesiones. Apuntaban a forzar la baja del precio de venta del trigo argentino, a liberalizar las condiciones para la remisión de beneficios de las empresas norteamericanas, a restringir o eliminar el rol del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) en las exportaciones e importaciones. En suma, una política de presiones dirigidas al abandono del plan económico llevado adelante por el gobierno y encarnado en la figura de Miguel Miranda, presidente del Banco Central y del IAPI y, de hecho, principal responsable de la conducción económica.
El Plan Marshall, aunque pretendía servir como base para la recuperación económica y social de los países europeos tras la II Guerra Mundial, según indican algunos historiadores, no era una ayuda desinteresada. La realidad de aquel momento, en los albores de la Guerra Fría, llevó a Estados Unidos a implicarse en la reconstrucción de una Europa que sirviese para frenar la expansión del comunismo de influencia soviética. Esta medida bajo el influjo de la Doctrina Truman, según la cual era necesario apoyar a»los pueblos libres» en su lucha contra «los intentos de subyugación por minorías armadas o por presiones exteriores», en clara referencia a la Unión Soviética y a grupos guerrilleros o partidos políticos de esta tendencia.
También influyó, y no poco, en esta decisión que una Europa destruida y sin capacidad económica no podría importar productos estadounidenses. Por tanto, uno de los motivos fue la de apoyar a la industria y empresas norteamericanas en su intento de exportar sus productos al Viejo Continente.
Por tanto, con el apoyo a la reconstrucción de Europa se esperaba contribuir a crear sociedades prósperas, en los que existieran derechos laborales en un contexto de bienestar económico y social. Con ello se preveía que se evitaría que en una situación de pobreza, desigualdad y desestructuración social, los obreros de Europa Occidental se viesen seducidos por las ideas socialistas y los regímenes prosoviéticos que se implantaron en la Europa Oriental. El plan fue apoyado por los dos grandes partidos estadounidenses: el Demócrata y el Republicano.
Los países que recibieron esta ayuda y fueron beneficiarios del Plan Marshall fueron diversos. No obstante, la cantidad económica que recibieron fueron diferentes. Los más de 12.000 millones de dólares se repartieron siguiendo un criterios que contemplaban la población y la capacidad industrial. La filosofía sobre la que se asentaba era la creencia de que si despegaban los países más fuertes, tirarían del resto de naciones europeas. También se valoró si habían sido países aliados durante la contienda, si fueron neutrales o si, en cambio, participaron en el bando del Eje.
El país más beneficiado fue el Reino Unido, que percibió el 26% del total. Francia, un 18%. La Alemania Occidental, un 11%. En cambio, la Unión Soviética rechazó para sí y para los países que quedaron bajo su órbita participar de esta programa de ayuda, el cual consideraban un instrumento del imperialismo que comprometería su soberanía e independencia.
En 1953 George Marshall, el Secretario de Estado que lo diseñó, recibió el Premio Nobel de la Paz por contribuir a la reconstrucción de Europa tras la II Guerra Mundial.
Para la aplicación del Plan Marshall se creó en Estados Unidos una entidad denominada Administración para la Cooperación Económica (ACE). El resto de los países, lo beneficiarios, a su vez, crearon la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE), con la finalidad de gestionar eficientemente las ayudas,. Entre los países miembros estaban Francia, Portugal, Reino Unido, Alemania, Italia, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica, Austria, Dinamarca, Noruega, Grecia, Suecia, Suiza, Irlanda, Islandia, Turquía y Grecia. Estos dos últimos fueron importantes por su situación periférica y circunstancias políticas interiores. Posteriormente se unieron España, Canadá y Estados Unidos, entre otros.
Las ayudas norteamericanas se transferían a los gobiernos locales, aunque la administración era conjunta entre éstos y la ACE. Un comisario de la ACE se encargaba de asesorar sobre la mejor forma de administrar las cantidades recibidas.
El gobierno estadounidense consiguió el objetivo de fomentar la compra de productos de sus empresas por parte de Europa. Primero se compraron bienes de primera necesidad, pero pronto se pasó a comprar otros tipos de productos para reconstruir las ciudades y las infraestructuras.
Se calcula que de los casi 13.000 millones de dólares, alrededor de 3.400 se dedicaron a materias primas y productos semifacturados, 3.200 en comida, fertilizantes y lienzo, 1.900 en maquinaria y vehículos y 1.600 en combustibles.
Entre los años que estuvo en marcha el Plan Marshall, de 1948 a 1952, Europa vivió una mejora evidente de su economía. No obstante, existen interpretaciones divergentes sobre si el Plan Marshall fue el detonante o simplemente fue un factor más que influyó en ese desarrollo.
En cualquier caso, la realidad es que en ese período la producción industrial se incrementó en un 35%. La agrícola, por su parte, se situó por encima de los niveles existentes antes de la Guerra. Como consecuencia el hambre y la pobreza extrema se vieron fuertemente reducidas y se logró una mejora general del nivel de vida.
También existen interpretaciones que señalan que la aplicación del plan sentó la base para crear las cimientos sobre las que se construirían organizaciones internacionales, como las Comunidades Europeas, precedentes de la actual Unión Europea.
A pesar de las diferentes interpretaciones y visiones, lo que parece claro es que el Plan Marshall fue una medida de gran calado que, sin lugar a dudas, contribuyó de un modo importante a que nuestro mundo haya desarrollado su actual configuración.