Santo Domingo de Guzmán

Santo Domingo, el Santo Rosario y la Batalla de Lepanto

Comienzos del siglo XIII. Pleno medioevo. En el sur de Francia se ha propagado la herejía albigense o cátara.

Por Luis Elías

Un joven sacerdote, formado en Palencia, hijo de una familia creyente y piadosa, será protagonista en la lucha contra este error: Domingo de Guzmán.

Domingo nació Caleruega, antiguo Reino de Castilla, en 1170. A los seis años comienza sus estudios de lingüística junto a su tío, Gonzalo de Aza. Recibió una esmerada formación moral y cultural. Estudió artes (humanidades superiores, filosofía y teología) en las escuelas catedralicias. Con sólo 20 años de edad, recibirá la tonsura y será ordenado canónigo regular.

Luego de un viaje por el sur de Francia acompañando a su obispo, surge la inquietud de fundar una orden dedicada a esclarecer los errores de la muy extendida herejía albigense. Aprobada por el papa surge en 1215 la Orden de los Predicadores. En 1221, agotado por una vida de sacrificios y entrega a Dios, muere a los 50 años de edad. Los padres dominicos contaban ya con 60 comunidades.

El milagro del Santo Rosario

En 1208, estando en oración en la capilla, Domingo tuvo una aparición de la Virgen María. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito porque muchos albingenses volvieron a la fe católica.

Por esos días la tensión entre los señores católicos del sur de Francia y los albigenses fue tal que se enfrentaron en la batalla de Muret. Simón de Monfort, amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de la batalla. De Montfort consideró que la victoria de Muret había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.

Con el Rosario como oración predilecta, la Orden de los Predicadores se multiplicaba y expandía por el mundo, convirtiéndose en misioneros y divulgando la devoción a María Santísima.

La Batalla de Lepanto y el Santo Rosario

Tres siglos después, la devoción del Santo Rosario salvará a la Europa cristiana de caer en manos de los musulmanes turcos.

Desde el siglo XV el imperio otomano avanzaba sobre occidente. En 1453 cae Constantinopla. A pesar de ello, los ricos navegantes venecianos intentaron sostener el comercio con Oriente. Pero en 1522, con la caída en poder turco del estratégico puerto de Rodas, la cristiandad podía perder el domino en el Mediterráneo y sellar para siempre la suerte de la Cristiandad.

El avance musulmán parecía incontenible, En 1570 exigieron la rendición de Chipre. Los venecianos apelaron al Papa Pío V, quien organizó una expedición naval multinacional para enfrentar a los turcos. El encuentro se dará en Lepanto, cerca de la bahía de Corinto, el 7 de octubre de 1571. Los cristianos eran superados en número. Solo comandaban 214 barcos y 80,000 soldados. La fuerza turca ascendió a 120,000 soldados, unas 225 galeras y 50 barcos más pequeños adicionales. La batalla ocurrió en un momento de transición en la guerra naval y Lepanto se erige como el último gran enfrentamiento marítimo entre barcos propulsados por remos.

Al amanecer las fuerzas cristianas pudieron abrumar a su enemigo. 9000 cristianos murieron en la batalla, pero 12000 fueron liberados de la esclavitud en las galeras turcas. Las pérdidas otomanas fueron mucho mayores.

Estandarte de la Santa Liga, que al Mando de Don Juan de Austria enfrentó al invasor musulmán

Pío V, fraile dominico, rezó el rosario durante toda la batalla y atribuyó la victoria a la intercesión de la Santísima Virgen. De ahí la fiesta de Nuestra Señora del Rosario (que se llamó por primera vez la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria). Pero las del Pontífice no fueron las únicas oraciones dirigidas ese día a la Madre de Dios. Las tropas cristianas rezaron el rosario durante la noche anterior a la batalla. La repetición rítmica de la oración desmoralizó profundamente al enemigo musulmán. Occidente se libró de la ocupación otomana. Y la Europa católica, sumida ahora en una profunda crisis ante la aparición del protestantismo, se esforzaba desde España para llevar la palabra de Dios a un nuevo continente. Con la cruz en una mano y el Santo Rosario en la otra.

En el Rosario tenemos la oportunidad de contemplar todos los eventos humanos con los que estamos familiarizados - nacimiento, muerte, amistad, engaño, alegría, dolor, derrota, victoria y triunfo - e identificar nuestra experiencia con los mismos acontecimientos en la vida de nuestro Salvador y su Madre.

Por Luis Elías

Profesor de Historia UN Cuyo

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