River, en otra dimensión que Inter
River Plate la sacó barata. El segundo tiempo ante el Inter de Milán en Lumen Field de Seattle pudo haber sido una catástrofe, evitada en buena parte por Franco Armani, muy sólido en el arco, y por los goles que desperdiciaron entre Lautaro Martínez y su compañero de ataque, Francesco Pio Esposito.
De no haber sido así, River, que puso todo, que en el primer tiempo hasta fue hacia el campo contrario soñando con una victoria en lo que todavía era un partido con cierta paridad, se habría vuelto a Buenos Aires con una goleada en contra ante un equipo como el Inter que, cuando apretó el acelerador en el segundo tiempo, lo puso en evidencia.
Es cierto que a los "millonarios" les faltó todo el mediocampo titular entre los suspendidos Enzo Pérez, Giuliano Galoppo y Kevin Castaño, incluso, arriba, Sebastián Driussi, pero las diferencias físicas, dinámicas, de juego colectivo y hasta técnicas, fueron enormes entre los dos equipos.
Con sólo repasar las llegadas del Inter en el segundo tiempo, alcanza para entender la diferencia de nivel. Sólo Lautaro Martínez tuvo no menos de tres ocasiones claras de gol, dos tapadas por Armani, una que pegó en el palo, otra que pasó al lado del palo derecho, y a éstas hay que sumarles las de Espósito y los goles. Un auténtico aluvión por parte de un equipo italiano acostumbrado a atacar con mucha gente, como por ejemplo sus dos laterales, el neerlandés Dumfries y Di Marco.
Es que River no está acostumbrado a eso, porque el fútbol argentino no lo está. El "fútbol de los campeones del mundo", como llama la AFA a un torneo local en el que son pocos los que estuvieron en Qatar y la mayoría está lejos de llegar a otra Copa del Mundo, tiene mayoría de equipos que sólo atacan con un punta o acaso, sin ninguno, y les cuesta muchísimo llegar hasta el arco adversario.
Al contrario, se trata de partidos friccionados, en los que todo se protesta o de todo se trata de sacar partido, y no resulta nada casual que River, además, se haya despedido del torneo con tres expulsados en tres partidos, otros que se salvaron por muy poco, como Marcos Acuña ante el Inter (aunque, salvando las distancias, realizó un muy buen partido), y con la queja de los entrenadores adversarios como el catalán Doménec Torrent, exayudante de Josep Guardiola en el Manchester City y actualmente en Rayados de Monterrey, o el propio Christian Chivu, el nuevo entrenador del Inter que reemplaza a Simone Inzaghi, acerca de las reiteradas y duras faltas de los jugadores "millonarios" durante el Mundial de Clubes.
"No es la imagen que queremos dar", dijo el entrenador Marcelo Gallardo en la conferencia de prensa posterior, en referencia al desborde que tuvo Acuña ante Dumfries durante todo el partido, aunque fue patente en el final, cuando hasta sus compañeros tuvieron que hacerle un tackle para frenarlo.
Hasta Lautaro Martínez, en un momento del partido, casi reacciona ante una dura falta de Lucas Martínez Quarta, aunque luego se serenó al conocer que quien lo había agredido era su excompañero en la selección argentina.
Y esas faltas se corresponden con dos motivos principales. La impotencia y la carencia de juego, de ideas. Porque River, aunque sea uno de los más compactos equipos argentinos, no se le acerca al River de otros tiempos.
Hasta Franco Mastantuono, joven que terminó su etapa en el equipo argentino y pasará a jugar en el Real Madrid, todavía no parece haber llegado ni de cerca a su zénit y seguramente irá madurando con el tiempo y en el fútbol europeo, pero en este Mundial de Clubes apenas si apareció con cuentagotas.
Es que, sin ideas de juego, sin elaboración, sin ejecutantes a la altura, parece difícil equipararse a las potencias. Si los equipos brasileños lo consiguieron es por un respaldo institucional, por una inversión en cracks y en una idea de juego.
Los equipos argentinos están en otra dimensión y como River, ahora que llega el momento de la definición, ya no participan. Se necesitará una profunda autocrítica y un largo análisis para revertir este momento, en el que equipos como Inter, están decididamente en otra dimensión, inalcanzables, cuando, además, jugaron sin su pasador principal y dueño de las pelotas paradas, como el turco Çalanoglu, o un delantero potente, goleador y fabricador de espacios como Thuram.
Aún así, River no perdió la clasificación ante el Inter. En un acto interno de sinceridad, Gallardo, seguramente, no contaba con puntos cuando evaluaba cómo le podía ir contra los italianos. El problema fue no poder vencer a Rayados de Monterrey. River dominó e hizo todo lo posible pero no le alcanzó porque no tiene, hoy, jerarquía suficiente para estos compromisos.
La prueba está en que Gallardo, aquel comandante que ganó tantas cosas en el pasado, en este ciclo busca a aquellos héroes de hace más de una década para que lo salven, como Ignacio Fernández, Gonzalo Martínez, Matías Kranevitter, Sebastián Driussi, Enzo Pérez.
Acaso esto también nos indique el momento que vive River y por qué, hoy, la distancia con potencias como el Inter, es tan grande.