Opinión

Paso Pehuenche: de los compromisos históricos a la necesidad actual en su funcionamiento pleno y estratégico

Es crucial reorganizar la actividad y promover inversiones, entendiendo que la infraestructura no es un gasto, sino la columna vertebral del desarrollo.

Jimena Cogo

El Paso Pehuenche no es un proyecto nuevo ni un sueño improvisado. Es el fruto de décadas de insistencia, gestiones binacionales y esfuerzos silenciosos de empresarios, cámaras sectoriales, intendentes, gobernadores y funcionarios nacionales. También de personas físicas que dedicaron buena parte de su vida a sostener la idea de un corredor alternativo, viable y justo para el desarrollo del sur de Mendoza y la región centro-sur de Argentina y Chile.

En cada comité de integración, en cada acta de reunión y en cada mesa técnica, Argentina y Chile han asumido esfuerzos y compromisos a lo largo de más de 60 años. En enero de 2017, tras 16 años de obras y una inversión superior a los 403 millones de pesos, se finalizó la pavimentación total de la Ruta Nacional 145, que conecta Bardas Blancas con el Paso Internacional Pehuenche, a 2.533 metros de altura. Con sus 76 kilómetros asfaltados el corredor quedó habilitado en condiciones de transitabilidad y consolidándose como una vía segura Desde entonces, el Pehuenche es una alternativa real al Cristo Redentor, y de proyección de crecimiento, al vincular directamente la VII Región de Chile con el Mercosur a través de los puertos de Rosario y Bahía Blanca

Pero el Pehuenche no puede quedar reducido al estado actual; hay que continuar y dar los pasos necesarios hacia la habilitación de carga general, con infraestructura moderna y con visión estratégica de largo plazo. Porque el mundo no espera, muestra de ello, es China que despliega inversiones impensadas en el Pacífico sudamericano, como la del puerto de Chancay en Perú, proyectado como eje del corredor Shanghái-Chancay-Manaos. Ese gigante asiático no duda en arriesgar capital y geopolítica para asegurar rutas comerciales que lo conecten con Sudamérica y, a través de ella, con el Atlántico.

Frente a esa realidad, la geopolítica se escribe en presente. El futuro se disputa hoy, en cada ruta, en cada puente, en cada paso de frontera.

El Pehuenche no es solo Malargüe, San Clemente o Talca. Es toda una región que aguarda infraestructura para vivir mejor:

Caminos y carreteras que reduzcan costos logísticos. Puentes y puertos que hagan posible exportar desde el corazón productivo argentino hacia Asia. Zonas francas, parques industriales y depósitos fiscales que generen empleo y diversificación económica. Políticas de Estado que trasciendan los calendarios electorales, como lo hacen las naciones que planifican a 30 o 50 años

Se necesita reorganizar la actividad, compensar asimetrías, promover inversiones y mejorar cada paso, sin caer en la tentación de pensar que la infraestructura es un gasto: es columna vertebral del desarrollo y de la dignidad de nuestros pueblos.

Hoy más que nunca, la oportunidad está al alcance de nuestras manos. El Pehuenche puede y debe convertirse en la gran apuesta estratégica de la integración argentino-chilena. Nuestros gobiernos tienen la obligación de leer con lucidez la geopolítica global, fijar rumbos claros y actuar con decisión.

En este camino, no puede perderse de vista el espíritu del Tratado de Maipú (2009), que selló un compromiso profundo de cooperación e integración. Ese tratado evocó el histórico abrazo de San Martín y O'Higgins, y fijó valores de hermandad, paz, amistad, cooperación, desarrollo sustentable, justicia social y respeto a los derechos humanos. Su objetivo fue claro: crear mecanismos permanentes de integración, desde los comités locales hasta los grandes proyectos binacionales, con visión de largo plazo y de Estado. Ese espíritu nos recuerda que la integración no es solo obra de gobiernos de turno, sino un proceso que involucra a pueblos, regiones y generaciones enteras.

Porque en definitiva, de lo que se trata no es solo de transportar carga: se trata de transportar futuro, en sintonía con los valores que inspiraron las hazañas del gran libertador y que hoy deben traducirse en obras concretas y decisiones audaces.

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