análisis

Lepra y Tomba: fuerzas parejas en tensión y búsqueda de identidad

Independiente Rivadavia y Godoy Cruz protagonizaron un duelo intenso, pero en ninguno de los dos casos desplegaron argumentos suficientes como para constituirse en vencedores. Las razones de un clásico parejo y con aires de sabor a poco.

Fabián Galdi

Hay una vieja frase enraizada en el fútbol argentino que dice: "los clásicos no se analizan; se ganan". Hoy, la expresión le cabe perfectamente a ambas expresiones futbolísticas.

Por más valoraciones que agitan la polémica acerca de si a este duelo se le puede llamar "clásico", queda claro que en la gente sí lo es por toda la adrenalina que recubre al hincha en los días previos, en el momento del duelo y en el post partido.

Un clásico es eso: medición de fuerzas y efecto residual conforme el resultado. Por más que se le baje el perfil, la matriz futbolera que posee la cultura argentina se expresa a base de la mixtura entre lo emocional y el raciocinio en porciones similares.

De hecho, Independiente Rivadavia y Godoy Cruz atraviesan presentes diferentes y la carga emocional que llevan consigo se refleja en el campo de juego, conforme a cómo se intenta expresar en el juego aquello que cada entrenador trabaja en la semana previa.

No siempre se puede predecir cómo el comportamiento humano de cada futbolista va a reproducirse en acciones que se ensayan hasta el cansancio, pero que psicológicamente afectan al futbolista a la hora de poner en práctica aquello que se trabajó en la teoría.

No se trata de apretar el piloto automático, sino de enfrentarse a una realidad: el oponente es real, de carne y hueso y no se simplifica la acción con una simple anotación en el pizarrón.

La Lepra afrontó en este choque una contingencia inesperada: perder una pieza clave en la zona central tras la expulsión de Tomás Bottari por violencia desmedida en la infracción a Maxi González. En el mediocampo, allí donde empiezan a definirse las tendencias de un partido, la pérdida de un volante -encima apenas iniciado el complemento- inclina la balanza en ambos lados: cómo reacomodarse rápido, por una parte; de qué manera aprovechar que el rival tiene un jugador menos, por el otro.

La lectura de Alfredo Berti fue inmediata y se tradujo en que el centro del campo recuperase estabilidad, por lo que el ingreso de Kevin Retamar por Fabrizio Sartori marcaba que el delantero debía desdoblarse en la transición defensa/ataque para que el sector no perdiese control.

Quedaba claro que el azul iba a juntarse en fortaleza defensiva y en tratar de quebrar al oponente en contras rápidas, sobre todo con Sebastián Villa como faro para trabajar sobre el lateral izquierdo del ataque y, desde allí intentar ganar por afuera o en diagonal hacia el área.

El técnico también apostó al recambio en ambas áreas, poco después: Osella por Costa y Barbieri por Bonifacio, y, ya en el cuarto de hora final, sacó a Gómez -amonestado- por Ortega y a Matías Fernández por Muñoz. Su postura fue la de no resentir la estructura defensiva y la de apostar por ataques vía pelota parada o contras a través de Villa. No esperaba, desde ya, que el colombiano pecara de inocente: dos tarjetas amarillas en apenas 58 segundos dejaron a su equipo con nueve y sin su máximo desequilibrio de ataque.

El propio Berti lo subrayó en la conferencia de prensa posterior, por la cantidad de expulsiones que lleva su equipo: seis en siete partidos; inconcebible.

Del otro lado, Walter Ribonetto carga con una mochila llena de piedras conforme a lo que está marcando la tabla anual: Godoy Cruz pierde puntos mientras los últimos ubicados los están sumando y, por ende, se achica la diferencia a falta de cuatro fechas del cierre.

El entrenador tomó la dirección técnica del Tomba cuando ya estaba quebrada la relación del plantel y el anterior cuerpo técnico, con Esteban Solari a la cabeza. La llegada del nuevo conductor grupal fue en mitad de competencia y aún con la Copa Sudamericana en el medio. Cuando los más optimistas suponían que iba a encauzarse el proceso y que la localía en el reinaugurado "Feliciano Gambarte" era una garantía de resultados positivos, lo cierto es que la realidad marcó todo lo contrario.

Paradójicamente, lo mejor de este ciclo actual se vio en el triunfo de visitante frente a Platense, un 3-1 que además se logró con un jugador menos durante una hora de partido por la expulsión de Santino Andino.

Le cuesta al DT tombino encontrar la mejor forma de estabilizar el mediocampo, zona medular en la que se aplican variantes casi partido por partido. Es natural que la paciencia del hincha no es infinita y que los resultados actúan como detonantes del estado de ánimo del día a día. El problema es cómo hallar el equilibrio justo entre líneas y esto no es tan sencillo cuando se asume en plena competencia en vez de en una pretemporada.

Lo cierto es que Nicolás Fernández asoma como quien marca la diferencia en el juego porque asume la conducción del ataque intentando romper líneas y asociarse con quienes vengan acompañado en paralelo o por las bandas; no siempre lo logra, pero tampoco sucede por defección propia, sino porque pareciera que la ausencia de coordinación con sus compañeros es el enigma que todavía no tiene resolución.

Por lo pronto, Maxi González es una alternativa que, con más minutos en cancha y continuidad puede suplir lo que le está faltando hoy a un jugador de jerarquía como Pol Fernández. En su segunda etapa en el "bodeguero", aún el talentoso y cerebral mediocampista parece ralentizar el juego cuando protege el balón y la línea ofensiva está esperando un cambio de ritmo o más presencia para asociarse con los carrileros.

En el "Gargantini", Godoy Cruz pareció por momentos desplazarse con el freno de mano y prácticamente no inquietó a Ezequiel Centurión, lo que habla de una performance a la que le faltó más y mejor transición defensa/ataque para llegar masivamente a posiciones de definición.

La igualdad en el marcador no le cayó mal al partido y el "leproso", en el balance, fue levemente algo más que su adversario, el que se fue con más interrogantes que certezas.

Fue un clásico, pero más por el ambiente en las tribunas y las tendencias en redes sociales entre hinchas. Dentro de la cancha, alternativamente les costó a los dos asumir el protagonismo. 

El empate fue el resultado más acorde a lo que brindaron uno y otro. Y, fundamentalmente, queda ratificado el dicho popular: "los clásicos no se analizan; se ganan". Aquí, ninguno hizo más que el otro. 

Ambos tienen la palabra: que la aprovechen.

Esta nota habla de: