Judelin Aveska, el haitiano que se hizo mendocino: "La Lepra fue el amor de mi vida futbolística"
Capitán de su selección, trotamundos del fútbol y símbolo de Independiente Rivadavia, Judelin Aveska contó su historia de vida en una entrevista íntima con Ídolos y Anónimos. Conmovió al recordar su llegada a Mendoza, el amor de la gente, los golpes de la vida y su lucha constante contra el olvido, el racismo y el desarraigo. Hoy, con 37 años, asegura: "Mi casa está en Mendoza"
Judelin Aveska llegó a la Argentina con apenas 20 años, desde las divisiones juveniles de River Plate. Corría el año 2008 cuando desembarcó en Independiente Rivadavia, bajo la conducción técnica de Roberto Trotta, en el segundo año de la Lepra en la B Nacional. Ese año también llegaba a la institución Ariel Ortega, y comenzaba para Aveska una historia de amor que no conoce de finales.
Los mensajes de los oyentes lo desbordaron de cariño: "Negro Macizo", "Tres Piernas", "Come Leones", "Nero Su"... Todos coincidían en lo mismo: dejaba el alma cada vez que vestía la camiseta azul
"Desde el primer partido que jugué, en la cancha de Malvinas contra Belgrano, la gente me ovacionó. Sentí que Dios me había traído a Mendoza", recordó emocionado en diálogo con Jorge Barbieri, en el programa Ídolos y Anónimos por Radio Jornada 91.9.
El defensor haitiano, que jugó como central, lateral, y hasta de volante central, fue uno de esos futbolistas que se ganaron el corazón del pueblo leproso a fuerza de garra y entrega. "La gente me gritaba desde la tribuna y eso me motivaba más. Me daban ganas de bajarle los dientes al rival", dijo entre risas. "Yo sentía que cuando entraba a la cancha, me transformaba".
Aveska no ganó títulos con Independiente Rivadavia, pero cosechó algo aún más valioso: el cariño incondicional de los hinchas. "Lo más importante fue el amor de la gente. Pagaban su entrada, dejaban su trabajo por ir a la cancha. Lo mínimo que uno podía hacer era dejar la vida en cada pelota", reflexionó.
El relato de Judelin Aveska no fue solo deportivo. También fue humano, político y social
Los mensajes de los oyentes lo desbordaron de cariño: "Negro Macizo", "Tres Piernas", "Come Leones", "Nero Su"... Todos coincidían en lo mismo: dejaba el alma cada vez que vestía la camiseta azul. Uno de ellos incluso bromeó: "Entraba con la amarilla desde el vestuario".
Entre tantos recuerdos, evocó también una injusticia: un gol legítimo que le anularon contra Ferro. "Recibí un pase, avancé y le pegué fuerte abajo. Fue gol, pero el árbitro dijo que había entrado por fuera de la red. Me lo anularon mal. Era legítimo", lamentó.
Tras su paso por la Lepra, Aveska tuvo una carrera internacional que lo llevó por Chile (Santiago Morning), Ecuador, India, Taiwán (Han Join) y varios clubes del ascenso argentino como Gimnasia de Jujuy, Estudiantes de San Luis, Almagro, Juventud Antoniana y Deportivo Maipú. También fue capitán de la selección mayor de Haití durante casi una década, una experiencia que definió como "una etapa muy hermosa".
Hoy, con 37 años y un físico que sigue en forma, sigue entrenando a la espera de una nueva oportunidad: "Estoy bien físicamente, pero también analizo lo emocional y mental. No juego por jugar, sino por sentirlo". Su último paso fue en Taiwán, donde a pesar del idioma (mandarín) pudo manejarse con el inglés. "Algunas palabras en chino aprendí, pero es complicado", contó entre carcajadas.
Racismo, Haití y una identidad adoptada: "Argentina me dio todo"
El relato de Judelin Aveska no fue solo deportivo. También fue humano, político y social. Sin dramatismos, pero con la claridad que dan las cicatrices, habló del racismo, de las pérdidas y del infierno que representa Haití para millones de personas.
"Nunca me afectó el racismo. Lo usaba como motivación. A veces los rivales te insultaban para sacarte del partido, pero más ganas me daban de ir a pegarle", confesó. Aunque también criticó la vara con la que lo medían los árbitros: "A mí me amonestaban a la primera falta. Otros hacían lo mismo y ni los miraban".
Sobre su país natal fue contundente: "Haití es muy sufrido. Desde Duvalier hasta hoy, siempre hubo sangre, dictaduras, miseria. Viví la caída de un presidente en 2004. Vi muertos en la calle. Eso te deja duro de la cabeza". También se refirió a la relación con República Dominicana: "Está peor. Nos sacan a patadas. Hay un resentimiento histórico que no se ha sanado".
Hoy, con 37 años y un físico que sigue en forma, sigue entrenando a la espera de una nueva oportunidad: "Estoy bien físicamente, pero también analizo lo emocional y mental. No juego por jugar, sino por sentirlo"
A nivel personal, confesó que perdió recientemente a sus padres: "Perdí a mi mamá el año pasado, también a mi papá. Fue muy duro. Pero mis hermanos están vivos, y eso es un consuelo. Dios los protege".
Frente a tanto dolor, el fútbol y Argentina fueron su refugio. "Yo no cambiaría esto por nada. En Argentina hay cosas que no existen en ningún otro lugar: el mate, el asado, los amigos, los modales. Aunque se levanten a las 5 de la mañana, se juntan a verte una hora. Eso no tiene precio", dijo conmovido.
"Festejé el Mundial como un argentino más. Yo vivo acá, tengo mis cosas acá. Me siento parte. Obvio que soy haitiano, pero también soy argentino de corazón. Argentina me dio todo".
Sobre Independiente Rivadavia, no ocultó su orgullo por el crecimiento institucional del club: "El año pasado pasé por la sede y me emocionó ver cómo están creciendo. La gente se lo merece, porque siempre estuvo en las buenas y en las malas".
Para muchos, Aveska merece un homenaje. Y los oyentes lo hicieron sentir: "Ojalá te traigan aunque sea para un partido despedida", le dijeron. Y no sería exagerado: pocos extranjeros en el ascenso argentino han sido tan queridos como él.
"Siempre deseo lo mejor para la Lepra y para el fútbol mendocino. Que sigan creciendo, haciendo historia y que se hable bien de esta hermosa provincia", cerró Judelin Aveska, el haitiano que se convirtió en un símbolo del corazón azul mendocino.