Política

Falleció José Mujica, expresidente de Uruguay y figura clave del Frente Amplio

El exmandatario uruguayo falleció este lunes en su chacra de Rincón del Cerro. Su historia atravesó la guerrilla, la cárcel, la presidencia y el corazón de muchos. Su última voluntad: ser enterrado junto a su perra Manuela.

La noticia retumbó como un trueno emocional en Uruguay y más allá: José "Pepe" Mujica, el expresidente que marcó una era con su austeridad, su historia de militancia y su discurso contra el odio, murió este lunes a los 89 años en su casa de Rincón del Cerro, Montevideo. Lo anunció el actual presidente, Yamandú Orsi, con un mensaje cargado de afecto:

"Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo".

Aunque la enfermedad ya había ganado terreno -él mismo había revelado en enero que su cáncer había hecho metástasis-, Mujica continuó recibiendo visitas y participando en la vida política hasta los últimos días. Su cuerpo ya no pudo más. El domingo, debilitado, ni siquiera pudo asistir a votar en las elecciones departamentales.

"Está en una meseta, está a término", había dicho ese mismo día su compañera de toda la vida, Lucía Topolansky.

De la guerrilla al poder

José Mujica fue muchas cosas: floricultor, guerrillero, prisionero, senador, presidente, y símbolo mundial de sobriedad política. Su paso por la vida pública no fue una curva suave, sino una montaña rusa de decisiones extremas, heridas de bala, años en la oscuridad y, finalmente, la presidencia (2010-2015).

En total, pasó casi 15 años preso, varios de ellos como rehén durante la dictadura militar uruguaya. Estuvo en aislamiento y se volvió loco en una celda sin colchón ni luz:

"Tenía visiones, hablaba con las hormigas", contaría luego en el libro Una oveja negra al poder.

Lo salvó una psiquiatra que le recomendó leer y escribir. Así comenzó otra vida.

El tupamaro que habló de amor

Mujica fue un exguerrillero que eligió la democracia como camino de redención colectiva. Tras salir de la cárcel, rechazó el odio como motor político. En sus discursos hablaba de unidad, perdón y principios:

"El odio no construye. No es pose demagógica: es cosa de principios".

En 1995 llegó al Parlamento a bordo de una pequeña moto Yamaha, vestido con vaqueros. En 2010 llegó a la presidencia. En el medio, se transformó en una figura mundial: el presidente pobre que vivía en una chacra, conducía un escarabajo y donaba su sueldo.

Legado político y decisiones estructurales

Como presidente, su legado fue contradictorio y humano. Prometió "educación, educación y, una vez más, educación", y aunque no logró una reforma profunda, creó la Universidad Tecnológica y jerarquizó la formación técnica. Impulsó la transformación energética más profunda del país, pero también dejó fracasos, como la terminal regasificadora.

Sin embargo, su mayor influencia fue cultural: redefinió el poder, desmontó el protocolo, y mostró que se puede gobernar sin lujos ni corbata.

Últimos días y despedida

En su entrevista final con el semanario Búsqueda, en enero, dejó claro que se despedía del mundo:

"Hasta acá llegué"
Pidió que no lo buscaran más, que lo dejaran pasar sus últimos días en su chacra. No lo consiguió. Hasta el final, presidentes, artistas y militantes siguieron llegando para saludarlo.

Su último deseo fue claro: que lo entierren en su tierra, junto a su perra de tres patas, Manuela.

Esta nota habla de: