Mundial de Clubes

El fútbol europeo empieza a comprender

"Es fácil: si no hay dos sudamericanos clasificados a los octavos de final, este Mundial de Clubes no de juega nunca más", nos dijo alguien que conoce los entresijos del poder del fútbol, pero aquello con que se especulaba diez días atrás hoy ya no tiene cabida.

Por Sergio Levinsky desde Miami

Samir Xaud, flamante presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), tal vez al calor de la excelente imagen de sus cuatro representantes, Palmeiras, el único equipo paulista, y los tres cariocas, Flamengo, Fliminense y Botafogo, ya se acercó al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, para proponerle formalmente que su país sea sede del próximo torneo en 2029.

Enterados los dirigentes de las federaciones de España, Portugal y Marruecos, aliados en la organización del Mundial 2030 (a la que se integran Argentina, Uruguay y Paraguay gracias a la dádiva de la FIFA, que les dio un partido a cada uno), salieron rápidamente a pedir su propia sede para el Mundial de Clubes 2029, al citar que si antes la Copa de las Confederaciones de selecciones se realizaba un año antes de los mundiales para testear todo (transportes, infraestructura, etc), ahora el torneo debía ser para ellos.

Australia, cada vez más involucrada en el fútbol (y que suspendió su candidatura para el Mundial 2034 en los últimos días dejando sola a Arabia Saudita, por lo que en algún momento el favor le será devuelto), también se postula para este Mundial de Clubes 2029, un torneo que hace diez días no quería nadie, y ahora, especialmente Europa, todos pretenden organizar.

El factor de la hinchada de Boca Juniors, aunque no sólo el de ella aunque sí de manera mayoritaria, sumado a muchos espectáculos de colorido y personalidad propia, y la actitud de los equipos de los otros continentes a la hora de comenzar el juego, y la escasa distancia futbolística que se viene observando entre las grandes potencias europeas y el resto, ha logrado revertir una situación que parecía imposible.

Hasta el pasado 14 de junio, día en el que comenzó el Mundial de Clubes, para la UEFA se trataba de un torneo molesto, que complicaba las vacaciones de sus equipos y agregaba partidos al cúmulo ya existente que, según ellos, genera lesiones y malestar físico en general, sin mirar hacia adentro y entender que la creación de la Liga de las Naciones (que no es otra cosa que un intento de cerrarse para negarse a jugar amistosos con el resto del mundo) o la ampliación del formato de la Champions League de seis a, en algunos casos, diez partidos en la fase de grupos, no dejaba de ser lo mismo, pero que no merece crítica alguna. Lo de los otros continentes es, en cambio, parte de lo que ellos llaman "virus FIFA".

Pero de repente, en diez días, todo cambió. La hinchada de Boca llenando estadios con más de cincuenta mil personas, los banderazos multitudinarios en la playa del día anterior, el aliento durante todo el partido, las canciones pegadizas, no sólo enamoraron a Infantino -ahora preocupado porque los xeneizes corren el riesgo de quedarse afuera del torneo por no haber sabido mantener resultados importantes ante Benfica y Bayern Munich- sino a los jugadores alemanes, que no podían creer lo que estaban viendo en el Hard Rock Stadium, o a Paul Pogba, que acabó visitando al plantel en la Barry University, impresionado por los espectáculos que presenció.

"Fíjense en los jugadores de Boca -sostuvo Josep Guardiola, el entrenador del Manchester City-. Ellos van a cada pelota como si fuera el fin del mundo". Pero si esto ocurrió con "La 12", hay que destacar también los saltos, cánticos y movimientos organizados de los hinchas del Red Urawa Diamonds, o el trencito dentro y fuera del campo y la mancomunión entre jugadores e hinchas del Mamelody Soundowns sudafricano, o que Ruver Plate y Rayados hayan llenado por completo el Rose Bowl de Pasadena, en Los Ángeles, sede de la final del Mundial 1994.

"Nos hubiera encantado recibir el apoyo de nuestro público-se lamentaba el gran arquero alemán del Bayern Munich, Manuel Neuer, campeón mundial en 2014- pero fue completamente tapado por el de Boca así que por eso los saludé cuando terminó el partido". "Nunca jugué con un clima así, es Flamengo -ya clasificado- y Boca, porque el colorido de las hinchadas y tratándose de dos equipos de esa tradición, sería foco de atención planetaria.

Si todo esto ocurre en las tribunas, en fútbol todavía es más evidente. Los cuatro equipos brasileños ratificaron en el Mundial de Clubes la potencia que son en este momento, respaldados con un gran Brasileirao de veinte equipos -y no el esperpento de treinta, y eso que Brasil tiene casi doscientos millones de habitantes- y de muchos jugadores que regresan de Europa con menos de 32 años, tentados por volver a su país a un torneo de élite al que se le suman estrellas de toda Sudamérica.

Si el Flamengo se clasificó a octavos antes de la tercera fecha, venciendo con claridad al Chelsea, Botafogo, último campeón de la Copa Libertadores, se impuso al PSG que había aplastado al Inter por 5-0 en la final de la Champions de quince días antes en Munich, y Palmeiras empató con Porto y lo mismo hizo el Fluminense con el Borussia Dortmund.

Si Boca o River desnudaron las falencias que arrastraban de los torneos locales, otros clubes recibieron altísimas inversiones con mejores o peores resultados, desde los árabes de Al Hilal, a los mexicanos de Pachuca o Rayados de Monterrey.

Esto no significa que las distancias con las grandes potencias europeas no existan, porque los presupuestos son diez veces mayores o incluso más, pero se han acortado, y eso es evidente y una nueva preocupación para el Viejo Continente.

"My love has got no money, he's got his strong beliefs/My love has got no power, he ‘s got his strong beliefs/My love has got no fame, he's got his strong beliefs/ My love has got no money, he's got his strong beliefs" ("Mi amor no tiene dinero, tiene sus fuertes creencias/Mi amor no tiene poder, tiene sus fuertes creencias/Mi amor no tiene fama, tiene sus fuertes creencias/Mi amor no tiene dinero, tiene sus fuertes creencias"), es "Freed From Desire" la canción pegadiza de Gala Rizzatto que resuena en el Mundial de Clubes, acompañada por el "nanananananana nanana nananá", compuesta en 1997 y rescatada hace poco en la Premier League inglesa, que no podría resumir mejor lo que ocurre en este Mundial de Clubes.

El fútbol europeo va comprendiendo que no todo es el dinero, o, como cantaban The Beatles en sus primeros tiempos, "Cant buy me love ("El dinero no puede comprar mi amor"). Y va comprendiendo que el Mundial de Clubes parece haber llegado para quedarse, y le empieza a tomar el gustito y a tratar de justificarlo, lejos de aquel molesto "Virus FIFA".

Esta nota habla de: