Opinión

Despedidas de fin de curso

Termina mayo en España y no sólo llegan, por fin, los calores, la vestimenta ligera, las conversaciones sobre los destinos en las próximas vacaciones de verano, sino también algunas emocionantes despedidas en el fútbol, esa liturgia conmovedora que se va pareciendo cada vez más a los fastos de un funeral si se trata de próceres de los clubes y sus hinchas.

Este sábado, el estadio Santiago Bernabeu se acondicionó para algunos hechos particulares que acabaron tapando la actualidad del partido, el último de la temporada de la liga española, y que enfrentaba al Real Madrid ante la Real Sociedad, dos adversarios que durante este año se batieron duramente en dos competiciones y que hasta debieron llegar al alargue en la Copa del Rey en una noche inolvidable.

Y no es que no había nada en juego, porque si el francés Kylian Mbappé marcaba algún gol, agrandaba las chances de ganar, en su primer año de blanco, el Botín de Oro de Europa (además de ser el goleador de la liga) y terminó marcando dos, obligando a que en las próximas horas, su rival por el trofeo al máximo goleador del continente, el egipcio Mohammed Salah, a concretar varios para alcanzarlo.

Pero muy pocos, en el Bernabeu, asistieron para comprobar si Mbappé iba o no a concretar los goles. Era claro que la cita era por otra cosa, mucho más profunda, mucho más sentida: las despedidas del equipo, luego de años de resonantes éxitos, del gran jugador croata Luka Modric y del director técnico más laureado de su historia, el italiano Carlo Ancelotti.

"Carletto", siempre sereno y sonriente durante su carrera, gran manejador de las conferencias de prensa con salidas irónicas o precisas o serias, pero de manera caballeresca, y sin despeinarse y una ceja levantada sobre la otra al mejor estilo James Bond, dijo esta vez que no podía asegurar que no iría a llorar en el momento de ser aclamado y que no se inhibiría, aunque cuando en el césped tomó el micrófono, se le cortaron las palabras, sollozó (incluso logró el milagro de que el frío empresario del poder, el presidente del club, Florentino Pérez, lagrimeara en el palco) y tuvo que ser breve antes de la manteada, recordando los hitos durante su última conducción y una gran frase: "no llores porque se termina, sonríe porque existió".

El día anterior, en su última conferencia de prensa, tuvo palabras elogiosas para su sucesor, Xabi Alonso, para el club, su plantel y su presidente, y manifestó que "jamás" se iría mal del Real Madrid, que no se lo permitiría.

Ancelotti no sólo ganó quince títulos con el Real Madrid, entre ellos tres Champions Leagues, comenzando por aquella del "minuto Sergio Ramos" con aquel cabezazo en el minuto 93 de la final de Lisboa ante el Atlético Madrid del "Cholo" Diego Simeone en 2014, sino que es el único que ha ganado los títulos en las principales cinco ligas europeas y ahora va por la cereza del postre antes de jubilarse: el título mundial con la selección brasileña, un enorme desafío, al asumir sólo un año antes de la máxima cita y bajo un enorme caos institucional en la Confederación (CBF).

Pero si Ancelotti es la cara de la moneda racional del que se sienta en el banco, o a lo máximo camina, siempre elegante y de traje, por su cuadrante cerca del campo de juego, la contracara es Modric, quien sigue teniendo un golpe de cara externa prodigioso, aunque el próximo 9 de septiembre cumpla cuarenta años.

Acaso su DNI (como alguna vez dijo el "Loco" Hugo Gatti de su salida de Boca a los 44) le haya hecho más daño que su juego. Esperó entonces en vano una propuesta del Real Madrid, aunque más no fuera a la baja, para seguir luego de haber disputado nada menos que 57 partidos en esta temporada, pero ésta nunca llegó y al ver que contra la Real Sociedad era el último partido en el Bernabeu, prefirió anunciar su salida, que no retiro definitivo (es unánime el deseo de seguir disfrutándolo con cualquier camiseta), para poder saludar y ser saludado por su gente que lo amó desde que llegó en 2012/13.

Su currículum es demasiado extenso para rememorar su protagonismo, aunque suyo fue el córner del señalado gol in extremis de Ramos en 2014, o desde su cara externa llegaron goles inolvidables en noches mágicas de Champions y hasta Xabi Alonso, quien será el nuevo entrenador, y que lo tuvo de compañero, llegó a pedir que le renovaran.

Modric, aplaudido de pie por los hinchas argentinos cuando salió reemplazado en la semifinal ante Croacia en Qatar, no es otro que el que, por fin, rompió el ciclo de los Balones de Oro entre Lionel Messi y cristiano Ronaldo en 2018, cuando también recibió el "The Best" de la FIFA como mejor jugador del mundo y el Balón de Oro al mejor jugador en Rusia, donde fue subcampeón de Francia, y el del jugador del año en la UEFA.

Modric ganó nada menos que 28 títulos en el Real Madrid (casi el doble que el propio Ancelotti) y todavía tiene el desafío de ganar el Mundial de Clubes, ya fuera de España, en menos de dos meses, ya como parte del inicio de un nuevo ciclo.

Pero como dijo de él Ancelotti, "hay muy buenos jugadores, pero aquellos que tienen alma se convierten en leyenda" y basta con ver cualquier video viralizado sobre los ingresos de Modric a los vestuarios en medio de los festejos de cualquier título, cómo todos lo esperan, cómo abraza hasta el último utilero del plantel, o que por alguna razón otro grande como Toni Kroos, el alemán que dejó el fútbol hace una temporada y el Real Madrid todavía no le encontró reemplazo, para saludar a su amigo, para entender el significado de la influencia del croata en los últimos años de los "merengues".

También hubo lugar para más reconocimientos y pañuelos llenos de lágrimas cuando salió reemplazado Lucas Vázquez, el lateral que, sabiendo que llegará el inglés del Liverpool Trent Alexander-Arnold y que en pocos meses se recuperará Daniel Carvajal, prefirió irse por la puerta grande con 23 títulos ganados desde su debut en la temporada 2015/16.

Y aunque a la distancia, salvo algunos pocos centenares que acompañaron al equipo hasta Madrid, muchos hinchas de la Real Sociedad pudieron despedir a otro gran entrenador como Imanol Alguacil, que colocó al equipo vasco en la cima de la consideración, con cinco participaciones en copas europeas, aunque esta vez, las cosas no hayan funcionado igual respecto de la clasificación para 2025/26.

Alguacil supo armar un equipo competitivo con un pico en tiempos en los que dispuso de algunos cracks que hoy triunfan en la Premier League como el goleador sueco Alexander Isak (Newcastle), Mikel Merino y el noruego Martin Oodegard (Arsenal) o el defensor francés Robin Le Normand en el Atlético Madrid, así como ahora es posible que emigre al Arsenal Martin Zubimendi, pero sabe que el fútbol es cruel y aunque no sintió grandes resistencias internas, creyó que era el momento de irse "porque no ganamos nada".

Las despedidas pueden ser muy duras. Si Modric o Ancelotti parecieron detener el tiempo o fueron levantados en andas, a Lucas Vázquez o a Alguacil -un gran entrenador- apenas les valieron aplausos cerrados y varias manos entrelazadas de colegas, y hasta hubo quien pasó desapercibido casi absolutamente en el momento del silbato final del partido entre Real Madrid y Real Sociedad, el propio árbitro Mario Melero López. Es que los jueces no tienen hinchas, más allá de sus amigos o su familia y a nadie se le ocurrirá -ley del fútbol- una manteada.

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