Mundial de Clubes

Cinco buenas y cinco malas del Mundial de Clubes

Acaba de finalizar el primer Mundial de Clubes ampliado a 32 equipos y ni siquiera se puede saber si continuará con la misma cantidad, si pasará a tener 48 -como, por ejemplo, pretende la Conmebol- y si se seguirá jugando en julio, cuando los jugadores llegan extenuados de toda una temporada.

Por Sergio Levinsky desde Miami

Sin embargo, sí podemos sacar nuestras conclusiones de acuerdo con lo que hemos visto a lo largo del torneo y por eso, destacaremos cinco características buenas y cinco malas.

Las cinco Buenas:

- Más allá de la cantidad de equipos y del mes en disputa, es claro que el Mundial de Clubes llegó para quedarse y hasta el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, parece querer reabrir el debate sobre si conviene bajar la frecuencia a los dos años en vez de los cuatro originales. El hecho de que haya por lo menos cuatro sedes postulantes, en principio, para 2029 (Brasil, Estados Unidos, Qatar, y la dupla España-Portugal) es la más clara demostración del interés.

- La más que digna actuación de los cuatro equipos brasileños (todos ganadores de Copa Libertadores entre 2021 y 2024, el período que se tomó para la clasificación). Si bien Palmeiras no logró vencer a ningún equipo europeo, sí terminó primero en su grupo A, en el que también estuvieron Porto e Inter Miami, con los que empató. Botafogo y Flamengo, por su parte, vencieron en sus grupos a los dos finalistas. El Flamengo le ganó 3-1 al Chelsea mientras que Botafogo lo hizo por 1-0 ante el PSG. Y Fluminense, que fue el que más lejos llegó de los cuatro, eliminó al Inter de Milán, finalista de la UEFA Champions League.

- El colorido de las hinchadas provino especialmente de las sudamericanas, con Boca Juniors a la cabeza, aunque Flamengo y River también tuvieron muchísimos seguidores. La cantidad de gente que quiso expresarse con camisetas y banderas de sus equipos de todo el mundo y de las distintas selecciones nacionales aunque no participaran, fue una decidida muestra de la pasión que genera el fútbol. En la final se vieron muchas camisetas del Chelsea y del PSG, producto de una enorme cantidad de gente que llegó a los Estados Unidos para acompañar a sus equipos en los partidos decisivos.

- Lo imprevisible del fútbol, que vuelve a demostrar por qué es el deporte rey. La goleada del PSG sobre Atlético Madrid por 4-0, pero inmediatamente después, los franceses eran derrotados por el Botafogo, y ya en los octavos de final, Al Hilal le ganó y eliminó nada menos que al Manchester City de Josep Guardiola en un electrizante 4-3 en el alargue, pero cuando parecía que los árabes se asentaban, cayeron en cuartos contra el Fluminense. Real Madrid fue vapuleado por el PSG en semifinales por 4-0 y ya perdía por tres goles al terminar el primer tiempo, pero cuatro días más tarde, en la final, el PSG corrió con la misma suerte ante el Chelsea y se fue derrotado del primer tiempo por 3-0, al cabo, el resultado final.

- Pese a la dura derrota por 4-0 ante el PSG en los octavos de final, Lionel Messi, que cumplió 38 años durante el torneo, pudo demostrar que su calidad sigue intacta. Sirvió varios goles, concretó uno excelente de tiro libre y fue el que más gambeteó de todos los jugadores en la fase de grupos.

Las cinco malas:

- Es muy evidente el intento de la FIFA de pegarse a los estados Unidos, con permanentes referencias a su presidente, Donald Trump, su invitación para presenciar la final y entregar la Copa al campeón, o instalándose como sede en la torre Trump, para ir saliendo de su sede habitual en Zurich. Sin embargo, salvo por los latinos, el país sigue demostrando mucho desinterés por el deporte, muy lejos de la consideración de otros como el fútbol americano, beisbol o basquetbol.

- El gran desorden organizativo en la venta de entradas (a un precio inaccesible al principio, para luego, en muchos casos, haber tenido que bajar hasta en un 90 por ciento para poder atraer a cierta cantidad de público en algunos estadios, generando una gran confusión. Muchos problemas, también, con el transporte en algunas ciudades, especialmente para viajar de Nueva York a Nueva Jersey para asistir al estadio "Met Life". Una señalización no muy clara, a veces sin personas que informen en las ventanillas, dificultad para sacar el boleto en las máquinas, buses que salen tarde y con escasa frecuencia, que generaron larguísimas colas. No parece haber buena coordinación entre la FIFA y el Comité Organizador local.

- La elección del mes para la disputa del torneo, cuando los jugadores llegan extenuados de toda la temporada y varios de ellos estuvieron al borde de la lipotimia, como Marc Cucurella del Chelsea en la semifinal ante Fluminense. Infantino dijo el día anterior a la final que todo jugador sueña con participar en este certamen, pero horas más tarde el FIFPRO, sindicato mundial de futbolistas, le respondió duramente comparándolo con Nerón y afirmando que el titular de la FIFA "se cree Dios". La FIFA recibió mil millones de dólares del canal DAZN para las transmisiones de todos los partidos sin codificar, pero no parece haber podido guardar unas pocas decenas para solucionar acuciantes problemas de organización.

- La situación política y social de los Estados Unidos que generó que muchos latinos desistieran de concurrir a los partidos por miedo a redadas que les generasen deportaciones, haya habido o no. Muchos repitieron esta explicación sobre su negativa a ir a los estadios más allá de su amor por el fútbol, en el caso de los que no tienen los papeles de residencia en blanco.

- El cambio rotundo de imagen del PSG desde la semifinal hasta el partido decisivo, no sólo por la dura derrota ante el Chelsea, sino por los incidentes de los últimos minutos, en los que se dedicó a provocar faltas seguramente ante la impotencia de ser superado por su rival, y especialmente por lo ocurrido después del partido, en el tumulto en el que varios jugadores, en especial el arquero Gianluigi Donnarumma, y el entrenador Luis Enrique, repartieron golpes que los colocaron otra vez en el centro del debate. El club francés había hecho un sutil pero persistente trabajo de lobby para que su delantero Ousmane Dembélé fuera el ganador del Balón de Oro en la gala de París del 22 de septiembre, pero ahora parece difícil luego de su floja labor en el partido decisivo.

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