análisis

Así de simple: el Lobo afrontó el partido como tenía que jugarlo

Gimnasia y Esgrima rescató un punto en su visita a Chacarita y no se dejó impregnar por el ambiente tenso en el estadio, donde el público local recriminó a sus propios jugadores.

Fabián Galdi

En medio de un clima envolvente, con la presión del público local sobre sus propios jugadores desde que los equipos salieron al calentamiento precompetitivo, el Lobo supo abstraerse de esa situación y, tal como lo pedía la ocasión, utilizó el tradicional método que distingue a las formaciones que se plantean objetivos de máxima con recursos válidos y sin apelar a ensuciar el juego y cargarse de sanciones arbitrales en contra.

Basta hacer un paréntesis introductorio en modo racconto: el propio presidente de Chacarita Juniors, Néstor Di Pierro, le había disparado munición gruesa al plantel "tricolor", acusando a sus jugadores de no estar a la altura de lo que significaba el tramo final de esta fase regular de la Primera Nacional.

Las agresiones verbales del alto dirigente se expandieron en las redes durante dos semanas y el clima ambiental previo y durante el encuentro en el estadio chacaritense era tan caldeado que hasta los cánticos de la barra brava quedaban disminuidos ante una platea enardecida y recriminando a los futbolistas la baja de rendimiento en los duelos clave para llegar a la finalísima por el primer ascenso o para aspirar al ingreso en el Reducido.

Frente a este panorama de alta tensión, Gimnasia y Esgrima apeló a la inteligencia para hacer su juego y no caer en el roce verbal y/o físico ante un adversario que no solo se enfrentaba al blanquinegro, sino también a su propia gente.

El entrenador Ariel Broggi apostó por César Rigamonti, con toda la experiencia que este posee para estar a la altura de un duelo tan picante que cualquier error podía capitalizarse negativamente y generar un impacto de vacío en la fuerza propia. Tres pelotas de gol tapadas por el guardavalla de 38 años marcaron porqué había sido la elección del cuerpo técnico para este compromiso de tanta envergadura, ya que un resultado negativo podía haber sido un golpe duro si es que, como se presuponía, Estudiantes de Río Cuarto podía vencer a Almirante Brown.

El efecto contagio que provocó la seguridad bajo los tres palos también permitió que la zaga central mantuviera la sincronización para no perder marcas en las acciones de pelota parada favorables al "tricolor". En una categoría tan compleja como lo es el principal torneo de ascenso en el fútbol argentino, la línea defensiva es la clave para que el resto del conjunto consolide su patrón futbolístico en acción.

No solo Rigamonti estaba donde debía estar, sino también el instinto goleador de Brian Nicolás Ferreyra para capturar el balón y definir de primera, sin darle opción al arquero Juan Strumia para recuperase tras el disparo inicial de Facundo Lencioni. Con esa ventaja inicial, el "mensana" mantuvo su línea de juego, con la eficacia defensiva de sus volantes para cortar los circuitos de progresión en cancha que generaba el local.

La segunda etapa tuvo un quiebre con la acumulación de volantes del "funebrero" en campo gimnasista y un cambio en las tribunas, porque el aliento bajó en modo energizante para un equipo herido y que metió hasta el límite de sus posibilidades para arrinconar a Gimnasia, que se cuidó de generar faltas en las cercanías del área. La llegada del empate fue a través del enésimo centro aéreo y un cabezazo que no fue advertido por Rigamonti, quien estaba semi tapado por un racimo de jugadores propios y extraños.

El punto servía y se defendió esa unidad con la mira en la definición en casa frente a un Defensores de Belgrano que no pelea por nada.

Será Gimnasia, de frente a concretar su objetivo del primer puesto en la zona B, el que se mantenga imperturbable ante la ansiedad y el nerviosismo que suelen aparecer en la previa a un partido definitorio.

El sueño del ascenso sigue estando intacto.

Del Lobo depende, más que nunca.

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