Opinión

Una paliza que quedará en el recuerdo

Ni el más optimista de los hinchas "colchoneros" podía prever una paliza de su equipo al Real Madrid en un pletórico estadio Metropolitano, que por fin ahogó tantas de sus penas ante el mismo rival sacando una distancia impensada y con un más que justo 5-2 final, que deja en claro lo que ocurrió en el esperado derbi de la capital española por la séptima fecha de la Liga.

Por Sergio Levinsky desde Madrid

También parece fácil, a ojos del lector, si este cronista sostuviera ahora, a toro pasado, que, de alguna manera, algo de lo ocurrido en la tarde madrileña podía preverse por los últimos antecedentes de ambos equipos, sumado a alguna inexplicable decisión del entrenador blanco, Xabi Alonso -considerado casi infalible por buena parte de la prensa local, que lo respeta en base a pergamino y discurso medido-.

El Atlético de Madrid no comenzó nada bien la temporada y, aunque es adorado por una enorme parte de la afición, Diego Simeone, el entrenador rojiblanco, comenzaba a ser mirado de costado al haber quedado muy lejos del puntero Real Madrid en apenas seis fechas, sumado a la derrota (aunque el equipo luchó hasta el final), en el debut de la Champions League en Anfield ante el Liverpool.

Lo cierto es que el Atlético no contó, salvo en una extraña primera visita al Espanyol, cuando los catalanes revirtieron el resultado en el segundo tiempo, con sus dos contrataciones más importantes del último mercado de pases, Javier Baena y Thiago Almada, lesionados. Y así es que Simeone tuvo que rearmar su estructura sin los dos talentos que podían cambiar el ritmo y asistir a sus compañeros. Y, por supuesto, no le resultó sencillo.

Sin embargo, los brotes verdes fueron apareciendo en las últimas semanas. Marcos Llorente (quien se quedó con el puesto de Nahuel Molina), aportó una gran solución como un lateral derecho profundo al punto de marcar los dos goles de su equipo ante Liverpool, el eslovaco Hancko, quien llegó para jugar de marcador central, se afirmó en el lateral izquierdo superando a Matteo Ruggeri (otra contratación) y a Javi Galán, mientras que los dos extremos en edad, el joven prometedor Pablo Barrios y el veterano de mil batallas Koke, se fueron asentando en el medio, haciendo correr la pelota con claridad.

Sobre el final del mercado de pases llegó Nico González para ocupar la banda izquierda, Giuliano Simeone se situó a la derecha con su habitual despliegue, y Julián Álvarez se lanzó a marcar esos goles producto de su enorme e indiscutida calidad y así el Atlético dio vuelta el derbi contra el Rayo Vallecano a mitad de la semana, con tres goles del cordobés de Calchín.

Es decir que el Atlético tenía no demasiados puntos para lo que había merecido en la mayoría de los partidos (incluso en la Champions) y el desafío era enfrentar a uno de sus acérrimos rivales, el Real Madrid, que había ganado todo lo que jugó en la temporada, los 18 puntos de Liga y ante el Olympique de Marsella en Champions.

Sin embargo, al revés que el Atlético, el Real Madrid no había ganado con garantías ni había demostrado demasiada superioridad en casi ninguno de sus partidos. Apenas en su visita al Oviedo (0-3) había marcado una diferencia sustancial, pero, en general, sufrió casi siempre, no tuvo momentos de brillantez, y fue salvado por su enorme pegada ofensiva, especialmente por el excepcional momento que atraviesa su gran figura, el delantero francés Kylian Mbappé.

Sin embargo, las críticas mediáticas parecían exageradas. Sí podía afirmarse que las contrataciones del mercado habían generado una mejora en algunas posiciones como fueron los casos del joven Dean Huijsen como marcador central, o Álvaro Carreras como lateral izquierdo, pero una mayor tenencia de pelota y jugar con tres atacantes (Mbappé, acompañado de Franco Mastantuono por derecha, y Vinicius Junior o Rodrygo por izquierda), fue limitando el despliegue del uruguayo Federico Valderde, y la ausencia de Eduardo Camavinga y de Jules Bellingham, por lesión, fue debilitando la mitad de la cancha.

Pero goles suelen ser amores y cuando se gana, poco se debate y el Real Madrid comenzó a vivir de las mieles de una situación sin comprobación al no haber enfrentado, hasta el derbi contra el Atlético, a rivales más duros, que lo comprometieran en serio, pese a que no nos parecía que todo era un hermoso paseo blanco.

Y entonces llegó el derbi en el Metropolitano y, por si fuera poco, un hasta entonces "infalible" Alonso falló gravemente en su idea táctica de cómo enfrentar el partido. Colocó a un Bellingham sin fútbol, con apenas minutos en el partido anterior, para ganar presencia en el medio, y quitó a Mastantuono, que, de todos modos, para nosotros tampoco había rendido tanto y lo que sí mostró fue personalidad para su corta edad, aunque no tanto su talento, si bien hay tiempo para esperarlo.

Desde el inicio, quedó claro quién mandaba, y si los locales no se pusieron en ventaja casi de saque, fue porque el noruego Sorloth viene fallando goles imposibles en toda la temporada por sus limitaciones salvadas por su potencia y su físico espigado.

Pero hubo una sorpresa más: este Real Madrid tan alabado, supuestamente tan bien trabajado, fallaba una y otra vez en el juego aéreo y tantas vacilaciones acabaron con un gol de Le Normand, aunque los blancos tienen tanta pegada que, sin haber hecho mucho, y dominados casi por completo por su rival, tardaron apenas veintidós minutos en dar vuelta el marcador, primero por el impiadoso Mbappé y luego, por un error en el despeje de Le Normand que terminó capitalizando Arda Güller: contra este equipo no se pueden cometer errores groseros porque esto acaba con la pelota en el arco propio.

La diferencia con otros derbis, lo que quebró esta vez el Atlético es que no sintió ninguna fatalidad. Intuyó que nada estaba terminado y que semejante dominio táctico y posicional tenía que acabar rindiendo sus frutos y fue a buscar el empate, y allí apareció, por fin, Sorloth para el 2-2 y apenas de regreso del descanso, y de penal (luego de aquella polémica del doble toque en la pasada Champions), Julián Álvarez marcó el 3-2 para endere4zar lo que se había torcido.

Ya había entrado Raúl Asencio por Eder Militao, que se sintió al evitar el gol de Sorloth, cuando el noruego se durmió, solo ante Courtois y le dio tiempo al brasileño a oponer su tobillo. Fue entonces, con el 3-2 en contra y media hora para jugar, que Xabi Alonso se dio cuenta, por fin, que aquella fórmula inicial no funcionó, pero volvió a equivocarse con el cambio: si bien hizo ingresar a Mastantuono, sacó a Arda Güller, el que podía aportar mayor claridad y asistir a sus delanteros, y dejó en la cancha, navegando en la nada, a Bellingham, mientras Vinicius, en una muy mala tarde, perdía cada duelo ante Hancko y protestaba cada fallo.

Luego, cuando Álvarez marcó el 4-2 con un exquisito tiro libre, el entrenador vasco se la jugó por Rodrygo quitando, por fin, al inexpresivo Bellingham, pero al no salir Vinicius y ocupar Mastantuono la banda derecha, el brasileño recién ingresado no encontraba un lugar para colocarse, con Mbappé como centrodelantero. Más confusión aún aportó la entrada de otro delantero, Gonzalo Garcia, por un defensor (Huijsen).

Y el resultado pudo ser peor para los blancos si Simeone hacia entrar al italiano Raspadori en vez de un volante como Connor Gallagher para cerrar el partido, aunque Barrios y Koke hacía rato que lo manejaban a piacere.

Pero el entrenador argentino, fiel a su costumbre, decidió darle la pelota a su rival y cerrar espacios, y eso pudo haber confundido a más de uno pensando en que el Real Madrid dominó las acciones por varios minutos.

Lo hizo sólo porque el Atlético así lo quiso, hasta que, sobre el final, en una escapada, el francés Antoine Griezmann, ingresado en los últimos minutos, definió con perfección ante Courtois para establecer un memorable 5-2, que probablemente cambie la ecuación de la Liga, pero que también demuestra que antes de este derbi, ni uno era la perfección ni el otro era tan malo.

Ahora viene lo más interesante: saber si el Atlético se envalentonará con este resultado y seguirá subiendo, y si ahora tantos que no lo veían, encontrarán a este Real Madrid un poco más terrenal, con mucho glamour, pero por ahora, en deuda con el juego.

No hubo tal sorpresa, entonces. Algo de lo que ocurrió ya se veía cocinando aunque en la penumbra. Hasta que la realidad pudo ver la luz.

Por Sergio Levinsky, desde Madrid

Esta nota habla de: